Coahuila: entre el ‘cielo’ y el ‘infierno’ ecológicos
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Ni duda cabe que el carbón mineral es una de las fuentes de energía –vale decir, de riqueza– que hicieron posible el desarrollo del centro y norte de Coahuila, al grado de definir con ese motor de la economía regional, la vocación productiva de la entidad.
Prácticamente todos los habitantes de la región Carbonífera tienen, así sea de manera tangencial, relaciones familiares o de negocios con obreros de las minas o “pocitos” que arrancan del subsuelo los restos de un lejanísimo pasado que hoy permiten la existencia de nuestra sociedad. Después de tres cuartos de siglo de fundir acero y de dotar a México del 11 por ciento de su electricidad, en los municipios donde se extrae la hulla todavía conviven la tecnología de última generación, con los métodos tradicionales de explotación del mineral.
Pero el progreso paga un costo y la transformación del carbón –energético vital para mover al mundo desde la Revolución Industrial– lo han convertido en un peligroso elemento para la existencia del planeta.
Científicos coinciden en que el alza de la concentración de “gases efecto invernadero” en la atmósfera terrestre altera el clima. El vapor de agua, el dióxido de carbono (CO2), el ozono troposférico y el metano son los principales gases de efecto invernadero.
Las dos causas principales del cambio climático son los gases que generan los vehículos y la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. El efecto invernadero atrapa el calor y aumenta la temperatura de la Tierra.
Ese incremento tiene efectos como el aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías, y la diseminación de enfermedades: es el Calentamiento Global.
El Calentamiento Global es un alza de la temperatura en la superficie terrestre; es a la vez síntoma y consecuencia del cambio climático, la mayor amenaza de la humanidad.
Usar gas natural para generar energía puede evitar parcialmente más emisiones de CO2 a la atmósfera si se contiene el escape de metano en la extracción del gas, y resulta que Coahuila formaba hace millones de años las playas del Cretácico que hoy albergan, coincidencias, gas shale.
Ese hidrocarburo no convencional se encuentra en las formaciones rocosas de lutitas, caracterizadas por su baja permeabilidad lo que impide su extracción a la superficie. La solución en varias partes del mundo ha sido la aplicación del llamado “fracking” o fracturación hidráulica.
Pero diversas experiencias con el “fracking” relacionan el método con el consumo masivo de agua, la contaminación de los mantos acuíferos, y de provocar sismos donde no se registraban.
Así, la mala noticia para Coahuila es que su desarrollo se liga a dos formas contaminantes de producir energía. Lo positivo es que la entidad es la única del País donde se generan proyectos de energía solar fotovoltaica y eólica, en tanto dispone de una irradiación solar superior a la media nacional, así como la generación de vientos que son favorables.
Para generar electricidad “limpia”, el Estado concentra el 8 por ciento en potencial solar y el 13 por ciento eólico nacional, y compañías internacionales ya arrancaron millonarias inversiones en la zona fronteriza, en La Laguna y en el Sureste de Coahuila.
Estamos, pues, en los extremos de la generación de energía: los métodos más contaminantes y los más amigables. ¿Quién concilia?