Vámonos entendiendo…
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“La superficie del planeta en el que vivimos no permite una dispersión infinita, y a fin de cuentas todos tendremos que aprender a ser buenos vecinos por el simple hecho de que no tenemos otro sitio a dónde ir”.
–Bauman
Hay toda una gama de tuiteros, youtubers, facebookeros, instagramers, adueñados del espacio cibernético, que se suma a quienes tradicionalmente demandan la atención del público particularmente por la actividad, profesión u oficio al que se dedican, verbi gratia, músicos, artistas, publirrelacionistas, políticos, etcétera. Se saturan las redes de opinadores, de memes, de videos, de mensajes. Quien antes fue espectador hoy se ha convertido en comentarista del mundo, de su vida, de lo que ocurre en su entorno.
Está ya metido en la cabeza que para que te conozcan tienes que “existir en las redes”, es la nueva forma de consolidar las famas, que no el prestigio, que cada día importa menos, hoy los likes son los indicadores de popularidad. Y valga esta introducción para compartir con usted, que hace favor de leerme, lo que está sucediendo con esta fiebre compulsiva de decirse cuanto se imagine o hasta lo que no se imagine en las redes, y hoy porque es el tema que me trae en el ámbito político.
Se está dando, desde mi óptica y quizá usted coincida conmigo, un movimiento que está rayando en la polarización. Pero empecemos por definir el término. Tiene diferentes acepciones, pero dado el contexto, digamos entonces que se refiere a cierta disposición psicológica de quienes discuten.
Se trata de un fenómeno que va acusando visos de extremo en cuanto las opiniones del de enfrente son contrarias a las suyas. Y esto conduce a interpretar de manera selectiva, pero de tal forma que se fortalezcan las creencias propias. Esto para nada es sano porque se pierden la objetividad y la mesura y entonces se pasa a la fase de los insultos de cualquier calibre y a la mezquindad de las falacias.
Este tipo de situaciones en las que están definidas dos posiciones contrarias, lleva a que las personas no se escuchen y vaya in crescendo la intolerancia… ¿Para qué sirve la intolerancia? La avalancha de comentarios es impresionante, qué forma de generar insultos, toda una exposición de calificativos ingratos, de leperadas y también de faltas de ortografía… El tema de actualidad es el huachicol, y lo que se dice a favor o en contra sobre la manera en que el gobierno lópezobradorista ha enfrentado el problema. Ningún mexicano en su sano juicio estará en desacuerdo en el combate a semejante ratería, pero atreverse a señalar que no se comparten los cómos… ¡uyyyyy!
Soy de quienes piensan que cualquier idea es controvertible, pero que las personas deben ser respetadas. Si algo necesitamos hoy en día los mexicanos es un lenguaje conciliador. Y esto no es baladí. Somos mexicanos al margen de nuestras preferencias, filias o fobias políticas.
Y en lo que tendríamos que afanarnos es en encontrar un punto de encuentro en medio de las diferencias, sino no lo hacemos estaremos privilegiando un esquema de lealtades viscerales en detrimento de la verdad y la justicia. Y entonces, y ya está sucediendo, le vamos a ir subiendo a la magnificación de escándalos del de enfrente y a la minimización de los propios y con ello estaremos renunciando al referente ético que a gritos necesitamos para dignificar la política.
Tenemos que reaprender a hacer política, dejar atrás los viejos vicios y arribar a un escenario en que se privilegie la racionalidad. Orientar nuestro pensamiento hacia una sana práctica democrática, es decir, al manejo sensato de las diferencias y al encuentro permanente de las visiones y de lo que debe ser la realidad nacional de la que todos somos parte, con los diferentes matices que esta tiene naturalmente.
En ambas visiones es fundamental la autocrítica y el tender puentes de diálogo permanente, desde esta perspectiva es factible detener la factura que se está abriendo en la sociedad de la que todos somos integrantes. Hay quienes están a favor de cuanto hace Andrés Manuel López Obrador sin discutirle ni un ápice y también quienes no están dispuestos a reconocerle ni un solo acierto. Ambas posturas acusan cerrazón e intransigencia. ¿Fácil? No va a estar, y no obstante hay que hacerlo.
El esfuerzo demanda lucidez pero sobretodo grandeza de espíritu y mucho amor por México. Adoro a Octavio Paz cuando dice en su poema Piedra de sol: “Porque el desafío es comenzar por uno mismo, pero no tenerse a uno mismo como meta. La respuesta son los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia, no soy, no hay yo, siempre somos nosotros”.