Mirador 05/12/18
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TEMAS
—Cuéntame un cuento, mamá.
—Si te lo cuento ¿me prometes que te dormirás?
—Sí, mamá. Te lo prometo.
Ella sabe muchos cuentos. Los escuchó de niña en labios de su madre. Sabe el de Blanca Nieves, claro; el de la Cenicienta, Pulgarcito y la Bella Durmiente. Sabe también el de Aladino y la lámpara maravillosa, el de Sinbad el marino y el de Alí Babá y los 40 ladrones. Y otros menos sabidos sabe: el del sastrecillo valiente, el de la niña de los fósforos, el de Riquet, el del jopo…
Esta noche le cuenta el del patito feo. Lo termina con la antigua fórmula: “Y colorín colorado, el cuento se ha acabado; el que no se levante se queda pegado”.
El anciano se ha dormido ya. Porque no era un niño el que pedía un cuento; era un pobre hombre con la razón nublada por la edad. Creía que su esposa era su mamá, y cada noche quería que le contara un cuento. Y ella, amorosa, se lo contaba con ternuras de madre para su hijo.
Esto que hoy he relatado no es cuento; es verdadera historia.
La vida tiene historias que parecen cuentos.
¡Hasta mañana!...