Omnia Licita: El mercado del arte en Saltillo
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Hace una semana el Museo del Desierto celebró su 19 aniversario con la segunda subasta de arte en la que participaron tanto artistas locales como nacionales con presencia internacional, quienes donaron sus obras al recinto para recaudar fondos que apoyen en su administración.
Esa noche destacó un fenómeno interesante en la puja de algunas de las piezas —uno que ya había sucedido un año antes en su primera edición—. Mientras que las réplicas de cráneos fósiles adornadas con chaquiras y motivos de la cultura wixárika se fueron por hasta 25 mil pesos obras de artistas reconocidos y con amplia trayectoria como Alberto Castro Leñero, Gabriel Macotela e Irma Palacios, valuadas en precios similares no alcanzaron más de los 10 mil, muy por debajo de su costo en el mercado.
Y no es una comparación que intente demeritar el trabajo de los artesanos wixárikas, pero esto, aunque fue prácticamente una ganga para quienes las adquirieron muestra la falta de interés en consumir arte mirando más allá de su valor decorativo, incluso por aquellos con la solvencia económica para adquirir piezas.
En Saltillo existen contados coleccionistas y aún menor es el número de galerías dispuestas a comercializar obras; Minotauro labora de manera privada, Blanco apenas está empezando y Albricci se divide entre ser una galería a tiempo completo y una sala de exhibiciones que muestra al público proyectos de artistas emergentes, con un rango de precios muy variado, sin una línea fija para su colección.
Y luego están los esfuerzos particulares de cada autor por vender su trabajo a los cuales se suma un proyecto en particular que tiene una presencia constante en el panorama cultural local desde hace años, pero cuya naturaleza inestable no le ha permitido explotar su potencial.
Me refiero al Bazar del Arte, que cada fin de año organizan los alumnos de séptimo semestre de la Licenciatura en Artes Plásticas de la Escuela de Artes Plásticas “Prof. Rubén Herrera”.
A pesar de que cuenta con al menos diez años de vida y se ha ganado el prestigio de ser una plataforma para que los artistas emergentes y uno que otro consolidado de la región pueda vender sus piezas durante la temporada navideña, para la edad que tiene, su presencia es considerablemente reducida.
Esto se debe a que el comité organizador está conformado por los alumnos en turno, lo que lleva a que su calidad esté sujeta de manera casi aleatoria al grupo de cada ciclo escolar, quienes, al graduarse el semestre siguiente, nunca se incorporan a la gestión de la nueva edición. Tal dinámica ha impedido un crecimiento estable en un proyecto cuyo nombre siempre suena en todos lados, pero nunca suena fuerte.
Sin embargo, la edición del 2018 —que estará del 8 al 16 de diciembre en el Centro Cultural Vito Alessio Robles— se anuncia como un evento destacado y bien organizado, con una buena oferta en materia de talleres y conferencias y un amplio catálogo de piezas de arte.
Es tiempo de que este proyecto se convierta, sin dejar de ser una plataforma para foguear a los futuros licenciados en materia de gestión cultural —incorporando a toda la comunidad de la EAP, para pasar la antorcha entre generaciones—, en una verdadera feria de arte que permita un desarrollo mucho más importante del mercado en la ciudad.