‘Lo que yo nunca tuve…’
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Escucho frecuentemente a los papás decir: “lo que yo nunca tuve se lo doy a mis hijos. Lo que yo sufrí, que no sufran ellos”. Pero mi pregunta es: “¿Y lo que sí tuviste?” ¿Por qué no damos lo que sí tuvimos? ¿Por qué solamente recordamos las pequeñas carencias que tuvimos? ¿Por qué solamente queremos compensar nuestro sentimiento de culpabilidad por no darles el tiempo y amor que ellos solicitan?
No lo niego, pero de pequeños, los que nacimos antes de 1970, vivimos algunas carencias, adversidades y mucha disciplina. Éramos muchos hermanos y recibíamos una bicicleta para todos en Navidad; nuestra madre hacía una cena para todos, sin importar nuestros gustos, y teníamos la obligación de comerla; compartíamos varios hermanos una misma recámara y hasta la misma cama; había un sólo baño para todos, que necesitábamos esperar y apurarnos porque había fila, juegos con otros niños, sus papás gritando o metiéndose para que su hijo no fracasara; y había autoridad, obediencia y muchos de los castigos eran físicos. No estoy diciendo que tenemos que regresar a estos tiempos y golpear a nuestros hijos, pero no solamente debemos pensar en lo que no tuvimos o lo negativo en nuestra niñez, para darlo en exceso y sin límites. ¿Por qué no damos lo que sí tuvimos de pequeños? Comer o cenar al menos una vez al día en familia, ahorrar el poquito dinero que recibíamos, jugar solos en nuestras recámaras con cajas de cartón, respetar a los adultos y su autoridad como son los abuelos y maestros, compartir un baño y una televisión entre todos, y esperar hasta el cumpleaños o Navidad para recibir un regalo.
No todo lo que vivimos en nuestra niñez era negativo. Vivimos grandes valores que nos ayudaron a ser personas con carácter y orientadas al bien. Revivamos estas experiencias con nuestros hijos: aprender a convivir en familia en todo momento –en el carro, en la cena o con los abuelos– y sin tecnología en las manos, y buscar excusas para compartir actividades juntos, no solamente como espectadores. Me llama la atención que muchos papás no fallan al partido de fútbol o al evento de baile de su hijo. Hay fotos, videos y selfies, que suben a sus redes sociales, pero muy pocos “pierden” el tiempo con su hijo jugando o bailando.
Recordemos el valor de familia que nos tocó vivir. Era muy importante la convivencia con los hermanos, padres, abuelos, tíos, primos y sobrinos. No solamente evitemos lo negativo de nuestra niñez sino además hagamos vida todo lo positivo que nos tocó y no digamos: “lo que nunca tuve, lo tengan mis hijos” sino “lo que tuve, lo tengan mis hijos”.
@JesusAmayaGuerr