Voto nulo, ¿tiene un significado particular?
COMPARTIR
TEMAS
Una de la formas que los ciudadanos tienen para ejercer su derecho al voto es la de invalidar la boleta que se les entrega el día de la jornada electoral en las casillas. Y aunque en teoría se trata de una decisión indeseable, un gran número de ciudadanos deciden anular su voto antes que otorgárselo a cualquiera de las opciones legalmente inscritas.
Durante la jornada electoral del domingo anterior y, de acuerdo con los datos del cómputo de la elección presidencial, proporcionados por los funcionarios del Instituto Nacional Electoral, más de 24 mil 300 electores habrían optado por esta forma de ejercer su derecho en Coahuila.
Y aunque en términos relativos, ciertamente se trata de una fracción muy pequeña del electorado -menos del dos por ciento de quienes acudieron a ejercer su derecho- en términos nominales no deja de ser un número importante el de los votos nulos.
¿Cuáles son las razones por las cuales decenas de miles de ciudadanos consideran que no tiene sentido respaldar con su voto a alguna de las opciones registradas para contender por la máxima magistratura del país?
¿Por qué, pese a saber que anular su voto no afectará la contabilidad oficial de la votación, lo cual implica que de todas formas alguno de los candidatos registrados será declarado ganador y ejercerá el cargo, un elector decide que es preferible inutilizar su boleta?
Al respecto es preciso decir que lo votos nulos, de acuerdo con la legislación electoral vigente, carecen de todo valor jurídico, e incluso si estos fueran más que los obtenidos por todas las opciones registradas, de todas formas no invalidarían la elección.
Puede discutirse, desde luego, si el hecho de que un grupo mayoritario de la población anulara su voto tendría que conducir a la nulidad de los comicios -algo que, por lo demás, nunca ha ocurrido-, pero por lo pronto, la legislación es clara: un sólo voto basta para declarar ganador en una elección constitucional mexicana.
En el caso particular de la jornada comicial del domingo, las autoridades electorales difundieron de manera profusa, por ejemplo, que aún cuando el nombre de Margarita Zavala aparecía en la boleta de la elección presidencial -debido a que renunció a su candidatura después de que se imprimieron las boletas-, todo sufragio emitido a su favor sería considerado nulo. El hecho, sin embargo, no convenció a miles de personas de no votar por ella.
Valdría la pena que las autoridades electorales y los legisladores mexicanos realizaran un esfuerzo por hacerse cargo de que los votos nulos constituyen una forma de expresión de los electores cuyo significado podría ser relevante para la interpretación de la voluntad colectiva.
En este sentido, hacerse cargo implicaría hacer algo más que simplemente encogerse de hombros frente al hecho, aparentemente contraintuitivo, de que un ciudadano, en lugar de respaldar con su voto a una opción que podría beneficiarse de éste, decida anularlo y, con ello, hacer de su presencia en las urnas un hecho simplemente anecdótico.