Aprender a recordar
COMPARTIR
TEMAS
Mucha gente dice: “perdono pero no olvido”.
El perdón es del corazón y el olvido es de la memoria. La actitud de perdón es la que quiere vencer el mal con el bien. La que no quiere contagiarse del odio que condena. Es la actitud de quién quiere cambiar rencor por comprensión.
No quiere quedarse en el resentimiento con un espíritu de venganza propio de la antigua ley del Talión de “ojo por ojo, diente por diente y vida por vida”.
Quien perdona de verdad no quiere olvidar sino recordar con otro enfoque, sin respirar por la herida. Quienes son víctimas pueden vivir un proceso interior que las lleve a no odiar ni querer venganza, a recordar sin rencor. Al mismo tiempo quieren “perdón con justicia” porque rechazan la impunidad.
Toda verdadera ley va acompañada de una sanción correspondiente en caso de infracción.
Lo vindicativo suena etimológicamente a venganza, pero es en realidad un recurso legal necesario para desalentar las inobservancias. Las multas y las privaciones de la libertad hacen que la sociedad sienta que no está desarmada frente a cualquier violencia o lesión de derechos.
La amnistía es no querer recordar. Se ha aplicado en casos extremos en que una colectividad elige el camino de reconciliación, especialmente cuando hay faltas reconocidas y propósito de enmienda.
Hay armisticios. Hay treguas, hay acuerdos de paz. Sería imposible convivir en este planeta de ofensas recíprocas si las naciones, especialmente las vecinas, no optaran por no quedar congelados en un clima de mutuas acusaciones.
El equilibrio entre el perdón individual y familiar y la justicia comunitaria es una madurez y victoria humana muy valiosa. Que no haya impunidad, pero que sí se haga justicia y se extienda el perdón.
La evidencia lleva a la sentencia. Una presunción no basta para tipificar una culpabilidad. Todos queremos ser considerados y tratados como inocentes mientras no se nos demuestre lo contrario.
Sería imposible convivir con nosotros mismos si no nos perdonáramos diariamente. No olvidamos nuestras equivocaciones ni nuestras maldades, pero acabamos por comprenderlas. Una familia en la que hay perdón y se recuerda con comprensión, vive una dimensión importante del amor misericordioso que atrae la paz. Una comunidad puede vivir una época que sane la memoria no con olvido sino con comprensión. Que limpie el corazón al mismo tiempo que protege los derechos humanos sancionando la lesa humanidad.
Se requiere cuidar más los lenguajes obsoletos y anacrónicos que acentúan divisiones, especialmente en medios de difusión y redes sociales. Estrenar la ley de oro propia del judaísmo, del islam y del cristianismo. No tratar a otro como no queramos ser tratados...
Pasado el día de difuntos (que no de muertos) en que la plegaria pide, para los que se han ido, el cumplimiento de las promesas de resurrección y eterna plenitud, se adivina en la vida la necesidad de no quedarse nunca en rencor y oposición, sino siempre avanzar hacia la complementación que une lo diferente...