Por el hilo se sacará el ovillo
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El Quijote I, 4
Casi para concluir su primera salida, sin la compañía aún de su escudero Sancho Panza pero ya armado caballero andante, lo cual le produce inmenso alborozo, va don Quijote rumbo a su aldea cuando encuentra en el camino a seis “mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia”.
Apenas don Quijote los divisó e imaginó que tendría una nueva aventura. Al aproximarse a ellos les exige que confiesen “que no hay en el mundo todo, doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso”.
Con gran sentido común, uno de los mercaderes le responde que no pueden hacer tal confesión sin conocer a la señora que dice, a menos que se las muestre. A continuación el Caballero reacciona así:
“- Si os la mostrara –replicó don Quijote-, ¿qué hiciéredes vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia…”.
El mercader le replica que es necesario les muestre “algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño de un grano de trigo, que POR EL HILO SE SACARÁ EL OVILLO, y quedaremos con esto satisfechos y seguros”.
Lo que el mercader quiso dar a entender a don Quijote al decir que “por el hilo se sacará el ovillo”, es que sería suficiente una pequeña muestra para convencerse de lo que él les dice.
Este refrán, con ligerísimas variantes, se cita otras tres veces en El Quijote. En I, 23; I, 30 y II, 12.