Dedo, click y robot
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Con la presión de un dedo se puede enviar un misil transatlántico a su objetivo.
En el mundo de la telefonía celular un dedo activa una cámara fotográfica, una lámpara, una calculadora, un calendario, un libro de notas, una grabadora, un mensaje escrito o de voz, un programa de televisión, un indicador de rumbos, una música estridente o relajante, una mensajería instantánea, cientos de sitios de compra, un telescopio, una biblioteca o juegos innumerables de entretenimiento cibernético, aparte de cientos de aplicaciones de servicios múltiples. Y todo con dispositivos portátiles de bolsillo, ligeros y delgados.
No pocos hogares ultramodernos evitan esfuerzos y desplazamientos controlando todo con un dedo sobre una pantalla. Sólo la política ha ido excluyendo el dedazo inutilizador de votaciones. La tendencia de lo digital persigue, para todo, el mínimo esfuerzo de un click para tener resultados inmediatos. Toneladas de papelería han quedado obsoletas. Son sustituidas por operaciones en Internet...
De las computadoras se está dando el salto a los robots humanoides con destrezas diversas o especializadas. Dicen que en Japón ya hay un hotel manejado por robots que te inscriben, te llevan equipaje, te hospedan y te sirven la comida sin omitir el cobro al final. Ya se recibió la visita, en este país, de una fémina robot sabelotodo como si fuera un personaje de alta distinción.
Empieza a sentirse, en los países más desarrollados, el impacto de la robotización. Quedan innumerables empleos cancelados con la correspondiente desocupación masiva. Se comenta que el robot no se cansa, su precisión es intachable, no tiene sueldo, no hace huelgas, no cobra horas extras y sólo hace lo que en él se programa. Automóviles y autobuses sin chofer, totalmente automatizados, ya circulan en el primer mundo.
Artesanías, manualidades, uso de herramientas impulsadas con esfuerzo corporal se van viendo como anacrónicas ante la invasión de lo digital y lo robótico, con sus automatismos en explosivo avance. El ama de casa oprimirá botones y la sirvienta será una computadora o un robot. Se aumentará el tiempo libre, se extenderán los lapsos de ocio porque el negocio ya queda mecanizado, automatizado, digitalizado y robotizado.
En el ámbito eclesial ha habido brotes inmediatamente sancionados. El iPad en lugar de misal, predicación sobre patineta electrónica y el uso de drones en procesión han sido intentos muy particularizados allá y más allá. En la liturgia las modernidades electrónicas audiovisuales no se excluyen si respetan el objetivo central, y se aplican con moderación y límite.
Lo digital y lo robótico pueden ser deshumanizantes. El estrés y la depresión actuales pueden ser consecuencia ya de la falta de encuentros personales, de la falta de trabajos y esfuerzos directos sin delegación, de la carencia de protagonismo con esfuerzo propio.
El dedo, el click, el automatismo robótico vienen en avalancha con la complicidad del consumismo generalizado del úselo y tírelo, que ve como necesario adquirir la última generación de todo para permanecer en la cresta de la ola...