Todo con buen fin
COMPARTIR
TEMAS
Este muchacho está comprando.
Una enorme pantalla de televisión, una colección de juegos electrónicos. Ya lleva también, en el carrito, libros gruesos de muchas páginas. Todo el gasto es “con buen fin”. No sabemos si advierte que está comprando horas y horas de su vida, invertidas en imágenes, entretenimiento y textos impresos. Serán devorados en tiempo prolongado de quietud y silencio.
Se conjuga el verbo “compro, luego existo”. Toda la gente sale a la calle con su uniforme psicológico de consumidor. Hasta el carterista hace la señal de la cruz pensando que encontrará mucha gente distraída a la que podrá dar el clásico empujón que lo despoja.
Precios rebajados, plazos alargados, intereses escamoteados, obsequios de pilón, atraen al comprador que se inventa necesidades y busca satisfactores después de contar ahorros. No pocos piensan que el bolsillo vacío se volverá a llenar con el ya cercano aguinaldo.
Algunos llevan lista para palomear aunque también hay compras líricas que no necesitan nota. Basta que tropiecen con un precio atractivo o una novedad que despierta el deseo de estrenar. Los más astutos vendedores saben dónde y cómo acomodar los artículos. Hay asesores que sugieren cómo combinar colores y tamaños y en qué parte de la tienda la mercancía llamará más la atención.
Todo se presenta como indispensable. Como si no se pudiera vivir o ser feliz al privarse de lo que se ofrece en gran oportunidad. Con el espíritu de la “ganga”, de la “barata”, del “remate”, de “lo último que queda” se motiva a no desaprovechar y a comprar compulsivamente. Los porcentajes de rebaja se van subiendo. En ese subibaja la gente entiende que la bajada del precio depende del alpinismo ascendente del porcentaje. Si llega a la cumbre del cincuentazo quiere decir que el precio anda en el sótano.
La economía familiar vive la fiesta de una compraventa en que parece que la carestía es expulsada por la ventana y, por la misma ventana, no falta quien eche la casa y caiga en el pozo del endeudamiento.
Los consumidores y consumidoras inteligentes no se dejan envolver por la vorágine de las propagandas y, serenamente, hacen su plan de las adquisiciones convenientes, seleccionan los sitios que combinan buen precio con calidad y van a lo que van sin aturdirse.
Los vendedores, es cierto, reducen sus márgenes de ganancia para desquitarse con aumento de volumen de ventas. El vendedor vende más y el comprador gasta más pagando menos. Es el fin bueno para ambos en estos días. Todas las ciudades organizan sus tiempos de activación comercial, cultural, recreativa, devocional, cívico-política o gastronómica. Nuestra ciudad muestra su vitalidad en esos tiempos de enfoque privilegiado hacia un aspecto de su variadísimo abanico existencial. Y la respuesta multitudinaria manifiesta un dinamismo complejo y múltiple. Es síntoma de creciente modernidad dentro de los innegables desafíos que tiene todavía la lucha por la justicia social...