No compre cebollas creyendo que son manzanas
Parece ilógico que alguien confunda una cebolla con una manzana, ¿cierto? Es decir, evidentemente una es una verdura y la otra es una fruta; físicamente no se parecen en nada y el sabor es muy diferente
Parece ilógico que alguien confunda una cebolla con una manzana, ¿cierto? Es decir, evidentemente una es una verdura y la otra es una fruta; físicamente no se parecen en nada y el sabor es muy diferente.
Si no me cree, intente agregar una cebolla a su cereal o tal vez a su licuado favorito por las mañanas, y me cuenta qué tal. Quizás esos tacos tan ricos con esa grasita cayendo por los costados no vayan a saber tan deliciosos con ese toque dulce de la manzana, y es que como le digo, la cebolla es para una cosa y la manzana para otra.
Ahora, si bien sabemos la diferencia entre ambas, ¿por qué seguimos por la vida “comprando” cebollas creyendo que son manzanas? Y no, no hablo de forma literal, me refiero a esas personas o acciones que nos pasan y que nosotros permitimos que nos pasen.
Si usted supiera el verdadero poder que encierra mandar a la fregada a alguien o algo, créame que lo usaría más y más seguido. ¿Entonces, por qué seguimos tolerando esas cosas que nos pasan cuando podemos hacer algo para solucionarlas y cambiarlas? Albert Einstein decía: “La locura es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes. Si busca resultados distintos, no haga siempre lo mismo”.
Si bien es necesario la locura, hay que tener cuidado de no caer en la estupidez. El buen Albert también decía al respecto: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy tan seguro de lo segundo”.
Si analizamos la cebolla, tal y como nos lo muestra una muy famosa película, veremos que está formada por capas. Pero desde el exterior hasta la interior, no deja de ser una cebolla, así como una manzana jamás dejará de serlo.
Siguiendo esta analogía, imaginemos una situación de esas, como dice el chavo, de supositorio: Cuando usted va a la tienda buscando manzanas, tiene la oportunidad de tomar las mejores del lugar, ¿es correcto? Entonces, si busca manzanas, ¿por qué sale de la tienda con cebollas?
Así es la vida. Usted decide qué quiere, cómo lo quiere, cuando lo quiere, a quién quiere y para qué lo quiere. La decisión es suya y de nadie más. ¿Por qué no ir por una buena “manzana” en lugar de llorar con una cebolla?
¡Ojo! No digo que todas las “cebollas” sean malas o que no deban existir. Pero es que hay veces que nos confundimos y nos dejamos llevar por las emociones hasta que ya vemos de qué lado masca la iguana y nos damos cuenta de la verdad.
Sus acciones, su forma de pensar, denotan a leguas lo que son, pero aun así al final uno se avienta como el Borras, sin ver las señales. Y ya después vienen los arrepentimientos.
No se mortifique en tratar de entender ¿El porqué de esto? Simplemente, hay cosas que pasan y no puede cambiar; lo que sí puede cambiar es su actitud frente a ello.
Quiérase tantito, usted se merece la mejor de las “manzanas”. Las cebollas nomás son para cocinar, no para que le anden sacando lágrimas.
Si usted toma la decisión hoy de no aceptar más “cebollas” por “manzanas”, tampoco se convierta en una “cebolla” para los demás. Trate de ser la mejor versión de usted mismo, esa manzana dulce y brillante que todos desean tener.
Como escuché un día: “solo somos productos en un anaquel en esta gran tienda que se llama vida”. ¿Cuál quiere ser usted?
Pero quizás sean ocurrencias mías, esté desvariando o haya fumado demasiado de esa hierba que eleva los sentidos y relaja los músculos, ¿qué sé yo? Al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. ¿Y usted qué opina?
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