24 millones de mexicanos no tienen acceso a comida nutritiva y de calidad
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Según el Coneval los menores, las familias pobres y las mujeres son quienes ven más limitado el acceso a una alimentación nutritiva y de calidad. Mientras los más pobres gastan la mitad de sus ingresos en alimentos básicos, las familias con mayor poder adquisitivo invierten solo una cuarta parte de su dinero en carne, leche, frutas y bebidas alcohólicas
El derecho a la alimentación nutritiva y de calidad en México no está al alcance de todos; el de los niños es uno de los grupos más vulnerables en este rubro. Tan solo en 2016, de los 24.6 millones de mexicanos (20.1% de la población) que presentó inseguridad alimentaria severa y moderada, el 21.7% corresponde a niños menores de 5 años.
La Carencia por Acceso a la Alimentación en nuestro país coloca a un amplio sector de la población en una situación de vulnerabilidad y problemas de accesibilidad y calidad, que derivan en problemas como malnutrición, desnutrición, anemia, entre otros problemas de salud.
El Estudio Diagnóstico del Derecho a la Alimentación Nutritiva y de Calidad 2018, del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollos Social (Coneval) plantea que México atraviesa un contexto de “importantes vulneraciones” en el tema de la alimentación que afectan de manera casi homogénea a todos los grupos poblacionales y regiones del país.
El derecho a la alimentación se establece en el artículo 4 de la Constitución que establece que “Toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El estado lo garantizará”.
De acuerdo con el estudio del Coneval, los menores de edad son quienes padecen en mayor grado la situación de vulnerabilidad, toda vez que dependen de alguien más para cubrir su necesidades básicas de alimentación. Cifras del INEGI revelan que los estados con mayor porcentaje de menores con inseguridad alimentaria severa y moderada son: Tabasco (42.5%); Oaxaca (31.8%); Guerrero (28.4%); Colima (25.1%); Estado de México (26.6%), y Michoacán (25.3%).
El problema para los menores puede ir más allá de la carencia alimentaria si es que pertenecen a familias de escasos recursos, toda vez que, según el estudio, el gasto que los hogares con los ingresos más bajos hacen en alimentos y bebidas corresponde a la mitad del total de su gasto realizado en un año, mientras que las personas con mayor poder adquisitivo destina apenas una cuarta parte a este rubro.
Esto significa que al utilizar una gran parte de sus recursos en alimentación, las familias más pobres arriesgan la satisfacción de otras necesidades como la atención de la salud, educación, vestido, entre otras.
El estudio detalla que mientras las familias de menores ingresos gastaron más dinero para comprar cereales (tortillas de maíz); huevo (proteína más barata que las carnes); aceites y grasas; tubérculos (como las papas); verduras; leguminosas y semillas, y azúcar, los hogares de ingresos mayores invirtieron más en carnes, leche, frutas, bebidas no alcohólicas y bebidas alcohólicas.
La desigualdad en el poder adquisitivo se acrecentó entre 2005 y 2014 como consecuencia de la disminución en los ingresos en los hogares mexicanos y el alza en los precios de los alimentos.
La accesibilidad económica, para estas familias, les permitiría adquirir los alimentos para llevar una dieta adecuada sin comprometer la satisfacción de sus otras necesidades básicas.
“Las personas pueden comprar alimentos a través de los sistemas de distribución, elaboración y comercialización establecidos; pero también a través de la producción para su consumo dentro del hogar, para su intercambio por otros productos alimenticios, o para venderlos y obtener ingresos para comprar otros alimentos”, plantea el estudio.
Con relación a la accesibilidad y disponibilidad de alimentos saludables y nutritivos, el Coneval encontró que, con base en registros de 2014, mientras en las localidades urbanas el abasto se resuelve por la amplia disponibilidad de puntos de venta, en las zonas rurales, solo el 4.5% de las localidades con menos de 5 mil habitantes contaron con abasto completo de alimentos esenciales.
Lo anterior provocó que para 2015 el 42.5% de los habitantes de comunidades rurales saliera de sus localidades para adquirir sus insumos, teniendo que incurrir en costos adicionales de transporte y tiempo.
Un aspecto que afecta negativamente la disponibilidad de alimentos, es el alto número de estos que se desperdician. A nivel mundial, cerca de 1,300 millones de toneladas de alimentos; los cuales serían suficientes para alimentar a 2,000 millones de personas, se pierde o desperdicia. En México, el desperdicio de comida alcanza los 20.4 millones de toneladas, equivalentes a 34% de la producción nacional. Esta cifra conlleva a una pérdida económica de más de 400 mil millones de pesos al año, equivalentes a más de dos veces el presupuesto anual de la Sagarpa y la Sedesol.
No solo es carencia, sino también mala alimentación
Otro de los hallazgos relevantes es el tema de la calidad de la alimentación, en el cual se observar una alta prevalencia de consumo de alimentos con una alta densidad energética sobre los de alto valor nutricional.
En otras palabras, las y los mexicanos de todas las edades, prepondera el consumo de bebidas no lácteas endulzadas sobre aquellos con cualidades nutricionales benéficos para el organismo.
Esta situación propicia que el escenario nutricional de México se cracterice “por la convivencia de cuadros de desnutrición y una alta prevalencia de sobrepeso y obesidad en la población general”.
El estudio señala que los sectores más vulnerables a este problema son los menores de 5 años y los adultos mayores (65 años y más).
El principal problema derivado de los altos índices de mala alimentación es la malnutrición.
En 2016, 72.6% de los adultos en México presentaban sobrepeso u obesidad, la prevalencia de estas condiciones entre los hombres fue mayor que el de las mujeres que en los hombres (75.6 por ciento y 69.4 por ciento respectivamente). En general, 7 de cada 10 adultos en el país sufren alguna de estas condiciones.
Entre el grupo de preescolares, 21.2% de los niños y 24.2% de las niñas presentaban sobrepeso u obesidad en este mismo año.
Un elemento que incide fuertemente en los patrones de este consumo es la publicidad, prueba de ello es su presencia constante en todos los medios de comunicación masiva y en todos los horarios. Son los niños y adolescentes quienes se encuentran mayormente expuestos a esta publicidad la cual suele ser de productos con baja o nula calidad nutricional por tener alto contenido de grasa, sal y azúcar.
La mayoría de estos productos no saludables pertenece a los llamados “cinco principales”: 1. Los cereales azucarados; 2. Las bebidas azucaradas; 3. Las botanas dulces; 4. Las botanas saladas; y 5. La comida rápida. “La publicidad de estos productos contribuye a la epidemia de obesidad, al influir en las preferencias alimentarias y patrones de consumo”, plantea el estudio.
El sobrepeso y la obesidad son problemas que disminuyen la calidad de vida de quienes las padecen, debido a las enfermedades que induce: diabetes, cardiovasculares (principalmente las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares), trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones), y algunos cánceres (endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula biliar, riñones y colon).
Vulnerabilidad en las mujeres...