Los propósitos del ciclo nuevo
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El cambio de año puede ser visto como un cierre de ciclos, una puerta para reflexionar lo hecho durante el año anterior y que viene acompañado de sus respectivos propósitos personales, donde la fe en nosotros mismos vuelve a nacer y esperamos dar lo mejor. Este patrón de comportamiento se puede ver también en otros ámbitos de nuestras vidas: el fin de una relación, el cumpleaños, el fin de un semestre, etc. Sin embargo, de manera implícita está una postergación constante de lo que cada ciclo nos juramos vamos a cambiar, un ejemplo: cuando llega noviembre y observamos que nunca iniciamos la dieta, nos decimos “en enero, después de la rosca, ahora sí”.
Este tipo de actitudes se reflejan también en el agregado social y se ve de manera más clara en cada cambio de administración. En el periodo de campañas la administración saliente y los candidatos (del mismo partido o de oposición), hacen un balance de lo (mucho) que faltó por hacer, dando las razones (pretextos/culpables) de por qué no se pudo cumplir y prometiendo que ahora sí “ellos” (los todopoderosos) lo harán posible.
Y es que por prometer no cobran. Si nosotros de manera individual somos capaces de olvidar a las dos semanas lo que esperábamos en el nuevo ciclo, con más facilidad las nuevas administraciones pueden olvidar lo que nosotros “esperábamos de ellos”. ¿De quién es la culpa? Muchas voces se escuchan alrededor, critican a la ciudadanía en general y se preguntan “¿por qué no somos capaces de exigir?” o bien nos condenamos con el famoso “merecemos el gobierno que tenemos”. Tienen razón y al mismo tiempo no.
Es difícil exigir a una sociedad que en su conjunto está desencantada, pues lo que se ha prometido en muchas generaciones sigue sin cumplirse: De acuerdo a diversos estudios del OXFAM, la CEPAL y el Observatorio de Salarios, en México aproximadamente el 65% de la riqueza sigue concentrada en solo el 10% de la población, lo que les da influencia política para hacer y deshacer a su gusto. Pero eso no es nada nuevo, nuestros padres y abuelos lo saben y afecta generaciones.
La baja movilidad social en nuestro País refleja que el entorno es incapaz de reconocer y recompensar el talento de sus integrantes, debido en gran medida a las desigualdades en el acceso a oportunidades. ¿Pero qué significa esto?: los antecedentes sociales y familiares hoy en día siguen siendo determinantes en el acceso de los individuos a la educación: únicamente 12% de quienes han concluido la educación superior tienen padres con escolaridad primaria mientras que 59% de quienes concluyeron una carrera universitaria tienen padres con educación superior.
Además, la caída de los salarios reales, que ha pasado de ser en promedio 11 mil pesos al mes en 2006 para personas con grado universitario a 7 mil en 2016, o peor, de ser casi 5 mil pesos con secundaria a unos 3 mil pesos en las mismas fechas, reflejan algo: las personas tienen que ver como hacen su día a día, todo es más caro y tienen menos capacidad mental para pensar en “todo lo demás”, y no es pretexto, existen estudios a nivel internacional que hablan sobre como las carencias afectan nuestra capacidad de poner atención a cosas más allá de lo urgente. Y en esta última categoría entra la posibilidad de pensar en un mejor gobierno.
Con lo anterior no quiero decir que hay que olvidarnos de la posibilidad de un México mejor, sino que hay que fijarnos objetivos realistas, aceptando lo que se ha hecho bien, sin hacer cada nuevo periodo “borrón y cuenta nueva”. Los problemas de nuestro País se han formado por décadas e incluso algunos, por siglos.
Sería irreal querer cambiar todo en 3 o 6 años. En el nuevo periodo electoral del 2018 hay que tener eso en mente, participar de aquí a las elecciones y en la medida de nuestras posibilidades seguir ahí, hasta que logremos un pequeño o gran cambio, no caer ante la primera frustración. Pues si es difícil cambiar nuestros propios vicios, imaginemos la magnánima tarea de cambiar los vicios de una nación.
Joel Cuatianquis, consultor en Competencia Económica y estudiante de Maestría en Desarrollo por la Universidad de Glasgow
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