Princesas tóxicas
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Estas princesas tóxicas, no obstante que se alimentan de agua y alpiste, tienen pensamientos lúbricos y retorcidos en las horas más altas. Han abandonado el Club de Mickey para inscribirse en el de “Soft Porno”. En el camino perdieron la crinolina, las antenas de abejita, la bola de plástico rojo sobre sus narices y la expresión candorosa e inofensiva de infantes, para convertirse en soberanas reinas del escándalo y atiborrar con sus fotografías con pezones retadores, las redes sociales de Instagram, Twitter y Facebook.
La vida ya no es privada, sino pública. Los desnudos de la mítica revista “Playboy” y el abuelo ya eterno, don Hugh Hefner, vistiendo su colección envidiable de batas y sandalias, rodeado de “conejitas” de pechos opulentos y muslos redondos y sensuales, son hoy anécdotas avinagradas las cuales las nuevas generaciones de mozuelos y cibernautas no hacen en su mundo. Hoy, lo más rápido y avispado es intercambiar fotografías en “tiempo real” a cualquier hora del día y de la noche (con Internet se ha perdido esta noción de “tiempo real”, lo mismo puede ser día o noche, lo mismo se puede leer el diario de ayer que el de mañana. Todo es relativo), enseñando ellas el color de sus pezones o los pliegues secretos de su vulva y ellos, el fierro erecto, parado, no pocas veces alterado por el photoshop.
Aquel puente, aquel paso llamado de “pubertad” –tránsito entre la infancia y la vida madura– en los libros de la preparatoria por los cuales fui educado, hoy y merced a las redes sociales, fue abolido, borrado de un plumazo. Del Club de Mickey se pasa al club del “Soft-Porno” o de plano, al “Hard Porno”. El video data de hace dos años, es decir y en cristiano, una eternidad al día de hoy. Es “Wrecking ball” de Miley Cyrus. La exprotagonista de la cándida Hannah Montana aparece desnuda. A nadie espanta. De hecho, es condición sine qua non para al menos llamar ojos a los cibernautas a su página.
La exniña Disney aparece sobre una enorme bola de demolición, balanceándose acompasadamente en un ritmo sordo, demoniaco, erótico, letal. Envidio a la bola de demolición. Ésta parece violarla. A la cadena de la cual pende dicha esfera, Cyrus se aferra con movimientos sensuales, eróticos, retorcidos… pero si su cuerpo veinteañero y en formación incita a pasiones malsanas y lúbricas, éste lo puedo hacer de lado cuando observo y clavo mis sentidos en su lengua. Una lengua que busca, serpentea, trata de tocar, untar, envolver en su saliva lo mismo alimentos, bebidas, que otro tipo de salivaciones corporales. La lengua de Miley Cyrus nunca está quieta, lame lo mismo martillos, cadenas, paletas, osos de peluche que a su novia o novio.
ESQUINA-BAJAN
Pelo corto y engominado. Labios pintados de un rojo sangre infectados de pasión y lujuria y la lengua, esa lengua como placer, pecado y condena a la cual estamos atados los voyeurs que atesoramos sus videos y fotografías como afiches marianos. Era niña Disney, hoy es un demonio de lujuria y sexo. Y caray, las conejitas de míster Hefner comparadas con Cyrus, Rihanna, Gaga, Britney Spears, la lolita de Ariana Grande o Demi Lovato, son monjas y se avejentaron en su palacio rosa en camas de satén y seda. Instagram amenaza un día sí y otro también con cancelar sus cuentas. Ellas contestan con un nuevo desnudo instantáneo y lo comparten con sus miles de seguidores en “tiempo real”. Se toman “selfies” como si en ello se fuese su vida misma: en la cama, en la ducha, en el bar, en la recámara, en la sala, en la cocina… los cuerpos son privados pero los desnudos son públicos.
Hay una mujer rotunda, no tiene parte mala de su opulenta anatomía, no es una “lolita”, ni lo quiere. Es una mujer a la cual se le ha criticado ser demasiado “sexy”, es Cristina Pedroche. ¿A qué se dedica? Pues caray, sale sobrando, está demasiado buena siempre, está demasiado desnuda para dedicarse a profesión terrena alguna. Pero sin duda, ahora los pecados de la lengua son motivo de un ser humano que también salió del “Club de Infantes de EEUU”, es una adolescente libidinosa y cachonda que enseña las bragas todo el tiempo, muestra el nacimiento de sus pechos en formación y se viste para sus shows no en una tienda de alta costura, sino en una sex shop. Un video la ha captado lamiendo donas, envolviendo en su lengua canelones de azúcar, marinando el placer luego al compartirlo en la lengua de su novio… ¡ah! Es Ariana Grande, tiene apenas 23 años y su lengua está destinada a exprimir y tragar todo lo exprimible y tragable posible en esta sima sin fondo de la lujuria, las delicias y la sensualidad sin ataduras.
Hoy es Ariana Grande la estrella, como ayer lo fueron Demi Lovato, Miley Cyrus, Nicole Richie y un largo etcétera. Y que decir de los varones. Todo, todo viene a cuento porque una vez más el debate es grande: hospitalizada sigue la exniña (realmente lo sigue siendo), actriz y cantante de apenas 26 años, Demi Lovato, exestrella de Disney Channel y hoy lucha por su vida en un hospital y todos los tabloides se ceban en ella. ¿Motivo? Al parecer, una fuerte sobredosis de heroína y alcohol. Y por heroína, usted lo sabe, murieron hace poco el gran actor Philip Seymour Hoffman (2004) y el joven Cory Monteith (actor de “Glee”, 2013).
LETRAS MINÚSCULAS
Demi Lovato tiene 26 años y está a un paso de unirse al club de los 27. Sí, del Club de Disney al club de la muerte.