¿Cuánto cuesta hacer una obra de teatro en Saltillo?
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Una convocatoria lanzada por la Secretaría de Cultura dejó al descubierto la precariedad laboral de los artistas coahuilenses, así como de las prácticas aparentemente buenas que solo siguen dañando al gremio
El pasado jueves 26 de enero, la Secretaría de Cultura de Coahuila anunció parte de sus planes para la edición número 25 de la Feria Internacional del Libro Coahuila 2023 (FILC), entre los cuales se encuentra el lanzamiento de un Programa de Actividades de Difusión y Estímulo a la Creación Artística, que convoca a artistas y agrupaciones de música, danza y teatro, a concursar por uno de 6 espacios en la programación del encuentro literario.
Sin embargo, dicha convocatoria resultó indignante, sobre todo para la comunidad teatral, al ofrecer en inicio un estímulo de 3 mil pesos –ya fue modificado a 5 mil– por “honorarios y gastos de transportación” para agrupaciones; un “insulto”, de acuerdo con muchos creadores que así se expresaron en redes sociales al respecto.
Tal enfado podría parecer una exageración cuando se piensa que, por ejemplo, una agrupación norteña o un mariachi pueden llegar a cobrar entre 2 mil 500 y 5 mil pesos por una hora de espectáculo. Además de que las condiciones no son las mismas, ¿realmente una producción teatral necesita más para presentar una obra de duración similar?
La precaria realidad
El teatro es un arte del presente y salir al escenario es también dejar detrás de este el dinero, tiempo y energía invertidos. Pero la producción abarca mucho más de lo que se observa en temporada y los artistas deben desarrollar sus proyectos en medio de la precariedad, entre un casi nulo interés de la iniciativa privada, pocos apoyos desde el gobierno y prácticas que parecerían benéficas pero que solo perpetúan patrones y estructuras que impiden una práctica digna.
En 2018 la compañía independiente Cuarta Pared Teatro montó la obra “Constelaciones” de Nick Payne, un drama con solo dos personajes y una escenografía de pequeño formato. El productor de la obra, y director de la compañía, Rodrigo González, dijo a VANGUARDIA que tuvo un costo aproximado total de 100 mil pesos, entre los honorarios de creativos y técnicos, derechos de autor, escenografía y renta del espacio, sin contar gastos publicitarios.
“3 mil pesos nos completa prácticamente para los derechos de autor de una presentación”, señaló.
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La obra “Tsunami” de Claudia Edith Álvarez, producida por la Compañía de Teatro Camaleón y seleccionada en la 42 Muestra Nacional de Teatro en 2022, cuenta con tres miembros en su elenco, una escenógrafa, además de equipo técnico, y una escenografía compleja, con varias estructuras y estanque, costó cerca de 40 mil pesos, aseguró su productora, Andrea Galindo.
Mientras tanto, “Las Criadas” de Jean Genet, montada con la colaboración de Éter Teatro y Origen Teatro en 2022 como una obra de época, con escenografía y vestuario indicados para tal propósito, costó alrededor de 20 mil pesos sin tomar en cuenta las inversiones en especie –nos indicó Ana Laura Corpus, una de la actrices–, sobre todo en mobiliario.
Estas últimas dos reportaron un proceso de producción que inició con un fondo menor a los 10 mil pesos, a partir del cual se fue sumando lo necesario para concluir el proyecto, sin mayor inversión que la de los involucrados y fondos de ahorro de las propias compañías.
Para Camaleón, en específico, su primera temporada no atrajo ingresos suficientes, pero su participación –y reconocimiento– en la Muestra Estatal de Teatro y la Nacional, permitieron recuperar lo invertido.
“En el teatro actual quedas tablas, si no lo mueves para conseguir apoyos prácticamente pagas por hacer teatro, que no es la idea”, expresó Galindo.
Una obra pequeña
Este jueves 2 de febrero la Secretaría de Cultura convocó a otra rueda de prensa, en la que además de informar sobre el avance de la programación de la FILC, señalaron cambios a la convocatoria en cuestión y recordaron que, como lo estipula el documento, la invitación es a producciones de pequeño formato, corta duración y con elementos escenográficos, utilitarios y de vestuario fáciles de transportar.
Tal argumento podría justificar el estímulo, pues existen obras como “Frida Kahlo: Viva la Vida” de Humberto Robles, monólogo dirigido por Martha Matamoros, el cual costó cerca de 2 mil 200 pesos, sin considerar que parte de la producción es reutilizada, ni que los derechos de autor fueron regalados; o también otros monólogos de Juan Antonio Villarreal, que tuvieron una inversión similar.
No obstante, estos cálculos, como lo especificó Matamoros, tampoco incluyen los ensayos, ni el trabajo intelectual ni artístico, factor siempre difícil de dimensionar ante las exigencias financieras contemporáneas. De manera similar, la grabación de un video de la obra –requisito para participar en muchas convocatorias–, las sesiones de foto, la impresión de programas de mano, así como otros elementos necesarios para sostener al proyecto, no suelen ser tomados en cuenta.
“Solo meter la carpeta [a una convocatoria] implica que ya hay mucho dinero atrás”, dijo Corpus.
Además, el programa de estímulos de la FILC ya tiene en consideración al espectáculo unipersonal, con un apoyo de 3 mil pesos.
Función gratuita
Una práctica que ha comenzado a popularizarse entre las instituciones de cultura es la de “comprar funciones”, donde dicho organismo paga por el total del aforo y desde su plataforma invita al público a asistir a la obra de manera gratuita.
En Saltillo tres de los más activos espacios teatrales independientes, el Centro Cultural La Besana, el Teatro Garnica y el Foro Amapola, tienen un cupo de 80, 100 y 200 asistentes respectivamente. Asimismo, en la actualidad un boleto cuesta entre 100 y 250 pesos. Con el estímulo de 5 mil pesos, la Secretaría de Cultura estaría comprando una función, al más bajo precio, con solo 50 asistentes.
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No hay dinero, pero sí buenas intenciones
El estímulo que se plantea desde la FILC –misma que, han recalcado los organizadores, se realiza en medio de recortes presupuestales–, parece una buena manera de ampliar la cartelera, darle espacio y una remuneración a los artistas, pero en la práctica repite patrones de precarización, al ofrecer lo mínimo que puede más como un paliativo que como un apoyo de peso.
Los artistas trabajan desde la informalidad, sin estructuras que protejan sus derechos laborales y sociales, ni referencias o tabuladores específicos de ingresos, dependiendo del gusto del público para recuperar la inversión y de trabajos primarios que les permitan vivir para desarrollar esta actividad. Un pago justo por parte de la institución encargada de difundir y estimular a la creación artística no es una exageración.