Puente intersexenal
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Le llaman transición.
Es tiempo de interconexión. Es parte aguas. Interregno terminado sin investidura. Hay declaración jurídica sin tener aún esa protesta pública y solemne, casi juramentada, que expresa el nuevo mandatario de cumplir y hacer cumplir lo constitucionalmente legislado y le da derecho a cruzar, sobre el pecho, la banda presidencial.
Se está tendiendo el puente intersexenal con esmerada elegancia de virtudes democráticas como son el reconocimiento, el encuentro, el diálogo, la cortesía y el respeto mutuo. Uno informa –antes de próxima salida– de reforma en marcha y otro, –antes de entrada–, anuncia, sin calificativos, la cancelación de tal reforma.
Tuvo muchedumbre aclamadora la noche en que se entregó la constancia de mayoría; hubo numerosos asistentes invitados a palacio nacional para hacer acto de presencia ante el mensaje alusivo al sexto informe del Presidente que finaliza su período de gobierno.
Se parece la situación a esos crepúsculos matutinos en que ya hay resplandor de sol naciente y aún se ve brillar la luna. La duración, aún trimestral, de esta progresiva aurora solar con ocaso lunar, produce, en no pocos, una sensación de perplejidad e incertidumbre.
Los arúspices pronosticadores ven sólo tormentosas decepciones en la misma bola de cristal en que otros atisban una creciente prosperidad de logros sorprendentes. El desafío es permanecer juntos pero no revueltos, cercanos y diferentes en la tarea de buscar complementación. No sólo paralelismo y yuxtaposición sino unión orgánica para hacer historia, no sólo enlazar anécdotas.
Los que ven con lentes negros se asustan por la falta de contrapesos y ven, en la mayoría parlamentaria, sólo la amenaza de autoritarismo impositivo. Acostumbrados a ver mayoriteos de línea para voto unánime, no pueden imaginar una representación de bases
con voz propia y libre opción. Otros ven lo que parece obstáculo y no imaginan tropezón sino el salto y la plasticidad en una carrera victoriosa.
Transformación es una ensalada de varios ingredientes no sólo políticos, ni sólo estructurales. Incluye la receta estrenar actitudes y agregar novedades psicológicas, sociales, éticas, económicas, culturales, educativas y mediáticas. La deformación de las formas es lapso dinámico cuando se transforman.
El ciudadano no será sólo espectador crítico sino protagonista involucrado y responsable. Civilidad política urbana y popular será su senda de incesante avance.
“Político” no señalará una casta etiquetada sino una función de todos los que constituimos la “polis”, la urbe, la ciudad.
Austeridad, honestidad, veracidad no sólo serán exigencias para los mandatarios sino testimonio cotidiano de quienes dieron el mandato como ciudadanos, con una progresiva conciencia de ser agentes de bien común.