Hipótesis falseada
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Con un solo evento que me contradiga, podrá ser falseada mi hipótesis de que México tomó un rumbo chueco y nuestro País no tiene futuro.
Ese evento pudiera ser el primer debate. Si resulta un evento deslucido, con los actores tomando escena para aventar un rollo prefabricado, sin atender, ni entender, ni rebatir lo que dicen los demás, entonces mi hipótesis se mantendrá vigente. Malas noticias.
El debate debe funcionar como la gran oportunidad para conocer mejor a los candidatos, para que precisen sus posturas sin intermediarios, sin estorbos. Nada garantiza que lo quieran hacer, o que lo sepan sacudir al respetable.
El debate podría ser aburrido, o soso o poco trascendente. Si así resultara, se estaría confirmando que a México se le fue el tren, que los errores del pasado siguen siendo factores para quedarnos en el subdesarrollo, en la corrupción, en el tercer mundo.
La lógica es que los candidatos con menos posibilidades reales son los que más arriesgarán. Es como el “Hail Mary” en los juegos de futbol americano, el pase a las diagonales con última jugada del partido, totalmente desesperada y con lo dedos cruzados para que un golpe de mucha suerte lo decida.
Lo contrario también es cierto. El que se siente arriba puede llegar al debate a no hacer olas. Dejar que los otros se equivoquen, que se vean nerviosos y desesperados. Que digan tonteras, que confundan a la gente. Que desentonen. En pocas palabras que se suiciden en una jugada de todo por el todo.
La gran interrogante es, qué hará Ricardo Anaya. Andrés llega con números fuertes, casi apabullantes, la cargada de los búfalos oportunistas creciendo y creciendo.
En cambio Anaya llega como retador-retado. Para Margarita y “El Bronco”, bajarle puntos al Frente sería obligarlo a negociar, o en todo caso se conforman con ponerle un ojo morado. Lo que sabemos es que entre más suban los sotaneros, más difícil será para Anaya ganarle a Andrés.
Si sueno pesimista es porque creo que estamos viendo el resultado de al menos treinta años de oportunidades perdidas. Las cosas no están tan mal de gratis. Son años de gradualismo, de sofocar las buenas ideas. El destino nos están cobrando. Nuestro desarrollo ha sido rehén de los partidos y el candidato no es por nada que quien lidera se distingue como un agente de retroceso, no de cambio positivo.
Me gustaría estar equivocado. Me encantaría que mi hipótesis fuera derrotada. Haría fiesta si el debate resulta un evento tan asombroso como cuando Diego hizo picadillo a Ernesto Zedillo en el debate de 1994, el primero.
Después de ese evento, las cosas no tomaron el vigor esperado. La ley hizo los debates obligatorios como tarea del IFE, pero no han resultado tan importantes como aquél.
Treinta años después, para cuando llegamos a la primer fecha de compromiso la elección se encuentra ya está muy polarizada respecto a dos candidatos: Andrés y Anaya. Los demás van de relleno, y como tales solo harán más difícil la tarea a Anaya.
Meade no se levanta con nada, y tampoco suena para que sea él quien llegue en plan de hacer algo sorprendente. Convendría se note que se hace a un lado. Mucho ayuda el que no estorba.
Si Andrés, repite los rollos que ya le conocemos, si refritea las ideas que lo muestran impreparado, terco y ciclado con el pasado, entonces mi hipótesis sobre la carreta atorada será fortalecida.
Dependerá entonces de Anaya el éxito del debate o su fracaso. Es el único que puede hacer la diferencia. Andrés no arriesgará, ni lo cree necesario. Es más sabemos que Andrés irá en todo caso a disgusto, a pasar lista, a cumplir para que le pongan palomita. Con eso tiene para llamar la diferencia frente al otro Andrés que prefirió quedarse en casa.
Si el debate no provoca un giro en las preferencias, la suerte quedará sellada y mi hipótesis de un México sin futuro será fortalecida. Nunca antes me habían dado tantas ganas de estar equivocado
javierlivas@prodigy.net.mx