El caballo de Calígula
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Gracias por leerme y atender estas letras, estimado lector. Gracias por su atención. La saga que estoy publicando sobre la llegada, la unción en el poder de Andrés Manuel López Obrador ha causado buenos ecos y resonancia. Usted quédese como siempre con lo que le interese de estas letras y deseche lo que considere que es basura, bisutería. Lo escribo porque alguien tiene que dejarlo en figura redonda y advertir del peligro que ya está en su etapa no amarilla, sino roja. ¿Nos va a ir a toda madre con el crucificado de Tabasco y mis comentarios son tremendistas y altisonantes? Para mí, no. Y si nos va bien, voy a ser el primero en aplaudirlo y publicarlo en este espacio. Pero sigo pensando que hubo buenos tiempos en la antigüedad, cuando se tomaban mejores y sabias decisiones en materia política, pues sí, cuando gobernaba el caballo de Calígula. Lea lo siguiente por favor, señor lector.
El 6 de julio de 1988, al cierre de las casillas electorales para la elección presidencial de aquel día, todo mundo estaba reunido en las oficinas del RNE (Registro Nacional Electoral, creo recordar) Aquí estaban representantes de todos los partidos políticos que se disputaban la Presidencia y hartos periodistas de todo el mundo. Eran las 19:15 horas de ese día, y por ser el centro del País, fluían rápidamente los datos de captura de votos del entonces Distrito Federal y de los vecinos del Estado de México. El secreto no era tal. Todo mundo lo sabía y lo veía: el candidato del entonces FND (Frente Nacional Democrático, recuerdo), don Cuauhtémoc Cárdenas, iba abrumadoramente arriba en el cómputo recabado. De repente, las pantallas dejaron de actualizar las cifras. Luego, la oscuridad. Se apagaron.
Un alto funcionario salió a decir lo siguiente, en palabras textuales: “La información empezará a fluir, no se impacienten. Nos reuniremos a las diez de la noche”. No hubo reunión jamás. Cuando días después se dio el cómputo de esta elección el marcador quedó de la siguiente manera: 50.3 por ciento de votos para Salinas, Cárdenas con el 31.2 por ciento y Clouthier con el 17 por ciento de votos. ¿Sabe usted quién era ese alto funcionario que fue el artífice de “la caída del sistema” de ese día?, ¿sabe usted de quién dependía el RNE?
Sí, del entonces poderoso Secretario de Gobernación… Manuel Bartlett Díaz. El mismo que ahora es amiguísimo del virtual presidente López Obrador. Son tan cuates, tan amigos, que Manuel Bartlett Díaz va a ser director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). ¿Ya se le quitaron dichas mañas de mapache o alquimista electoral a Manuel Bartlett, cuando todo mundo vio que ese día y ese año se favoreció a un partido y a un candidato en especial y no ganó el favorito por el cual se votó realmente en las urnas? Amigo de AMLO, hoy sólo cuenta quemarle incienso al nazareno de Macuspana.
ESQUINA-BAJAN
Y si se trata de hacer amigos para escalar posiciones con el cacique, con el dictador de Tabasco, pues hay gente que le sabe a eso. ¿Lealtad, valores, ideología, juntos y codo con codo hasta la victoria o hasta la más terrible e ignominiosa derrota? Es cosa de honor en pueblos ya perdidos, lo de hoy es abrazar el credo del ganador. Y el ganador ha sido AMLO. Pero hubo una vez un tipo empresario que ayudó a llegar al poder a un larguirucho panista lengua suelta. Este hombre es recordado porque fundó, donó y recaudó harta marmaja para lo que se llamó “Amigos de Fox” en su momento, año 2000. Fue tanta la lana y la marmaja, que el IFE inició una investigación de esta asociación recaudadora de dinero. El IFE dijo entonces, allá por el año 2003, creo recordar, (eso de consultar Internet no se me da) que al menos 91 millones de pesos ingresaron a esa asociación de manera ilegal e irregular. Hubo un juicio y se sentó en el banquillo de los acusados a Lino Korrodi, quien era amigo de Vicente Fox y hoy es súper amigo de... su señoría, Andrés Manuel López Obrador.
Un rápido corte de caja hasta este momento y pues ya casi me acabo el espacio de hoy, pero vamos a continuar, claro que vamos a continuar desplumando a este “Presidente” el cual se cree puro y casto. Van dos ejemplos: un priista de sangre roja, Manuel Bartlett Díaz y un panista-empresario de confesionario, Lino Korrodi. Es decir, lo que AMLO y sus acólitos, que no piensan ni usan la neurona que Dios les regaló, han bautizado como “la mafia del poder” y el famoso “PRIAN”. ¿Entonces en qué quedamos pues? Van las palabras del crucificado y portador del báculo de la verdad y la honestidad, el purificador de colesterol malo en colesterol bueno, AMLO: “Nosotros consideramos que la gente se está uniendo a Morena para transformar al País lo hace de buena fe, y si han cometido errores, que todos los seres humanos merecemos una nueva oportunidad”.
Hay otros nuevos amigos de AMLO que fueron priistas, panistas, perredistas, a los cuales los analizaremos en próximas entregas en este mismo y generoso espacio. Las siguientes son palabras milimétricamente escritas por el mejor columnista de Coahuila, el deslenguado y ácido Luis Carlos Plata, quien me las mandó vía SMS, sin pedir su permiso, las reproduzco: “AMLO es un fenómeno que rebasa lo político. Increíble como congrega gente afuera de su oficina. Son como peregrinaciones a la basílica, a pedir milagros”.
LETRAS MINÚSCULAS
Este y no otro es AMLO: el impoluto, santo y purificador, hoy con nuevos amigitos de pupitre. Aquí me callo.