Las mejores memorias que nunca tendrán
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Un estudio realizado el año pasado en Inglaterra, a más de mil 600 adultos, afirma que más del 60 por ciento de las mejores memorias de la niñez se realizaron jugando afuera de la casa y/o explorando la naturaleza. Es cierto. Si en este momento nos relajamos, cerramos los ojos y tratamos de recordar cuáles fueron los mejores momentos de nuestra niñez, les apuesto que recordaremos cuando estábamos en el barrio jugando y corriendo con nuestros amigos o cuando fuimos al mar, hicimos un castillo de arena, perseguimos a un cangrejo o enterramos a nuestro padre en la arena.
Lo alarmante es que solamente el 20 por ciento de los niños ingleses salen afuera a jugar. La mayoría del tiempo libre y juego se la pasan enfrente de una tableta o videojuego. En cuarenta o cincuenta años más, qué recordarán estos niños cuando sean adultos. ¿Cómo sobrevivieron en Fortnite? ¿Cómo lograron tener más de 100 likes en un selfie? ¿La trama de las series de televisión que nunca se perdieron? Solamente el 9 por ciento de los padres ingleses piensan que sus hijos sí son capaces de jugar con el agua cuando llueve. Recuerdo cuando llovía fuerte y había corriente de agua en la calle, salíamos y hacíamos carrera de barquitos o brincábamos en los charcos de agua. Todo esto nuestros hijos se lo están perdiendo. La mayoría de los padres creen que sus hijos son incapaces de cuidarse afuera, aunque sea un parque totalmente protegido y supervisado. ¿Cuántos de nosotros (adultos) nos trepamos a un árbol, jugamos en la lluvia o anduvimos en bicicleta? Creo que la mayoría, y lo recordamos con nostalgia y una gran alegría.
¿Cuáles son las cosas que nuestros hijos se perderán?
Tomar agua de una manguera. Muchas de las veces hacíamos fila para tomar agua.
El montón de chiquillos que estábamos en el asiento de atrás del carro de papá y peleábamos para tocar en la ventana.
Resbalar en un pedazo de cartón de una colina o bajar en un carrito de roles (hecho por nosotros de balines y madera) por una calle.
Subir a un árbol y pasar horas viendo a la gente.
Pedir permiso para hablar por teléfono con los amigos y esperar horas para que lo desocuparan.
Regresar la cinta de un cassette con un lápiz para no dañar la grabadora.
Jugar afuera hasta el anochecer. El requisito de salir era haber terminado la tarea, vivíamos en la calle hasta la hora de cenar y dormir.
Conocer a todos los vecinos. Sabíamos el nombre de cada uno de nuestros amigos de la cuadra.
Jugar a las canicas, a las escondidas o a la roña.
Coleccionar estampillas o conchas de mar.
Aprovechemos estas vacaciones para que nuestros hijos tengan otras experiencias de juego y entretenimiento que no sean el celular o la tableta. Fomentemos actividades afuera de la casa para que cuando sean adultos tengan más memorias positivas de su niñez, y no solamente recuerdos de estrés y presión que hagan que vivan como adultos y pierdan la oportunidad de ser niños. Ser niños a plenitud es el mejor paso para llegar a ser adultos con integridad y satisfacción.
@JesusAmayaGuerr