Pleitos entre padres, traumas entre hijos
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Toda convivencia humana genera grandes satisfacciones, pero también grandes conflictos. Es normal que los padres puedan tener conflictos y diferencias de opinión sobre decisiones de familia, por ejemplo: educación de los hijos, gasto familiar, compra de bienes o vacaciones.
Sin embargo, hay que tener cuidado, ya que estos pleitos pueden influir negativamente en la salud mental, éxito escolar y las relaciones sociales y emocionales de nuestros hijos.
No solamente pueden imitar las reacciones negativas de sus padres en sus conductas, sino además las internalizan y hasta se pueden sentir culpables que sus padres peleen. Muchos hijos de padres divorciados se sienten responsables que ellos se hayan separado, y esto lo reflejan negativamente en sus familias.
El mes pasado, el centro BBC de noticias de Inglaterra publicó un estudio sobre las consecuencias negativas de los conflictos de los padres en sus hijos.
Su conclusión es clara: “Muestran alteraciones en su desarrollo neurológico, trastornos de sueños, ansiedad, depresión, pobre control emocional, problemas de conducta y otras cuestiones serias de salud mental como resultado de vivir ambientes tóxicos y conflictos severos entre sus padres”.
Aún más, el daño depende del género, ya que los niños y niñas responden en forma diferente: Las primeras muestran más problemas emocionales, mientras los niños más problemas de conducta y pobre control de impulsos.
Muchas parejas deciden divorciarse y creen que es la mejor solución para ellos, pero no piensan en sus hijos. Son incapaces de resolver sus diferencias y no ven el daño que producen en sus niños.
No quiero decir que hay que evitar las diferencias porque cada persona tiene sus propias experiencias y forma de ver el mundo, pero podemos regularlas para evitar lastimar la relación y más a los hijos. A continuación, presento algunos tips:
Siempre atacar el problema o la idea, pero nunca a la persona. Los niños necesitan ver que tratan de resolver el problema con razonamiento y no con sentimientos.
Es normal tener diferencias, pero respetando a la persona: “Hay que enfrentar las ideas para evitar enfrentar a las personas”.
Si se discute enfrente de los niños hay que establecer claramente el problema. El niño debe ver cuál es el problema: “Hijito, estamos discutiendo qué carro es mejor para la familia”. Y no: “Tú papá es un tonto, compra carros sin fijarse”.
Si hay insultos, saber perdonar. El perdón no es una debilidad sino una fortaleza. Los adultos nos equivocamos y los niños deben aprender que no hay resentimientos y la vida sigue.
Mostrar que la relación se fortalece y no se debilita. Los niños pueden aprender que los conflictos lo único que producen son efectos negativos. No necesariamente deben aprender que resolver conflictos hace a las personas más fuertes.
Jamás insinuar que los hijos son los culpables. Los niños muchas veces no saben diferencias si el problema de sus papás son ellos o no fueron los responsables.
Evitar decir: “Tú papá se enojó conmigo porque saliste mal en la escuela”. En vez de esto, decir: “Tú papá y yo tenemos que hablar, pero tú no tuviste la culpa que se enojara”.
Los niños y adolescentes no tienen la experiencia ni conocimiento de cómo enfrentar sus propios problemas, y menos los que tienen sus padres.
No los podemos evitar, pero sí canalizar y regular.
Los adultos somos nosotros y no ellos, enseñemos cómo deben enfrentar los conflictos con nuestro ejemplo y no lastimándolos.
Recordemos: “Así como ellos nos ven, así será ellos con sus hijos”.
@JesusAmayaGuerr