Planear el futuro no basta para modificarlo
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Imaginar el futuro es indispensable para concebir mejores realidades individuales y colectivas. Pero imaginarlo es un ejercicio insuficiente para construir mejores futuros
Pensar en el futuro, no solamente para imaginarlo sino también para moldearlo, es una de las características que separa a los humanos del resto de las especies animales. Tal actividad se ubica en el centro de ese fenómeno que transforma la realidad y al que llamamos progreso.
Por ello, cuando hablamos de imaginar el futuro estamos hablando de una de las actividades más importantes de las sociedades humanas modernas, pues en la medida en la cual nos esforzamos por convertir en realidad los escenarios imaginados, ingresamos en un círculo virtuoso que nos aproxima con mayor velocidad a mejores realidades para todos.
La clave está, desde luego, en no conformarse con imaginar mejores realidades, sino en invertir los recursos que implica convertirlas en realidad. Conformarse con el dibujo, por más atractivo que este sea, es igual a no haber hecho ningún esfuerzo de imaginación.
En términos de políticas públicas, imaginar el futuro implica planear, es decir, proyectar la realidad a futuro, teniendo en cuenta las circunstancias del momento actual, con el propósito de corregir aquello que está evolucionando de forma indeseable y, al mismo tiempo, sacar mayor provecho de las oportunidades que se proyectan en el horizonte.
Pero, igual que ocurre con los esfuerzos de imaginación, la planeación pública es absolutamente inútil si no se invierten los recursos necesarios para que lo planeado se convierta en realidades deseables y estas puedan ser contrastadas con el escenario previo a fin de evaluar su efectividad.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al planteamiento de realizar ejercicios de planeación de las zonas metropolitanas complejas que existen en nuestra entidad, a fin de atender de manera eficaz sus particularidades.
En Coahuila, como lo ha descrito el secretario de Vivienda y Ordenamiento Territorial, Enrique Martínez y Morales, existen zonas metropolitanas cuyo desarrollo plantea retos particulares porque implica alinear los esfuerzos de más de un gobierno estatal, e incluso de gobiernos que se encuentran en dos países distintos.
Una de esas zonas está emergiendo a nuestro alrededor y es la que integran la Región Sureste de Coahuila y la zona metropolitana de Monterrey cuyo desarrollo será detonado a partir de la entrada en operación de la armadora de autos eléctricos Tesla.
Proyectar el futuro que implica para la región interestatal el grado de integración a que nos conducirá la llegada de esta armadora y sus empresas satélite es de suma importancia, sin duda. Pero igualmente importante es dedicar los recursos necesarios para convertir a lo planeado en realidades que impacten positivamente el nivel de vida de todos.
La observación no es ociosa. Existen múltiples ejemplos de “planeación”, realizados en el pasado para cumplir con un requisito legal pero que nunca se utilizaron como el faro que guiara los esfuerzos gubernamentales, por lo que al final nada ocurrió. Cabría esperar que esta vez comencemos a hacer excepciones.
Encuesta Vanguardia
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