Café Montaigne 278: entre leer y comprender
Tengo muchos defectos y deficiencias en mi vida. Muchos, demasiados. Uno de ellos es muy grave: nunca aprendí otro idioma. Es una desgracia, por supuesto. ¿Lo intenté? No con la debida disciplina, fiereza y trabajo, soy franco. No sé el idioma de los negocios, aunque me atrevo a traducir (qué pretencioso, puf) torpemente a mis autores favoritos, es el idioma inglés. No sé el idioma del amor, el francés. No sé el idioma para hablar con Dios, ni hebreo y menos arameo. No sé la base de mi lengua: ni latín ni griego.
He estudiado torpemente inglés, latín y griego. Y en honor a la verdad y lo repito con vergüenza, no sé dichos idiomas. ¿Los voy aprender en el invierno de mi vida? Lo voy a intentar al menos. Leo un buen libro al respecto, el problema de la traducción, es decir, un traductor es un traidor. Esa es la traducción, tal cual. El libro es de Yves Bonnefoy, escritor y traductor francés, en su momento, muy apreciado y alabado por Octavio Paz, nuestro Premio Nobel hoy injustamente olvidado por la ignorancia de este México calamitoso liderado por un rufián, Andrés Manuel López Obrador, quien ha desmontado el aparato de cultura, como todos los demás.
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El libro de Yves Bonnefoy se titula, como no, “La traducción de la poesía”, una espléndida edición en la milimétrica editorial de clásicos, “Pre-Textos”. Una maravilla, una genialidad la colección. Hay un párrafo demoledor el cual me ha pegado harto: “¿Puede uno ver su propia lengua como desde afuera, como si fuese una lengua extranjera? Nunca del todo, sin duda, incluso en las situaciones de bilingüismo...”
La pregunta y la observación son bastante puntillosas. ¿Puede uno ver su lengua como si fuese otra? Hoy, justo hoy en que nadamos en la ignorancia debido a las “benditas” redes sociales, como lo espetó en su momento el dictador de Macuspana, López Obrador, justo hoy nuestra lengua, cuando se escribe o se habla... suena a otra. Pocos o nadie comprende. Hablar español y dejarse comprender por las hordas de jóvenes amamantados en Internet y TikTok, hoy es tarea titánica. No saben leer, ven “caracteres”; cuando leen, no comprenden.
En subsecuentes entregas de este “Café Montaigne” y en nuestro encuentro ya también casi semanal de “Block de Notas”, lo iremos abordando en base a literatura que circula o debe de circular (los libros ya casi son objetos de antigüedad. Por eso los jóvenes prefieren la “discoteca” a la “biblioteca”, desde siempre) y en base a autores que en teoría y sólo en teoría todos hemos leído para deleitarnos.
Y si nos gozamos en ellos, en su poesía y en su prosa, pues lo primero es obvio: comprender. ¿Hoy? Ya no es lo anterior, pocos o nadie comprende. Lo dijo, lo arrojan los resultados de la prueba PISA de la OCDE, Programa de Evaluación Internacional de Alumnos correspondiente los resultados al año 2022: los alumnos mexicanos no saben leer (no comprenden), no saben ciencias ni matemáticas. Como país estamos ubicados entre los últimos cinco lugares de 42 países evaluados. ¿Leer? Es un acto primitivo, del pasado, lo de hoy es comunicarse con emoticones, lo que eso signifique.
ESQUINA-BAJAN
Nota Uno: Lo repito, vamos abordar lo anterior y creo le voy a demostrar que nuestro idioma canta y baila... y que los estamos olvidando. Dentro de poco tiempo, estudiar y comprender el español o castellano, va a ser una asignatura en todas las escuelas, incluyendo las Universidades. El humano está dejando de ser inteligente. Lo de hoy es un “celular inteligente” y eso llamado “Inteligencia Artificial”.
Nota Dos: Cuando alguien lea a ciertos autores, va a ser como “traducirlos”. Se lo voy a probar. Hoy sólo van algunos calambres. Lea usted: “Al notar la pindonga que me sonrojo, suelta la carcajada, y en actitud provocativa, me dice...” Un calambre más: “¿qué aquí nos vamos a tomar el pomo?/ le pregunto a Gil./ Sí, que tiene de malo./ pues casi nada, estamos en la calle, para que quieres que pase la ‘julia’ y nos cargue...”
Nota Tres: Los anteriores fragmentos son de una novela corta, alabada y denostada a la vez: “Chin chin el teporocho”, de Armando Ramírez. ¿Lo entendió señor lector, todo? ¿Qué o quién es una pindonga? ¿Qué o quién es un pomo? ¿Qué o quién es una julia? En fin, ya ve que es necesario “traducir” del español al español. Mucho por explorar en posteriores entregas. Pero no resisto las ganas de un tercer calambre de nuestro bello lenguaje, ya en desuso...
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Nota Cuatro: “Como estaba en la luna pensado en Laura –mi noviecita del alma- no me di cuenta cuando el Tatay se me acercó y me dijo –vas maestro chupa limón –muy a lo lejos. Oí su voz pero logré captar la onda y rápidamente le contesté pasajeros al trenecito de Chapultepec –y así nos la fuimos pasando hasta que se acercó un Teporocho...” La reproducción de la cita, las líneas, letras y guiones es literal. Es don Armando Ramírez reproduciendo fielmente el lenguaje de barrio bravo de la ciudad de México. Es el caló, lo que los gringos llaman “slang”; sí, idioma vivo y lenguaraz, pero a punto de desaparecer. ¿Usted entendió algo?
LETRAS MINÚSCULAS
Novela ruda, poderosa. No pasa de moda, se agiganta con el tiempo. Lea usted: “para qué aprender la palabra de Dios si no nos va a dar de comer...”
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