¿Otro día más de la mujer? ¿De qué ha servido si persiste la brutal desigualdad y violencia?
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Aunque usted no lo crea, mañana 8 de marzo también es “Día de la Mujer”. Ahora toca el “internacional” y con toda seguridad, en algunas semanas se celebrará el “nacional”, luego festejaremos el “día mundial”, después el “mexicano” y tras de ellos el “estatal” y, hasta en una de esas, el “municipal”. ¿Pero han servido de algo celebrar estos días dedicados a la protección de sus derechos? La respuesta es simple: no.
La brutal desigualdad y la realidad de violencia persiste en sus vidas, llámese trabajo, política, religión y en cada cosa que hagan. En el sector laboral, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha dicho que existe una gran brecha salarial entre hombres y mujeres. Que éstas ganan entre un 15 a un 20 por ciento menos que los hombres, aunque desempeñen la misma posición.
De su participación en la política y el sector público sólo podemos decir que la desigualdad persiste e insiste, que de 32 estados gobiernan en 9 y que de 2 mil 445 municipios las mujeres gobiernan 545. En Coahuila, de 38 municipios gobiernan en 10.
Por supuesto que la desigualdad no podría quedar fuera de la religión, empezando por el hecho de que Dios es hombre. Para judíos y cristianos es Yahveh o Jehová, en el islam es Alá, para los hinduistas es Shiva y el budismo tiene a Siddhartha Gautama o Buda como muchos lo conocen. El catolicismo, la principal religión en México, trata a las mujeres como humanas de segunda, personas inferiores; esto es gracias al “sagrado” derecho canónico que prohíbe a las mujeres oficiar misa o tener puestos directivos.
En lo que sí nos superan es en la pobreza. Eso lo advierte el estudio “Pobreza y Género”, elaborado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que asegura que “a pesar de que existen hombres y mujeres que experimentan la pobreza, la discriminación que viven ellas por el hecho de ser mujeres hace que tengan menos herramientas para salir de esta situación. En México, 29.1 millones de mujeres viven en pobreza, es decir, el 44.4 por ciento de todas las mexicanas. En general, hay 2.5 millones más mujeres que hombres.
Claro que a pesar de estas inequidades laborales, religiosas, políticas y sociales, a los hombres nos parecen insuficientes, y como el país misógino, sexista y violento que somos, este año 46 por ciento de las mujeres mayores de 15 años sufrirán agresiones de su pareja; 29 por ciento de agresiones físicas y 16 por ciento violencia sexual. Sólo al finalizar el año 2017, 1.2 millones de mujeres mexicanas enfrentaron violencia muy grave o extrema que puso su vida en riesgo.
No lo digo yo, lo dice la “Encuesta Nacional sobre Dinámica de las Relaciones en los Hogares” del Inegi. Así que, si usted es mujer y está leyendo esto, tiene una probabilidad del 50 por ciento de sufrir o haber sufrido violencia física o sexual en su vida. Pero si usted es hombre y también lee esto, su madre, hermana, esposa, hija, sobrina o amiga tienen las mismas posibilidades.
Hemos sido incapaces de eliminar la discriminación y la injusticia contra las mujeres en nuestras propias casas. Y si una mujer no puede estar segura en su propia casa, entonces no se puede esperar que se sienta segura en ninguna parte. Ninguna “política de “empoderamiento” ni ninguna ley o burocracia creada en forma exprofeso para prevenir y combatir esta violencia ha servido.
Estamos ante el conflicto más antiguo y de mayor duración en la historia de la humanidad. Una disputa que lleva alrededor de 200 mil años y que ha ganado siempre el hombre; una guerra que inició desde la aparición en la tierra de los “Homo Sapiens”, por cierto, una definición con gran carga sexista, ya que “Homo” significa hombre.
En resumen, yo le pido que, en medio de esta misoginia, inequidad, acoso, violencia, autoritarismo y desigualdad, no me salga hoy con que celebremos por todo lo alto el “Día Internacional de la Mujer porque hoy mismo, este mismo día, cientos de miles de mujeres en el mundo, aquí en México y para ser más específicos muy cerca de usted, serán violentadas y acosadas sexualmente y sentirán el menosprecio y poder del sexo opuesto. Y aunque la violencia y la inequidad no tienen una raza, clase, religión o nacionalidad, si podemos asegurar que tienen género: el masculino.
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Encuesta Vanguardia
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