Reflexiones
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Mi oficio son las palabras. De todo tipo de pelaje, cresta, intensidad y linaje. Creo en las palabras y su poder fundador. Por eso soy escritor y periodista. Soy un inútil, no sé hacer otra cosa. Así voy a morir. Siendo escritor y periodista. Tal vez estoy equivocado, pero antepongo al pragmatismo, la reflexión. Pienso, luego existo. Siempre he presumido que sí me funciona al menos una neurona. En mi ínsula Barataria, como la de don Sancho Panza, se privilegia la reflexión, el pensamiento y el diálogo o debate, al elogio huero, al panegírico sin mérito. Y lo anterior, y a mi juicio, está pasando con la figura mesiánica de Andrés Manuel López Obrador y su arrollador triunfo en las elecciones pasadas en México.
Hoy todo mundo se asume lopezobradorista, todo mundo ve con simpatía al “salvador de la patria” y abjuran de cualquier credo político e ideológico anterior, como el panismo y ni se diga el priismo. La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana. Mantengo entonces un vicio mayor: como soy escritor y periodista, sólo tengo cuestionamientos, no respuestas. Tengo preguntas, no certezas. A días de su triunfo, ya estoy hasta la madre. El mesías de AMLO se pasea como un conquistador, ¿y qué ha conquistado? A un electorado amargo y desdichado, harto de un priismo en sus horas más bajas con Enrique Peña Nieto ya de salida por la puerta de atrás, la de servicio. Ante este panorama desolador, es cuando más debemos reflexionar y pensar. Poner a funcionar la neurona que Dios nos dio y de la cual yo me jacto pretenciosamente que me trabaja de maravilla. A mi no me conmueve la autoflagelación de AMLO y sus acólitos, y menos me conmueve por haber sobrevivido a su martirio. No. De posible difunto, hoy es dueño –casi– del País. Por lo anterior, me alzo entonces con la única bandera que tengo a la mano y la cual es mi estandarte: soy escritor y periodista y a mí, en lo personal, me urge reflexionar sobre lo que pasó. Por eso hoy inicio una larga saga de textos políticos (¡ay de mi sufrimiento!, restándole espacio y tiempo a lo de verdad importante, como lo es la literatura, cine, música, arte...) que tendrán un solo denominador: analizar, reflexionar lo que pasó en las anteriores elecciones en el País. Comenzamos.
Hay un damnificado mayor de la victoria de Morena y AMLO en las urnas (ojo, es un movimiento, no un partido político. Lo voy a desplumar en otro texto, hay una gran diferencia en esto): es el partido que huele a incienso, mirra y mortaja: el Partido Acción Nacional. No el PRI, sino en el PAN lo perdieron todo. Con apenas cuatro años con vida, Morena le arrebató al PAN en Coahuila absolutamente todo. Incluyendo luego de 18 años, la senaduría del Estado. No poca cosa.
ESQUINA-BAJAN
Un dato de valor. En esta saga de textos, que pretendo pergeñar para su fina atención, lector, muchos estarán ancilados en las palabras y datos proporcionados por el abogado especialista en Derecho Electoral, catedrático de la misma materia en la UAdeC y maestro residente en otras escuelas del País, Gerardo Blanco. La responsabilidad del texto es mía. Con generosidad, Blanco Guerra me ha proporcionado antecedentes e imágenes. Gracias. Avanzo. Justo a dos días de que fueran las elecciones, le mandé mensaje SMS desde mi celular a varios amigos; creo yo entre ellos al editor Gerardo Hernández, al deslenguado periodista Luis Carlos Plata, al aguerrido Sergio Alvizo, y recuerdo a Miguel Ángel Wheelock. Palabras más o menos, les dije que la única sorpresa –al menos para mí– era saber qué fórmula ganaría la senaduría en Coahuila: Armando Guadiana y compañía o Jericó Abramo Masso y Verónica Martínez.
¿Lo notó? Para mí estaba clara y cantada la derrota de Guillermo Anaya y Esther Quintana. No estoy autorizado a comentar aquí la respuesta de los interlocutores arriba deletreados. Pero, una vez más mí tirada de naipes se cumplió. El día de la elección y apenas por tres o cuatro puntos porcentuales, Guadiana le ganó al PRI. Una sorpresa. Guillermo Anaya se creía seguro ganador. Casi no hizo campaña. Perdió. Y cosa importante: el saltillense Abramo Masso (trabajó de sol a sol) fue utilizado para inflar esperanzas a la lagunera Verónica Martínez. Ella va a llegar por la razón de “primera minoría”. Y ojo, el lagunero Miguel Ángel Riquelme se está haciendo odiar por los saltillenses y los de toda la región sureste. Por este voto ganó, pero todos los puestos los repartió entre laguneros perdedores (Rodrigo Fuentes, Mario Cepeda, Román Alberto Cepeda, José Luis Flores Méndez…). Hoy fue el mismo plan: utilizó cruelmente a Jericó Abramo quien se partió la madre en la calle y la que va al Senado es… Verónica Martínez que al parecer, un libro completo no ha leído en su vida. Volveré al tema.
Lo importante es lo primero: lo que el PAN no pudo lograr en toda su historia en Coahuila, Morena lo hizo en cuatro años y una elección: un solo tiro de dados. Guillermo Anaya tiene ADN de perdedor (tercer lugar). Amén de tener un sino identificable: fue un cobarde. Le tuvo miedo a la responsabilidad, miedo al movimiento social que hace un año, exigía de él valentía, disciplina y ese producto ausente en la canasta básica del mexicano…
LETRAS MINÚSCULAS
Huevos.