‘Se han vuelto muy exigentes’
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Esta semana fui con un sastre para arreglar algunos pantalones. Tengo casi 20 años de conocerlo. Por primera vez lo vi trabajando solo, le pregunté sobre sus ayudantes y me contestó: “Es muy difícil conseguir ayudantes jovencitas. Se han vuelto muy exigentes con el trabajo. No quieren trabajar con el horario que les pido y menos si es temprano (9:00 a.m.). No quieren seguir instrucciones. Constantemente interrumpen su trabajo por estar en sus celulares. No terminan los trabajos en las fechas indicadas. Faltan constantemente y no por enfermedad. Y tienen que entrar dos amigas porque una sola no quiere. No sé qué hacer”.
En los años iniciales de mi experiencia laboral éramos nosotros quienes nos adaptábamos a los centros de trabajo. Nuestra misión era cómo podíamos contribuir para que la empresa fuera mejor y tuviera mayores ganancias. Ahora los jóvenes esperan primero qué es lo que la empresa les ofrece y ver si les conviene. Antes tocábamos las puertas, hoy las empresas lanzan campañas para enamorarlos y quieran trabajar con ellas.
Observo una gran ausencia de habilidades de flexibilidad y adaptación en esta nueva generación de jóvenes trabajadores. Desde muy pequeños, las familias y las escuelas se han adaptado a sus necesidades y han tenido muy pocas oportunidades de enfrentar adversidades y adaptarse a nuevas exigencias. Hace algunos meses implementé un estudio para evaluar la Inteligencia Ejecutiva de jóvenes profesionistas no mayores a 30 años, y encontré que su área más vulnerable era la flexibilidad. Además, otras áreas de oportunidad fueron: administración del aburrimiento, manejo de los distractores, control de los impulsos, tolerancia a las frustraciones, concentración, postergar la gratificación o recompensa, y organización y cumplimiento de tareas.
¿Por qué es tan difícil adaptarse? La respuesta no es sencilla, pero considero que una de las causas es la depreciación del valor de la obediencia. Obedecer es la actitud de aceptar normas y la voluntad de la autoridad. Primero el niño aprende a seguir las reglas de la familia, en seguida de la escuela y después de la sociedad. Gracias a la obediencia el ser humano aprende los hábitos que desarrollarán su bienestar físico y emocional en su vida: lavarse los dientes, hacer la tarea o detener el automóvil ante el señalamiento de alto. La persona debe aprender a respetar y adaptarse a ciertas normas para el bien personal y colectivo.
Sin embargo, este valor se ha deteriorado en los últimos años porque se piensa que atenta contra la libertad e integridad. Ahora son ellos (hijos) los que fijan sus propias normas y los hemos convertido en la autoridad de nosotros (adultos). Somos nosotros los que nos tenemos que adaptar a sus peticiones y deseos.
La obediencia no esclaviza sino que nos hace libres. Gracias al respeto de las normas sociales aprendemos mejor a convivir en sociedad y a desarrollarnos con plenitud. La obediencia se centra en realizar la tarea sin pedir nada a cambio. Papás, expliquemos a nuestros hijos el por qué y para qué de la obediencia, pero también hagamos ver que es un acto de responsabilidad y deber.
@JesusAmayaGuerr