Oportunismo político
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En “El Siglo de las Luces” de Alejo Carpentier, novela que está lejos del pálido alfabeto de Andrés Manuel López Obrador, se esboza una premisa fundamental: los revolucionarios de ayer terminarán enriquecidos mañana. Aún no jura el cargo ni la bandera y vemos entonces que el aforismo se cumple a la perfección en el ejemplo el cual le dio la vuelta al mundo: la fastuosa boda (en el viejo argot de vocabulario de AMLO, se dijo que era una “boda fifí”, lenguaje que no reconocen los miles de chavos, esos que votaron precisamente por él, en fin, lo exploraré en otro texto) de su más cercano colaborador, César Yáñez, el cual se casó en una ceremonia de alrededor de 13 millones de costo, con su prometida, Dulce Silva.
Nuevos ricos, lo tenían que ventilar a todo tren en el mundo de lentejuelas y oropel que es este País y lo mejor, comprar las páginas de la vilipendiada revista “¡Hola!”; vilipendiada e injuriada, pero donde todo mundo quiere aparecer. Lo hicieron en una edición que hoy es de colección. En plena “austeridad republicana” este es el estilo personal de gobernar de AMLO, el cual se empieza a perfilar: nada de su verbo se traduce en hechos, igual que en el PRI o el PAN, vaya; su colaborador y parte de su equipo se pusieron el traje de aristócratas para regodearse en su frivolidad compartida. El problema es que la novia, Dulce Silva Hernández, está lejos de ser, tener y habitar el glamor de la bella, bellísima doña Angélica Rivera. Lo digo en el mejor de los sentidos: pues sí, hay diferentes clases sociales y eso no se compra, no; eso se habita, se nace, se mama y se destila, pues. La morenista Dulce Silva Hernández (intentó ser alcaldesa de Huamantla, Tlaxcala en 2015, claro, por Morena) brincó de la prisión al club de celebridades de la alta frivolidad mexicana de un solo golpe y porrazo. Fue detenida el 10 de marzo de 2016 en Puebla, acusada de “operaciones con recursos de procedencia ilícita” por el orden de los 30 millones de pesos. Dulce Silva no es doña Angélica Rivera, así de sencillo. Mundo real: ser no es tener.
Avanzamos. ¿A qué vino Andrés Manuel López Obrador a Saltillo el jueves 18 de octubre? A dos cosas básicamente: a seguir en campaña, no obstante que es Presidente electo de México y a sumar a… amargados y resentidos sociales (perdedores, pues) de otros partidos políticos que no tienen ideología, sino sentido, harto sentido de la oportunidad. Caray, una y otra vez lo tengo que escribir robando espacio a lo importante, pero lo tengo qué hacer para que no se olvide: los medios de comunicación de Europa y Estados Unidos (“El País”, “ABC”, “Der Spiegel”, por ejemplo), tienen como premisa no publicar notas que son sólo humo, un supuesto futuro, anhelos, esperanzas…
ESQUINA-BAJAN
El anuncio de AMLO de ofrecer empleo a “40 mil jóvenes como aprendices” es eso: humo, sombra, polvo, nada. Dichos, promesas de campaña una y otra vez, pero hasta que sea un hecho, cualquier diario europeo entonces lo publicaría como una nota, algo verificable y cierto, pero no antes, como aquí. Pero lo más deleznable fue la “suma” de perdedores y resentidos de otras facciones políticas los cuales, sumados en el tren de la oportunidad, hoy se asumen pejistas. Fue el caso de Luis Fernando Salazar (expanista), Armando Guadiana (expriista, su esposa Lupita Mandujano fue panista y luego se dijo “independiente” lo que eso signifique), Reyes Flores Hurtado (expanista y especialista en huelgas de hambre en contra de las instituciones que tuercen la ley), Claudio Bress (expriista), Javier Guerrero (expriista y excandidato “independiente”, puf) y al parecer, también se sumaría al club “Chilote” López Villarreal (expanista y tal vez, el peor Alcalde de Saltillo).
La suma de perdedores no siempre da un ganador. “Chilote” López Villarreal se dejó ver con bigote, imitando, queriendo ser un clon de Armando Guadiana. Patético. En fin, pero qué se le va a hacer, no es cuestión de valores, ideología, moral, principios, criterios, defender una doctrina o plataforma política, sino el poder. Lisa y llanamente, la búsqueda del poder. Al parecer, el tibio de Javier Guerrero (no es frío ni caliente, nunca lo ha sido, ya abandonó a su jefa de toda la vida, Rosario Robles, la cual debería de estar en la cárcel por lo de la “estafa maestra”, documentado profusamente en un libro de gran calado de investigación) va a la Secretaría de Gobernación… a seguir vegetando en el servicio público. Nada más que agregar.
El que me ha decepcionado grandemente es Luis Fernando Salazar. No es mi amigo. Lo he saludado amablemente en tres o cuatro ocasiones, la última, cuando era senador panista y se venían las horas para escoger candidato de su partido, bueno, su expartido, el PAN, rumbo a la gubernatura. Esa vez publiqué que el candidato obligado era él y no Guillermo Anaya, el cual se lo dije aquí con un año de anticipación, iba a perder. Perdió. Hoy el joven Luis Fernando Salazar deja al PAN para subirse al tren del oportunismo político de AMLO. Aprieta el espacio y tengo muchas cosas por explorar. La última, pero le pido se la grabe. Yo no tengo ninguna duda: el duelo en el desierto de Coahuila en cinco años por el gobierno, va a ser entre el chaquetero Salazar y el “Cowboy urbano”, Manolo Jiménez.
LETRAS MINÚSCULAS
¿La suma de tanto perdedor y amargado, harán morder el polvo al “Cowboy urbano”? Léame la siguiente semana, por favor.