Dos presidentes, un País
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Tres o cuatro meses son muchos meses. Es el tiempo en que hemos tenido dos presidentes de México: uno que ya manda (Andrés Manuel López Obrador) y otro que no manda y ya se quiere ir (Enrique Peña Nieto). En medio, entrampados, así estamos los mexicanos. Se cumple aquello que decían nuestros padres o abuelos cuando daban órdenes: sube el piano, hijo… no, hijo, baja el piano. Así estamos. Con el piano sobre nuestras espaldas y todos jodidos. Vaya pues, así está México desde hace mucho tiempo. No es nuevo, pero ahora todo gira en torno a un rayo de esperanza para nuestras vidas, un rayo de cambio que AMLO supo vender en 18 años en campaña. La reseca puede ser mortal para millones de mexicanos los cuales votaron a ciegas (literalmente) por él y su corte de claques.
AMLO va a gobernar a partir del 1 de diciembre, pero ya nada más sus declaraciones son las vistas y oídas. Su equipo tiene los reflectores. Es el caso de la señora Olga Sánchez Cordero quien será su secretaria de Gobierno. Recientemente habló de que no se trata de “legalizar” sino de “despenalizar” las drogas, tanto la mariguana como la amapola. Caray, terminología jurídica la cual poco o nada tiene qué ver con la vida real (imagino la señora no ha ido en años a la mítica Plaza Garibaldi de su bella Ciudad de México. Ni legalizar ni despenalizar: ejecutar). En sus propias cifras y palabras aportadas en entrevista (finales de agosto), el crimen organizado lava dinero en México por el orden de más de 25 mil millones de dólares. En EU es la cifra de 250 mil millones de dólares. ¿Legalizando, perdón, “despenalizando” la mariguana y la amapola, esto va a cambiar? Un negocio rentable y millonario no se va a ir de las manos a los cárteles de las drogas todopoderosos, porque AMLO y su secretaria de Gobierno redacten una “Constitución Amorosa y Moral”. O porque cambien la terminología jurídica de las drogas.
Nada o poco va a cambiar porque así funciona el mundo y más en México, así de sencillo. Lo digo con tristeza. Pero es la verdad. Esto es a gran escala, lo rudo. Pero vayamos al ejemplo a la mano, a lo que pasa en el vecindario para darnos una idea de lo que AMLO quiere solucionar con sus leyes morales y amorosas; y la próxima secretaria, con su terminología de libro de texto. ¿Hacienda no cobra impuestos porque los vendedores le sacan la vuelta, porque hay maneras de evadirlos o simplemente porque los vendedores no quieren pagar? Pues es peccata minuta comparado cuando llega el crimen organizado a cobrar “derecho de piso”. Es decir, lo que Hacienda no puede hacer, lo hacen los criminales. ¿Ejemplos? La matanza recurrente de porteros y parroquianos en bares y cantinas en Monterrey (Dios me ama, siempre me he salvado y por un día de diferencia).
ESQUINA-BAJAN
El secuestro de un joven de reconocida familia de empresarios (Interial) aquí en Saltillo puso a todo mundo con los pelos de punta, amén de que seguido caen malhechores armados hasta los dientes y con ingentes dosis de droga. Al joven empresario lo secuestraron, fue un literal cobro de piso, impuestos por trabajar, impuesto por existir, vaya. Si no lo hace Hacienda (o aunque lo haga), van a llegar estos tipos por un motivo: hay dinero. Y esto de legalizar o despenalizar las drogas, da igual, es un tema que la ONU ya tiene en su agenda desde hace lustros. En su momento fui el único en publicarlo (columna “Contraesquina” de octubre de 2014).
El problema, insisto, es tan grande y complejo que no se puede solucionar o tener sujeto en uno, dos o seis años. Es aquello de la operación de los casinos de juegos y apuestas. Vaya pues, por eso se legalizaron, para que hubiese seguridad, certeza, menos violencia, menos robos, que no fuese todo clandestino, fiscalizarlos, no al lavado de dinero y un largo etcétera. ¿Y qué pasó aquí en Coahuila? Rubén Moreira los clausuró todos. ¿Qué ha pasado desde entonces? Dos cosas: volvió lo que se trató de combatir: están fuera de la ley, sin control y hay casas de apuestas clandestinas. Dos, la gente que tiene dinero pues sí… se va casi diario a Monterrey a gastar y jugar. ¿Condenarlos? Absolutamente no. Es su dinero y son sus gustos. El problema es del Estado de Coahuila que no puede ofrecerles seguridad, dinamismo, apuestas legales, certeza y todo lo que lleva que operen legalmente casinos en Coahuila. El Estado es incapaz de ello.
Una amiga joven y guapa que tengo, de la cual es imposible publicar aquí su nombre, pertenece a una buena familia de postín de la localidad. Ella ya administra su parcela de negocios. Y claro, como no hay mucho qué hacer en la localidad y a ella le gusta apostar… se va cada tercer día si no es que diario, a la vecina ciudad de Monterrey, con su caravana de amigas. Con todo lo que eso arrastra: allá dan propinas, allá dejan su dinero, allá comen, allá cantan, allá gastan y lo peor, la carretera siempre es un peligro al regresar. Se arriesgan a un accidente. Así las cosas. Suena muy bien en el papel el buscar despenalizar o legalizar las drogas, cuando se sabe que de 2012 a 2017, la superficie cultivada de amapola se cuadruplicó de 10 mil 500 a 44 mil hectáreas. ¿El crimen organizado va a dejar este ingente pastel? Caray, nunca.
LETRAS MINÚSCULAS
Mientras tanto ¿quién gobierna? “Corazoncitos”, les dice AMLO a las reporteras. Así este País de chocolate.