Saltó desde la azotea del Royale para salvar su vida
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A diferencia de los otros empleados del inmueble, Ana no se escondió en el baño y prefirió escapar por el techo del casino
MONTERREY.- "Es un milagro que esté viva" dice incrédula Ana, al voltear hacia el calcinado Casino Royale. Ella es una de las pocas sobrevivientes del incendio del jueves.
Sabe que puede platicarlo, porque en lugar de irse a esconder a los baños cuando miró a los hombres armados -como lo hizo la mayoría de los empleados- corrió a la azotea desde donde se aventó para escapar.
Todavía se pregunta por qué tuvo esa reacción, si entre los regios lo común en un momento de violencia en lugares públicos es que la gente se encierre en baños o en oficinas hasta que dejen de escucharse las amenazas y los disparos de los sicarios.
Esa reacción de Ana, como pidió que la llamáramos para proteger su identidad, salvó al menos a 30 personas entre meseros, técnicos y clientes que la siguieron hasta la terraza, donde pudieron saltar a la azotea con ayuda de los plafones y luego hacia el estacionamiento de la parte trasera del casino.
Ana fue el ángel que les alertó a todos los que estaban en el segundo piso (en el Sport Books), sobre el peligro.
Desde la barra en la que atendía, miró por el cristal que daba hacia el Bingo (planta baja) lo que sucedía. Cuenta que vio a los clientes tirados en el piso y a unos hombres armados amenazándolos.
Ella supone que algunos trabajadores del casino que estaban abajo y pudieron escapar de Los Zetas se fueron a refugiar al baño, porque la mayoría murió por asfixia.
Un ejemplo, es cómo María Guadalupe Monsiváis Estrada en los dos ataques que habían pasado anteriormente en el Royale, se escondió y se encerró en una oficina, según contó hace unos meses a su familia.
Por desgracia, esta tercera vez, fue una de las víctimas que fallecieron por asfixia. Lo peor es que ese jueves a ella no le tocaba trabajar, su mejor amiga le había pedido la suplencia.
De hecho, y me dice que es importante recalcar es que comenzaron a brincarse por la azotea, porque Ana pensó que los sicarios iban a subir al salón de apuestas del segundo piso y los iban a robar como en las dos ocasiones anteriores, ya hasta después supieron, por el denso humo, que no era un asalto, sino que el crimen organizado habían llegado a acabar con el lugar.
También asegura que fue imposible buscar las salidas de emergencia, porque inmediatamente después de que la gente estaba tirada en el suelo del Bingo, el fuego consumió el casino.
"No pasó ni un minuto cuando ya todo estaba en llamas. Es más ya no podía respirar cuando estaba en la terraza."
Uno de los clientes fue el primero en saltar la barda de la azotea y él con los únicos tres dedos que le quedan en su mano derecha, ayudó a jalar a las personas que desesperadas intentaban huir.
"Como pude, escalé hacia los plafones y el señor me tendió la mano para levantarme", relata Ana.
Y así entre ellos comenzaron a ayudarse para salir del casino. Habrá que decirlo, a algunos clientes les dio miedo aventarse de la azotea y se quedaron atrapados.
A muchos de ellos, con una escalara, los rescataron los bomberos que recibieron la llamada de emergencia a las 03:48 de la tarde, tres minutos después del siniestro.
"Me gritaban `estás loca', pero yo sólo quería salvar mi vida", asegura. Es más, para poder escalar más rápido la pared, Ana se quitó los zapatos y simplemente se aventó.
Todavía tiene moretones muy marcados en las piernas por la caída de entre tres y cuatro metros que tuvo que hacer para brincar hacia el estacionamiento, pero por suerte está viva.
Una vez afuera se echó a correr hacia la avenida y tomó el primer transporte que vio para llegar a su casa. Ayer Ana estaba afuera del casino.
Fue a reunirse con sus otros compañeros de trabajo para exigirle a los dueños que le pagaran los dos mil pesos que le deben de esta catorcena.
En Monterrey, las empresas suelen pagar a sus empleados un lunes sí y un lunes no.
A cuatro días de esta tragedia y sin poder dormir ninguna noche, Ana se armó de fuerza y dejó a un lado el luto, porque tiene a un niño a quien darle de comer y a él por más que le explique el duelo que está viviendo, siente hambre y antes de ver por ella, dice que debe ver por hijo.
Ana estaba indignada y tiró la solicitud de empleo que le llevó a mediodía un representante de la Secretaría del Trabajo del Estado.
Ayudarlos a encontrar trabajo y protección jurídica fueron los primeros ofrecimientos del gobierno de Monterrey al personal del casino que se quedó sin trabajo, sin catorcena y que el fin de semana tuvieron que velar a muchos de sus compañeros.
"Seguro nos van a ofrecer trabajo de intendencia", reclama Ana.
Fue hasta que los trabajadores comenzaron a exigir su pago a través de los medios de comunicación, cuando el gobierno estatal se comunicó con los responsables del casino y con un sindicato para que ayer mismo en la tarde les pagara a los 170 que quedaron sin empleo.
Ana no para de repetir a cada uno de sus amigos, que se acercan a preguntarle cómo está, que fue un "milagro" y que le da gracias a Dios que está con vida y haya podido salvar del incendio al menos 30 personas.
"Imagínate, todos estuviéramos muertos".