Cuatro Ciénegas: un ecosistema que debemos proteger
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“Lo de Cuatro Ciénegas es un problema realmente grande y serio. La estrategia (que se debe seguir) es la que debe definir cuáles son los problemas principales, cómo hay que entrarles, qué políticas o falta de ellas afectan la posibilidad de resolver esto”.
La frase anterior corresponde a las declaraciones de José Sarukhán Kermez, coordinador General de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, al advertir que a dicho ecosistema no puede concebírsele como un sitio turístico “ordinario”, ni es posible seguir explotando sus acuíferos en la forma en la cual se hace hoy.
Las palabras del funcionario federal tienen un propósito concreto: advertir –una vez más– sobre la fragilidad de un ecosistema único, cuya preservación es un asunto no sólo de interés local sino incluso global, por ello no puede ser tratado a la ligera.
Uno de sus señalamientos, en particular, debe tenerse en cuenta para la concepción, diseño e implementación de políticas públicas adecuadas: la explotación del lugar como sitio turístico.
Y debe tenerse en cuenta de forma particular dada la categoría de “Pueblo Mágico” que ostenta el municipio de Cuatro Ciénegas, misma que implica la inyección de recursos con el propósito, entre otros, de explotar sus atractivos turísticos.
En este sentido valdrá la pena que se clarifique lo que significa no ver a Cuatro Ciénegas “como si fuera Cancún”: ¿debe eliminarse por completo la presencia humana en los cuerpos de agua de la zona? ¿Debe reducirse ésta a un mínimo controlado de forma estricta?
La respuesta a estas preguntas tendría que ser una prioridad de los tres órdenes de gobierno, porque no solamente implica tomar decisiones en relación con la explotación turística de la zona, sino también respecto de la eventual necesidad de impulsar actividades económicas diferentes.
De lo que no puede caber duda es que el ecosistema de Cuatro Ciénegas debe ser protegido de los efectos nocivos que la actividad humana tiene sobre él, a fin de reducir y, eventualmente, revertir el impacto negativo que se ha causado en su estructura.
La de Sarukhán es una nueva voz de alerta, que se suma a muchas otras que ya anteriormente nos han advertido sobre el riesgo que se corre de causar daños irreversibles en esta zona peculiar del territorio estatal, y que forma parte del patrimonio colectivo.
No podemos darnos el lujo de desoír tales voces, ni de soslayar la importancia de sus advertencias. El costo que podríamos pagar por un descuido de tal magnitud sería inmenso.
Es deseable en este sentido que, tanto las autoridades del municipio como las estatales, desplieguen a la brevedad posible una estrategia tendiente a garantizar que se frene el deterioro ambiental de Cuatro Ciénegas, invirtiendo en ello los recursos que hagan falta pero, sobre todo, imprimiendo a tal empresa toda la voluntad que sea necesaria.