La batalla por las migajas
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En una encuesta reciente, Consulta Mitofsky preguntó a población abierta cómo evalúan a la dirigencia nacional panista en funciones. El 50.1 por ciento de los entrevistados no respondió. El 22 por ciento, la evalúa mal. El 22.8 por ciento la consideró regular y únicamente el 5.1 por ciento manifestó una buena opinión. Se aplicó esa misma pregunta a militantes panistas. El 33 por ciento no contestó, el 34, dijo tener una opinión regular, el 14.4, dijo que mala y sólo el 18.6 por ciento de los panistas consideraron tener una buena dirigencia.
Evidentemente se trata de malos resultados, bajo cualquier ángulo que quiera vérsele. No cabe duda, desde el nacimiento del PAN en 1939, esta es la dirigencia nacional del PAN más repudiada tanto por panistas, como por la ciudadanía. El 94.9 por ciento de la población abierta y el 85.6 de los panistas, consideran que el PAN no tiene una adecuada dirigencia. Peor aún, nunca como ahora el PAN resulta indiferente al 50 por ciento de los ciudadanos y al 34 por ciento de los propios panistas que no tienen el menor comentario sobre su dirigencia. ¿Es posible imaginar una crisis peor?
México necesita con urgencia una oposición capaz de estar a la altura de un gobierno con amplia mayoría. Morena la obtuvo de manera aplastante y democrática, por lo tanto, requiere una oposición inteligente y eficaz para construir equilibrios y preservar legitimidad.
Una nación no puede estar a merced de la buena voluntad del gobierno; tampoco es sano que dependa de equilibrios internos entre sus grupos de poder. Durante decenios estuvo vigente ese esquema al que tanto jugo sacó el viejo PRI, con pésimos resultados para México. Los equilibrios necesarios radican en la ciudadanía organizada, en sus organismos, colec-tivos y en la prensa libre, pero son insuficientes. ¿Quién hará los equilibrios en los órganos de gobierno? El partido opositor con mayor peso atraviesa una crisis profunda, la debacle dentro del PAN y la lucha entre sus grupos de poder por las migajas restantes, no sólo daña al partido; sino que afecta a México.
La elección de una nueva dirigencia nacional panista está en puerta. El reto se mira harto complicado. ¿Qué será mejor, apostar a una democracia simple y llana con base en un padrón amañado y controlado; o un acuerdo cupular que garantiza la permanencia del grupo que llevó al PAN a donde hoy se encuentra?
Se añade a lo anterior el mayor problema del Acción Nacional y de México entero: la corrupción. La política debe entenderse y concebirse como vocación de servicio a la colectividad. Mal entendida, la que predomina, es la que guía la ambición, el protagonismo y el afán de lucro; así estamos. Pero la corrupción no puede controlarse internamente, sólo podrán ponerle coto las autoridades competentes; por ello fracasó la comisión anticorrupción que instaló el Consejo Nacional panista, que no sirvió para nada.
La verdadera solución debe venir de fuera de la institución, no de adentro. Los problemas de corrupción se corrigen en el Ministerio Público, donde se atienden los delitos, no en el Consejo Nacional del PAN. ¿Pero cómo acudir al Ministerio Público si tampoco sirve para nada? Su mayor fruto es el 99 por ciento de impunidad.
Está por arrancar el gobierno de Morena y se desata ya el natural desgaste que genera el ejercicio del poder. Si el PAN y sus cúpulas no consiguen resolver sus querellas internas, para salir como frente unido y sumarse al debate de los temas nacionales que sí interesan y afectan a los ciudadanos, dejarán de ser una opción real de poder.
Ello fortalecería a Morena y abonaría a la conformación de un monopolio del sistema democrático mexicano dentro del Movimiento, sólo por ausencia de verdaderos contrapesos opositores. Otra posibilidad es que surjan nuevos movimientos políticos que representen a la amplísima gama de ciudadanos libres que, con las más diversas convicciones y prioridades políticas, ideológicas y sociales buscan espacios de participación en el escenario político.
@chuyramirezr