El nuevo mundo para la nueva humanidad
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Por: Erick Rivera.
Apertura de la Temporada 9 de Conciertos 2024. Orquesta Filarmónica del Desierto
La primera pregunta que salta a mi mente es si ese nuevo mundo que pinta la novena Sinfonía de Dvorak se sostiene hasta hoy, o si aquel mundo que vaticinaba el compositor checo no es sino una maquinación poco acertada.
La segunda pregunta que salta a mi mente es la elección de los autores para el programa de esta noche. De buenas a primeras, yo diría que Mozart y Dvorak no combinan bien, a menos que se pretendan retratar los contrastes de la estructura clásica de Mozart con la novedad enérgica y romántica nacionalista de Dvorak y especialmente su monumento a lo novedoso.
Dvorak y Smetana sí van muy de la mano. De hecho, se dice que el primero siguió el ejemplo que plantó el segundo.
Voy a disfrutar mucho este concierto. Me encanta la Nueve de Dvorak, en especial el cuarto movimiento.
La gente llegaba y llegaba. Para la primera llamada ya había medio teatro lleno. La voz detrás de las bocinas agradeció a los promotores de la orquesta. Paladines del arte, la cultura y la gastronomía en nuestra creciente metrópoli.
El programa del evento marca que se comenzará con el poema sinfónico “El Moldava”, de Bedrïch Smetana. No lo conozco. Jamás había escuchado su nombre. Capaz de alguna mención en un libro donde se habla un poco de su obra y aportación al panorama musical de la época, libro que estudio para dar clase en la universidad.
Para darle apertura a la temporada de conciertos, pasan al escenario: Esther Quintana Salinas, a la cabeza de la Secretaría de Cultura del Estado; el Dr. Lauro Cortés, como Presidente de la Junta de gobierno de la Orquesta Filarmónica del Desierto de Coahuila; y el Maestro Natanael Espinoza, Director Artístico de la ya mencionada Orquesta.
Nata trae un elegante y refulgente traje gris, de tres piezas, adornado con moño negro. Doña Esther habla. Lee lo que preparó para la noche. Habla de la música, su importancia, su alcance. Habla de sentimientos motivados por los sonidos y silencios. Habla de cómo la música nos mueve y nos transforma. Pone énfasis de oradora política. Buen despliegue de energía.
El Dr. Lauro externa un atrevimiento. Aludiendo a la práctica de darle una patadita a quien se para en escenario para presentar su obra, le pide a Doña Esther que ejecute estra práctica en el Director Natanael. Hay risas. Se rompe el hielo y el sacratismo anticuado del escenario. Aplaudo el atrevimiento. El escenario debe respetarse, mas no temerle. En más de una ocasión he visto gente que con solo pisar un escenario ya se intimida.
Poema sinfónico “El Moldava”, de Bedrich Smetana.
Intentaré ubicar el poema sinfónico. Esto es lo que escucho. Silfos y sílfides del viento soplan y corren por el escenario. Caen y ondean entre la brisa y las ráfagas. Una entrada en cellos que indica aventura. Un panorama estilo Simbad, de las Mil y Una Noches, o Sandokán, de Emilio Salgari.
Una búsqueda por encontrar el espíritu propio, o por propulsarlo si ya se reconociera: espíritu intrépido y temerario. Una reflexión ante la inmensidad de lo ajeno. Una mirada tenaz ante los pormenores que pueda deparar el viaje.
Ahora que lo pienso, El Moldava suena a nombre de bergantín, como en el poema de José de Espronceda llamado “Canción del pirata”.
Siguiente sección donde el contrabajo camina en corcheas y el violín canta. Como un ajetreado mercado de puerto.
Se queda el contrabajo solo. Entran metales. Dan paso a una sección más melódica y de inspección interna. Una ensoñación o enamoramiento, quizá. Un deseo suspendido en planos etéreos del entretelar cósmico.
