El principio de la sabiduría es el temor de Dios
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El Quijote II, 20
En los preámbulos de las bodas de Camacho, el rico, con la hermosa Quiteria, enlace que finalmente se frustra, don Quijote reprocha una vez más a Sancho Panza su desmesurada afición por hablar y hablar y nunca callar, al grado que le dice que quiera Dios “yo te vea mudo antes que me muera”.
“—Al paso que llevamos –respondió Sancho–, antes que vuesa merced se muera estaré yo mascando barro (es decir, sepultado) y entonces podrá ser que esté tan mudo que no hable palabra hasta al fin del mundo, o, por lo menos hasta el día del juicio”.
“—Aunque eso así suceda, ¡Oh Sancho! –respondió don Quijote–, nunca llegará tu silencio a donde ha llegado lo que has hablado, hablas y tienes de hablar en tu vida; y más que está muy puesto en razón natural que primero llegue el día de mi muerte que el de la tuya, y así jamás pienso verte mudo, ni aun cuando estés bebiendo o durmiendo…”.
A continuación expone Sancho con buen juicio y sabiduría un amplio comentario sobre la muerte y cómo llega ésta al hombre. Admirado de los conceptos de Sancho, don Quijote le dice: “Yo no acabo de entender ni alcanzar cómo siendo EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA ES EL TEMOR DE DIOS, tú, que tienes más (temor) a un lagarto que a Él, sabes tanto”.
Cervantes transcribe de manera casi literal esta cita tomada del Salmo 111, 10: “El principio de la sabiduría es temer a Yavé” (traducción de Nácar-Colunga).