Estar sentado es igual a merecer
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La semana pasada califiqué exámenes finales de mis alumnos de universidad y varios no pudieron acreditar la materia. Algunos de ellos no estuvieron con su nota final y me enviaron mensajes a través del correo electrónico: “Pero Chuy, no se me hace nada justo. Todo el semestre estuve muy al pendiente de tu clase, traté de nunca faltar y siempre fui participativa”.
“Maestro, ¿por qué reprobé? Si casi nunca falté a clase y participé mucho”. “Oiga profe, no se vale la calificación baja en el trabajo final si le dediqué 30 horas para hacerlo”. Los muchachos piensan que es suficiente con ir a clases para tener buenas notas, se sientan en el escritorio o están horas en una pantalla buscando información. Les enseñamos, desde pequeños, que el participar es suficiente para tener logros significativos. Hace algunas semanas fui a una piñata; los niños participaron en un juego y al final se le entregó un pequeño premio al ganador. Inmediatamente las mamás gritaron, exigiendo que a todos los niños se les diera porque participaron.
Un estudio publicado por la organización americana Reason-Rupe Poll en el año 2014, expone que solamente el 20 por ciento de los papás baby boomers, mayores de 50 años, están de acuerdo en que a los chicos se les debe reconocer por el simple hecho de participar. En cambio, más del 50 por ciento de los papás milenios, menores de 35 años, exigen que sus hijos reciban trofeos por asistir o estar presentes. Un supervisor de una empresa trasnacional y que tiene a su cargo más de 100 ejecutivos jóvenes, me comentó la semana pasada: “maestro, es increíble las nuevas políticas de la empresa. Ahora me exigen dar reconocimientos a mis empleados cada semana. La rotación es muy alta porque los muchachos no reciben estímulos positivos por el simple hecho de no faltar a trabajar”.
Recuerdo que en mi primaria y secundaria se repartían solamente tres medallas (oro, plata y bronce) a los mejores del grupo en: aprovechamiento, conducta, asiduidad y limpieza (uniforme). Sabía que para poder ganar una medalla necesitaba esforzarme en llegar temprano todos los días, llevar mi uniforme completo y zapatos bien boleados, no hablar en clase y seguir las instrucciones del maestro, y dar mi mejor esfuerzo en hacer tareas y estudiar mucho. Y claro que muchas veces, a pesar de mi esfuerzo, no ganaba medalla porque había compañeros mejores que un servidor, pero sabía que daba lo mejor de mí mismo. Hoy las familias, las escuelas y hasta las empresas se preocupan para que todos tengan trofeos.
¿Por qué hay miedo de padres, maestros y empresarios de no reconocer a todos por participación? Quizás tengan la creencia que lastimarán su autoestima o generarán algún tipo de trauma. Lo que sí es cierto es que si seguimos dándoles premios, por simplemente participar, crecerán con la creencia que son merecedores de todo por el simple hecho de asistir o estar sentados.
@JesusAmayaGuerr