Candidatos en campaña: ¿de verdad no están gastando?
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De acuerdo con las cifras públicas que el Instituto Nacional Electoral pone a disposición de los ciudadanos, al menos los actuales aspirantes al Senado de la República, que buscan representar a Coahuila en la Cámara Alta, se habrían convertido en unos “ejemplos de austeridad”.
Y es que, a juzgar por los montos que han reportado al INE, ninguno de ellos parece dispuesto a gastar de más, incluso el que más se ha entregado al “dispendio” no llega siquiera al 15 por ciento del tope de gastos autorizado para dicha contienda.
Al respecto, vale la pena puntualizar que las cifras conocidas hasta ahora corresponden al primer tercio de la campaña y que, de seguir con esa tendencia, los aspirantes a senadores no alcanzarían a gastarse ni siquiera la mitad de los poco más de 10 millones de pesos que pueden erogar de forma legítima cada uno de ellos.
Se antoja, en primera instancia, considerar que quienes hoy buscan nuestro voto se están acogiendo a la sabiduría popular que aconseja: al ver las barbas del vecino cortar, poner las propias a remojar. Es decir, que frente a la polémica gestada durante la pasada contienda por la Gubernatura del Estado, nadie quiere exponerse a la posibilidad de un juicio que pueda terminar en una sentencia de nulidad de la elección.
Sin embargo, también se antoja difícil creer que nuestros políticos, acostumbrados al despilfarro de recursos, así como al uso de dinero indebido, hayan decidido de pronto convertirse en ejemplos de rectitud y estén limitando por ello el gasto electoral tan sólo a lo más indispensable.
Lejos de tal posibilidad, lo que se antoja más probable es que los equipos de campaña de las distintas coaliciones estén siendo sumamente escrupulosos en lo que reportan a la autoridad electoral, lo cual implicaría ser igualmente escrupulosos en la estrategia para ocultar el gasto real.
Si esta última hipótesis es cierta, la clave de esta contienda será entonces que las autoridades electorales sean muy hábiles en desplegar una estrategia de monitoreo y cruce de información, que permita descubrir las rutas del ocultamiento en el gasto electoral.
Sería realmente sorprendente que, de verdad, nuestros políticos se hubieran vuelto austeros y ahora se dedicaran sólo a gastar en lo absolutamente indispensable para realizar sus campañas.
El problema es que eso implicaría transformar los procesos electorales mexicanos en un escenario en el cual la herramienta fundamental para convencer a los electores fueran las ideas, los proyectos concretos, los análisis de fondo y las estrategias para resolver los problemas desde la raíz.
Sin duda eso es lo deseable, pero todos sabemos muy bien que hacer tal cosa no se encuentra en la naturaleza de quienes integran nuestra clase política y por ello lo más razonable, frente a las muy austeras cifras que han reportado los candidatos al senado hasta ahora, es desconfiar de las mismas y pensar cómo estarán ocultando la información.