¡Hay chayotiiiii…!
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Me tuve que enterar a través del programa del video-bloguero José Manuel “Chumel” Torres, (A.K.A) “Chumibebé” y del video semanario de Víctor “Brozo” Trujillo.
Usted puede tildar mis fuentes de información y entretenimiento de superficiales y poco rigurosas (aunque yo considero que la realidad ya es demasiado pinche como para tener que empujármela sin el lubricante de la risa). E iniciaríamos un estéril debate que de momento no me interesa.
Lo que quiero destacar es cómo una noticia relevante para la vida pública es casi inexistente en los medios informativos tradicionales, pero capital entre los líderes de opinión del informal mundo de la sátira periodística digital.
Por si no le suena, y es muy probable que así sea, existe algo llamado Ley General de Comunicación Social, rebautizada como es costumbre por el ingenio popular como “Ley Chayote”.
¿Por dónde empezar? ¡Por dónde sea!
Chayote se le dice en el argot reporteril a la partida económica (única o regular) que recibe un periodista de parte de algún funcionario o dependencia para que el primero omita información comprometedora sobre los segundos e incluso les adorne el desempeño consignando solo hechos positivos.
A veces, para que las partes no se sientan tan vulgares (unos padrotes y otros prostitutos), llaman a su acuerdo un “convenio comercial”. Y una vez celebrado éste, se estrechan la mano y hasta se sienten personas honestas.
Otras veces, no es un individuo el que cierra este trato, sino todo un medio informativo o incluso, un emporio de medios de comunicación, siendo en nuestro País el más groso, conocido y renombrado aquel que durante décadas ha sostenido el consorcio Televisa con la Presidencia de la República.
Una vez celebrado un pacto de esta naturaleza, todo se va directamente al carajo, porque la voz de la disidencia, de existir, queda materialmente sepultada bajo la omnipresencia de la voz oficial.
Es por eso que en este País estamos tan jodidos a pesar de estar siempre tan bien. Quiero decir que de allí, del Chayote, parte la disonancia entre lo que se nos informa y lo que percibimos. ¿Estamos?
Y sólo por no omitir, no dejemos de mencionar que la comunicación social, que debería ser la difusión en medios de información de interés y valor para los ciudadanos, es sólo una excusa para que se le dé un giro político y así un funcionario con ambiciones promueva su imagen (o su partido) con cargo al erario, pues nos está comunicando de sus “logros, avances y resultados”.
Pero el Chayote es mucho más que una práctica perniciosa dentro de una muy desprestigiada profesión.
Para empezar, anula por completo la razón de ser del periodismo. Si atendemos a la máxima de Orwell (que a menudo cito): “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, lo demás son relaciones públicas”, el dejar de tocar, en la tarea informativa, los temas álgidos y por consiguiente los de mayor valor en la toma de decisiones del público (que para eso busca informarse en primer lugar), todo lo que llene nuestros espacios noticiosos será basura y palabrería hueca.
Esta “costumbre”, insisto, es más que sólo una profesión desacreditada incumpliendo su función social. Es una herramienta poderosísima aliada de los peores regímenes que se hayan instaurado sobre la Tierra. No hay tirano sin su Goebbels (Santo Patrono de la Comunicación Social).
De allí que sea un tema prioritario para la agenda de las Naciones Unidas, que el periodismo de los países en desarrollo se ejerza con la mayor libertad posible.
Porque si además de la intimidación, se coarta la libre expresión por medio de canonjías y privilegios comerciales (ambas meras formas de Chayote) las condiciones están dadas para que la sociedad quede en indefensión frente a sus gobernantes, pues no cuenta con la información mínima imprescindible para trazar el rumbo de su destino.
El que siga pensando que tener periodistas o medios chayoteros es nomás otro más de los pintorescos aspectos de nuestra idiosincrasia nacional, no sabe, no conoce, no tiene noción del terrible impacto que todo esto tiene en la deplorable salud social de nuestra Nación.
Con la mayoría del voto priista (malditos sean todos ellos mil veces) y el débil voto de la oposición (suficiente para aparentar que no quieren, pero insuficiente para frenar esta iniciativa porque en realidad sí la quieren) se aprobó pues, en el Congreso de la Unión, la Ley Chayote.
“A la larga esta ley sólo va a incentivar el uso proselitista de la publicidad oficial, afectando la equidad de las contiendas electorales”, apuntó Chumel Torres en su reciente emisión: “De aprobarse solo promoverá un gasto discrecional excesivo”.
“Se está legalizando la corrupción mediática”, señaló Brozo. “En esta administración de “Henry Monster” (EPN) se han gastado casi 40 mil millones de pesos en contratación de publicidad oficial, siempre rebasando los límites establecidos por las autoridades competentes (que es de 13 mil millones)”. Y recalcó la preocupación del área de Derechos Humanos de la ONU por esta ley que “no cumple con estándares internacionales y retiene la discrecionalidad en el manejo de los recursos”.
Me veo obligado a informarme al respecto en video blogs. ¿Por qué? Pues porque los medios tradicionales buscan obviar el asunto hasta que lo rebase otro escándalo y salga de la agenda noticiosa.
Tan fácil que sería discutirlo como cualquier otro tema y así no perder más terreno frente a los medios emergentes, que día con día se vuelven “el referente” mientras la prensa tradicional (incapaz de la autocrítica) se relega al papel del “medio alternativo”. ¿Got it?
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