Siguiente sección retoma el tema inicial con las maderas. Se lo pasan a los violines. La sensación de aventura. No detecto si en otra tonalidad o en la misma de antes. Pero sí hay variación. Metales y timbales marcan el inicio de un nuevo tema. Algo caótico. Una tormenta. Los violines se baten en seisillos.
Y vuelven al tema principal, pero más entusiasta, más enérgico. Como el renacimiento dentro del viaje del héroe de las mil caras, de Joseph Campbell.
Suena que el final se acerca. Metales, incluso tuba van marcando lo que parece ser la cadencia definitiva.
Dejan espacio a los violines. Cellos por detrás, como la cama armónica.
Tantán. Fin.
Me gustó.
Concierto para violín y orquesta no. 4, en Re mayor, de Wolfang Amadeus Mozart. Solista: Lilia Naydenova.
Todo bien en la introducción y elaboración del tema. Muy Mozart, muy brincolín y bello en su simpleza.
CADENZA
Pone un paro al taconeo presumido de la época. Se siente más el violín y su proyección elegante. Las dobles cuerdas suenan precisas. Es hipnotizante el buen manejo del volumen que juega con el piano y se desvanece a momentos de silencio.
El ataque a las cuerdas suena algo hosco cuando es enérgico. ¿Escuela soviética?
Muy buena cadenza. Poco después y sin gran algarabía acaba el primer movimiento.
El segundo es un Andante Cantabile. Cántale mientras caminas. El director Natanael alza la palma conteniendo el volumen y la precipitación de la orquesta, para que la solista pueda lucirse con mayor libertad. Se le nota a Lilia más cómoda que en el movimiento anterior. La manera en que hace crecer una nota es muy elegante.
CADENZA
Logra tocar con esa magia que hace que uno se quede al borde del suspiro. Nice and tidy. Lindo y coqueto.
Me distraigo intentando ubicar la forma. Rondó con Andante gracioso.
CADENZA
Corta pero eficiente. Precisa, maciza y concisa.
Aplausos para la maestra. Logró un Mozart disfrutable. No es tan difícil disfrutar de un Mozart a menos que no se haga bien.
Y ahora sí, Dvorak.
Sinfonía no. 9 en Mi menor op. 95 “Del Nuevo Mundo”, de Antonín Dvorak
I. Adaggio-Allegro molto.
Me siento nervioso. Como si mi amigo, director de orquesta y sabedor de música David, estuviera al pendiente de mi habilidad auditiva. Porque hemos hablado, él y yo, de cómo escuchar música.
El inicio es lento, como si se mirara un amanecer nublado. Poca sombra da la luz tras las nubes. De pronto el fregadazo. De cuerdas y timbales. Vuelve la gravedad del día.
Rompe de sección y cambia compás o pulso o ambas. Da entrada con maderas.
Natanael hace mímica al dirigirse a cellos y contras. Se mueve. Se inclina hacia sus secciones. Se ve que le emociona esta pieza, ¿Y cómo no? Es una chulada de composición.
Avanza pero no deja el tema principal. Cuatro notas que se exploran en diversos instrumentos. Negra con puntillo, dos corcheas y otra negra con puntillo.
Cuando lo toma con flautas, es suave, luego lo pasa a violines, y finalmente a trompetas o trombones. Y explota. Explora en la vorágine del nuevo mundo: sus coches, sus intrigas, su corrupción, sus cambios vertiginosos.
Y acaba el movimiento con una repetición de notas pausadas. Como alguien queriendo tener la última palabra sin saber qué decir. Pura emoción, poco intelecto.
II. Largo.
Melodía del corno inglés. Canto de campos de algodón. Guiño al nacionalismo.
