Testimonio de la tragedia
230 muertos dejó el fenómeno sólo en la CDMX
A un año de que mi vida cambió, yo como buena saltillense tenía poca experiencia con desastres naturales, menos en terremotos. Por causas del destino me tocó vivir muy de cerca este acontecimiento hace un año.
Era cerca de mediodía, mucha gente se encontraba aún en sus casas, escuelas y trabajos, cuando sentí cómo se movían las cosas mientras escuchábamos la alarma sísmica; dejé todo y busqué la manera de bajar del séptimo piso, como pude. Perdí completamente la noción de tiempo y espacio, pensaba que si mi edificio caía, y yo con él, la gente que quiero supiera que hice todo para sobrevivir.
Al salir del edificio me encontré con gente desconcertada, histérica; el ambiente era de incertidumbre y miedo. Pasaron los minutos y decidí caminar hasta llegar al lugar que cambiaría mi historia y mi conciencia sobre los terremotos. La calle de Amsterdam en la colonia Roma.
Sin saber qué encontraría, caminé hasta llegar a un edificio que, por lo que yo recordaba, tenía varios pisos, pero que ahora estaba reducido a uno solo. En ese momento tenía dos opciones: irme y revisar que mi departamento estuviera bien o quedarme y ayudar en lo que pudiera. Decidí quedarme. Pasó un tiempo y empecé a notar que en los escombros, donde estábamos paradas las personas que queríamos ayudar, estaban llenos de libros de diferentes temas. Eso me hizo reaccionar y darme cuenta que lo que yo veía como escombros, en realidad eran las pertenencias de alguien que probablemente estuviera en ese momento atrapado.
Entre sentimientos encontrados y esperanza de que su dueño se encontrara bien, tomé un libro, le quité el polvo y lo guardé, pensando que si yo fuera esa persona me gustaría que alguien le diera el valor que yo le di a esos objetos que seguramente tienen historias detrás.
Días después leí una nota en la que se contaba la historia de los libros encontrados entre los escombros y que tristemente la persona, a quien pertenecían, no había podido salir con vida de ese lugar.