Olvida a Madero el cine mexicano en el 150 aniversario de su natalicio
El pasado 30 de octubre no sólo Coahuila sino el resto del país estuvo de fiesta por el 150 aniversario del natalicio del “apóstol de la democracia”: el presidente de origen coahuilense Francisco I. Madero.
Eso sí, aunque como ya lo comentamos a principios de año cuando se conmemoró el 1 de enero el 150 aniversario del natalicio del escritor Mariano Azuela, al gobierno federal le importó más “cacarear” el 2023 como “año de Villa” por ser el centenario de la muerte del “Centauro del Norte” cuando para no ir tan lejos en el cine nacional un clásico como “’¡Vámonos con Pancho Villa”!” (Fernando de Fuentes, 1936) desmitifica al héroe revolucionario que lejos de ser el modelo a seguir en la denominada por la 4T como “tercera transformación del país” lo presenta como un embaucador que jalaba campesinos más que como “carne de cañón” que para hacerlos partícipes de la democracia y el estado de derecho que proclamaba Madero en el texto que propició la lucha armada “La sucesión presidencial”.
Ya entrados en la historia del Séptimo Arte nacional no solo es triste y lamentable que después de Pancho Villa el personaje del conflicto revolucionario que más ha sido promovido por nuestro cine no ha sido Madero sino al dictador contra el que luchó el coahuilense en el sufragio, Porfirio Díaz, ya que de alguna manera su figura es emblemática en historias porfirianas por excelencia como “México de mis recuerdos” (Juan Bustillo Oro, 1944), donde el conflicto principal lo genera la composición del bohemio Chucho Flores (el primer actor saltillense Fernando Soler) de un vals que titula “Carmelita” en honor a la esposa del Presidente Díaz a quien en sus momentos climáticos despide con lágrimas en los ojos junto a Susanito Peñafiel y Somellera (Joaquín Pardavé) al embarcarse a su exilio en el puerto de Veracruz.
Es cierto que Díaz tomó la batuta en el protagonismo en el Séptimo Arte mexicano al ser el primer “actor” de nuestro cine a partir de las filmaciones que enviados de los Lumiere hicieron en el castillo de Chapultepec en agosto de 1896, pero en el mismo género documental es Porfirio Díaz quien sobresale por encima de Francisco I. Madero desde los tiempos de “La sucesión presidencial” a “La decena trágica”, ya que son contadas las veces que el mandatario coahuilense fue retratado por cineastas como los Hermanos Alva en cortometrajes como “Gira política de Madero y Pino Suárez”, 1909) y “Truinfal arribo del jefe de la revolución, Don Francisco I. Madero” (1911) o Salvador Toscano en “Toma de Ciudad Juárez y el viaje del héroe de la revolución, Don Francisco I. Madero” (1911).
En la ficción el olvido es todavía peor, ya que si bien Porfirio Díaz es un personaje no menos importante en la trama de la reciente “El Baile de los 41” (David Pablos, 2020) con la interpretación del primer actor recientemente fallecido Fernando Becerril, de Madero es difícil recordarlo personificado por algún actor desde la Ëpoca de Oro hasta épocas recientes, ya que quizás por ser espiritista es más bien su “presencia éterea” es la que rodea, por ejemplo, en “Cuartelazo” (Alberto Isaac, 1977), que se desarrolla en el contexto de la Decena Trágica el colmo es que quien tiene mayor presencia es el primer actor Bruno Rey interpretando al espurio Victoriano Huerta que alguien haciéndola de Madero en sí.
Sea pues esta ocasión del aniversario número 150 del natalicio de Francisco I. Madero, originario de Parras de la Fuente, Coahuila, el momento propicio para reflexionar sobre esa ausencia de un personaje clave para la mencionada “tercera transformación de México” ya no digamos en una merecida biopic sino como personaje clave de historias derivadas del conflicto revolucionario que su iniciativa generó.
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