Ahí está el tema del corno inglés, sobre la cama armónica de la familia de cuerdas. Es un canto melancólico. No hay mucho contrapunto, solo armonía y el corno. Muy detectable. Natanael sigue emocionado. Su pantomima lo delata. No son movimientos faramallosos y excéntricos como para hacer el papel de director dudamelesco. Lo está viviendo y se la cree. Es agradable ver gente que se cree sus momentos, y que los viven a profundidad. Da ánimos por vivir, por la persona, o la humanidad, quizás.
Vuelve el corno inglés con su melancolía animosa. Una calma de saber que se vive y que se hace bien de la vida que nos ha tocado. Tal vez, después de todo, el mensaje esperanzador de Dvorak se logra con esta sinfonía, y se mantiene al día de hoy.
Contrabajos caminando en pizzicato para empujar a las maderas. Aparecen entonces violines con flautas.
Braulio Labañino, en primer violín, también se ve emocionado.
Pensé que ya habíamos cambiado de movimiento, pero no. El aun segundo presenta unos stacattos de flautas o picollos. Y vuelve, tras la entrada de timbales, el tema de cuatro notas del Allegro molto. Otra vez el corno inglés con su canto algodonero. Pasa el tema a violines. Parece que lo están arrullando. Luego tocan los principales de cada sección de cuerdas. Y termina.
III. Scherzo - molto vivacce
A la cuenta del undotré, una escala descendente de trombones. Se contestan flautas y clarinetes. Suceden muchas cosas. Se retoman pasajes de los movimientos anteriores. La pieza progresa y de pronto da otra vez esa impronta bucólica con maderas, quienes le pasan el tema a cellos y vuelven los violines al ataque. La vorágine de los tiempos modernos.
El tema lo toman cellos, luego violas y luego entran todos a un paseíto que marca el undotré del scherzo.
Esta sección suena alegre e inocente. El triángulo sonando.
Entra un tema sincopado que me hace detenerme a pensar en el compás o el pulso, pero la orquesta no da chance de perderse de nada.
De nuevo: suceden tantas cosas y otras tantas le suceden a las que uno quiere atrapar en la memoria.
Otro paseíto campirano. Café, pan y frutas.
Y zaz con la cadencia que parece dirigir al final... que no llega pues se interpuso el temita de cuatro notas.
Y ahora sí acaba y se viene lo matón.
IV. Allegro con fuoco.
Tiburón. Las notas en segunda menor.
Los metales marcan la entrada a una nueva era. Es un tema muy tarareable y enérgico. Los violines toman el tema acompañados de los bajos empujando con sus pasos graves.
Y llegamos a la resbaladilla. Las notas parecen caer. Es una revuelta de sucesiones. Es un torbellino agitando los tiempos modernos. El cambio. El temor a equivocarse de maniobra.
Incluso en este movimiento hay un pasaje bucólico con sus guiños al tema de éste movimiento agitado, como los pelos sudados y gozosos de quienes se animan a dirigir semejante monumento a la composición musical.
Me puse a mover la cabeza al pulso de ese tema rockero y volteé al público a ver si alguien más se dejaba llevar como yo. No alcancé a ver a nadie haciéndolo también.
Los cellos ofrecen un tema reflexivo. Las palabras de un caudillo qué llevó a su gente a través de la tempestad. Violines y cellos. Surge de por ahí el clarinete. Resuena el timbal.
En medio de la vorágine, violines descienden en grupos de semicorcheas.
La movida se calma. Los cornos hacen sonar el tema. Y vuelve un subidón. ¡Todos suenan el tema! ¡Quiero escribir algo pero esto me rebasa!
Natanael trastabilló en uno de los últimos acordes qué marcaba. No dudó, sino que marcó con tanto énfasis que su cadera se fue de largo con el movimiento del brazo. Mucha energía, sí. Muy fregón. Imposible mantenerse al margen del ímpetu creativo de Dvorak. Sobresaliente trabajo de la Orquesta Filarmónica del Desierto.
¡Nueve años, enhorabuena!
Encuesta Vanguardia
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