Bonitas tradiciones transexenales
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Es muy conocida la búsqueda de la aquiescencia como primer movimiento de un nuevo gobierno.
Cada nueva administración intenta validarse mediante un intempestivo golpe de timón o acción inusitada durante sus primeros meses, aunque ello constituya más una táctica efectista y mediática que el establecimiento de una verdadera política a emprender.
Nuestros recientes presidentes nos acostumbraron a esperar de ellos, al poco tiempo de tomar protesta, un notición digno de Primer Impacto.
Como recordarán todos los que no son millennial, el capo Carlos Salinas abrió su gestión con el “Quinazo” (se me antojó un vodka tonic), es decir, el arresto del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”. Con esto el peligroso chaparro de Agualeguas dejó bien claro quién tenía las riendas del poder.
Le sucedió el emergente Ernesto Zedillo, quien no tuvo más opción que entambar al hermano del mismo exmandatario de quien recibiera la banda presidencial.
El arresto de Raúl Salinas nos dejó con el ojo pipiolo a todos, pero le dio a Zedillo gobernabilidad en medio de la peor crisis desde el 82: el EZLN y el amargo despertar del sueño salinista.
Llegó entonces Vicente Fox, quien, como es medio pendejo y entiende todo al revés, en lugar de meter a un malandro en la cárcel, dejó escapar al “Chapo” Guzmán en sus primeros meses. El lenguaraz de Guanajuato llegó después de todo con muy alto índice de aprobación, por lo que soportó bien este revés.
Felipe Calderón inició su gestión enfundándose en el uniforme de las Fuerzas Armadas para declarar la guerra al narco, asumirse como un presidente fuerte y sobre todo legítimo, luego de la sospecha de una elección de Estado que le habría arrebatado el triunfo a AMLO.
También en los primeros días de la gestión del tocayo incómodo, Enrique Peña Nieto, se dio el arresto de uno de los personajes más reconocidos y más asociados con la corrupción en México. La “mayestra” Elba Esther Gordillo fue apresada por agentes federales por delitos de malversación que se le imputaban desde décadas atrás.
Los hechos aquí referidos ocurrieron en los meses de enero o febrero posteriores a la toma de protesta de los respectivos mandatarios, que tiene lugar en diciembre.
Y si (con excepción de Fox, claro) no son todos gestos de teatralidad política, meras ganas de plantarse como héroe mitológico alzando la cabeza de Medusa para regocijo de los mortales aldeanos, entonces quiere decir que no entiendo absolutamente nada.
Acostumbrados como estamos al absolutismo presidencial, estaríamos ávidos de ver rodar las primeras cabezas inmediatamente después del primero de diciembre. Sobre todo aquellos que se sienten particularmente agraviados por el presente régimen.
El llamado “tigre”, peluda metáfora para aludir al descontento popular, duerme de momento atiborrado por el resultado electoral, sumido en el sopor de un mal del puerco largamente acariciado.
Pero el pueblo es el pueblo y se le habla no desde la intelectualidad sino desde el simbolismo. Lo de la cuarta transformación suena muy bonito y todo, pero la muchedumbre quiere atestiguar que algo se destruya para comenzar la reconstrucción desde las ruinas del régimen maldito.
En su última entrevista relevante antes de las elecciones, en el programa Tercer Grado, el hoy virtual Presidente electo dejó entrever que no caería en persecuciones de carácter político.
Al menos, según sus palabras, dejaría que la impartición de justicia recayera en el Poder Judicial, sin la instigación o entorpecimiento por parte del Ejecutivo. Como ya le digo, algo completamente inusitado en un País en el que no se respeta la división de poderes.
La Historia nos enseña, desde la Revolución Francesa y más atrás, que el pueblo quiere ver correr la sangre de sus monarcas luego de derrocarlos. “¡Si no qué chiste!”.
¿Será que AMLO puede regatearle al temido tigre el delicioso bocadillo reivindicador? ¿Podrá convencer a un pueblo, que ya pagó en las urnas su boleto de primera fila para el show de la guillotina, de que no necesita ver el grotesco espectáculo de un presidente verdugo, sino que es mejor esperar y confiar en las autoridades correspondientes?
Por si acaso –y sólo en caso de que– el Peje-sidente cambiase de parecer y considerara necesario darle al tigrillo algún otro tentempié para que se refocile y entretenga la tripa, nomás en lo que inicia la “Cuarta Transformación” y se termina la corrupción de una buena vez, yo le pediría que voltease a Coahuila donde tenemos muy buen material humano para calentar cemento en nuestros penales de máxima seguridad.
Le recuerdo a don AMLOVE que en Coahuila estamos muy lejos de haber sido resarcidos o de haber visto castigada la corrupción y que no se trata ya de una cacería de brujas, sino de un elemental acto de justicia imprescindible para que los habitantes de esta violada entidad podamos participar en esa transformación que nos ofreció como promesa de Gobierno.
Así que no se achicopale, por favor, si necesita un Moreira o algún otro judas para quemar en la plaza principal, para regocijo y sosiego del tigre, por nosotros no se detenga. ¡Aquí en Coahuila hay con que quererlo, don Andrés!
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