Café Montaigne 273: Molière y su mirada sobre la violencia contra las mujeres
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El pasado “Block de Notas (15)” publicado aquí este lunes, causó harta polémica por su enfoque y mis aristas. Hartos comentarios llegaron. A favor y en contra. Hoy, este texto es su complemento. Pero le perfilaré aquí tres más en próximos días. Espérelos. Los escritores, como cualquier humano, tenemos vicios, virtudes, apetencias y manías. Tal vez más a la gente normal. Los escritores tenemos hartas fijaciones. Goethe era hipocondriaco, Jean Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, atados a las drogas, al láudano y la absenta. Ernest Hemingway cabalgó en el potro del alcohol hasta suicidarse.
Yo en lo personal (usted lo sabe) detesto a mares la época del calor, ahora ya no son como en la antigüedad, dos o tres meses. No, ahora ya son al menos siete meses de calor agobiante los cuales han hecho mella en mi enjuta humanidad. Pero así como su servidor reniega del calor abrasador, hay gente que reniega del frío. Como hay escritores que padecen el ruido o bien, hay escritores que tienen en los galenos... a sus peores enemigos.
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Uno de ellos es el dramaturgo, el gran Jean-Baptiste Poquelin, mejor conocido como “Moliére”. El gran Moliére (1622-1673). Aunque había leído en su momento dos o tres obras de su teatro (se me dificulta enormemente leer teatro, la verdad), por un dato que andaba buscando en una de sus obras, al empezar a releerlo, pues sí, no he podido parar y ahora lo estoy anotando en varias claves: la arista gastronómica, la arista de poder, la vena satírica, y algo que ha llamado mi atención en esta relectura: la poderosa vena no de moral, sino de protesta en eso que hoy se llama “equidad de género” y el manejo de los estereotipos femenino (sobre todo) y masculino.
Le recuerdo el siglo en el cual vivió el gran Molière: siglo 17. Le repito, este dramaturgo odiaba a los galenos. Y yo llegué a su teatro por recomendación de mi... médico, brujo y chamán de cabecera, el médico internista don Carlos Ramos del Bosque, quien no pocas veces en mi despilfarrada y muy raspada vida, me ha salvado de las garras de la inminente muerte. Molière detestaba a los galenos a los cuales les enderezó la mayoría de sus obras de teatro. Mire usted si no, lea los títulos y trate usted de leer dichas obras: “El médico a palos”, “El enfermo imaginario”, “El amor médico”, ¡maravillas!
Y estas dos aristas: la vena de odio y repelencia a la medicina y a los médicos, y el trato y maltrato hacia las mujeres, nos servirán para vestir y contrastar dicho teatro de ideas fuertes con nuestra realidad actual y circundante. Igual retomaremos a Alejandro Dumas. Vamos a dedicar al menos tres textos a ello y espero sorprenderlo con mis descubrimientos y el tejido que estoy hilando para su lectura y conocimiento, señor lector. Y sí, juro que lo voy a sorprender. Eso espero. Los entrecomillados de esta entrega son de la obra de teatro de Molière, “El médico a palos”. Sigo la edición de editorial Edaf en traducción de Enrique Azcoaga y el prólogo y la cronología de dicha edición son de Ángel García Pintado.
Planto mi estandarte de batalla, el cual usted ya conoce: a mí ni me va ni me viene eso de marchar, protestar con cacerolas, pintas de aerosol y el gritar consignas hueras. Eso del 8M, el 8N, el 2 de octubre o lo que sea: ni fu ni fa. Yo por lo general le he insistido en que el mundo debe de cambiar comenzando por algo serio y a la mano: uno mismo. Por más que las pobrecillas mujeres protesten y salgan a marchar a la calle el 8M o el 24D, da igual la fecha, en México, para desgracia de ellas y de nosotros, claro, las están matando y violentando diario y sin que autoridad alguna haga algo.
ESQUINA-BAJAN
Los datos, los nuevos datos del horror son los siguientes: de enero al mes de agosto pasado, hubo poco más de 47 mil mujeres víctimas de lesiones dolosas. Son mínimo 195 mujeres vejadas a diario en este país calamitoso llamado México: son golpeadas, violentadas, heridas, pateadas, magulladas. ¿Por qué nadie quiere a las mujeres? Habría que hacer un buen análisis al respecto. ¿Es eso llamado “machismo mexicano”? Se me hace un estereotipo que ya no funciona para explicarnos tanta y tanta violencia hacia las mujeres. Hay que buscar en otra parte: dentro de uno mismo, para empezar.
Lea usted a Molière: el diálogo es entre el marido, Sganarelle y su mujer, Martina. S: “No; te digo que no quiero hacer eso, y que me corresponde hablar a mí y ser el amo”. / M: “...no me he casado contigo para aguantar tus impertinencias”. / S: “¡Oh, qué gran cansancio produce tener mujer! ¡Y cuánta razón tiene Aristóteles, cuando dice que una mujer es peor que un demonio!”. Sganarelle es un borracho, leñador con falsas dotes y entendimiento de médico; pero eso sí, de un ingenio y lecturas en la punta de la lengua.
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Luego de que su mujer le endereza los siguientes insultos: “Traidor, insolente, mentiroso, cobarde, bergante, bigardo, andrajoso, bribón, belitre, pícaro, ladrón”, Sganarelle le pone una felpa tremenda con un palo. La mujer se queja de tanto golpe. En eso, entra en escena un compadre, Roberto, el cual trata de impedir la paliza. Pero se topa con Martina, la cual le dice: “¿Y si yo quiero que me pegue?... ¡Vaya con el impertinente, querer impedir que los maridos peguen a sus mujeres!... Me gusta que me peguen, ¿qué pasa?”.
LETRAS MINÚSCULAS
De enero a este agosto de 2023 hubo 195 mil delitos de violencia familiar, 812 por día, como la zapatería que le puso Sganarelle a Martina. ¿A las mujeres les gusta que les peguen, se lo merecen? Vamos iniciando.
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