Tina, un ícono que rompió paradigmas
Tina Turner fue uno de esos íconos con los que crecí y formé mi concepto de “rockstar”.
Verla actuar se convirtió en una estampa clásica de los años 80 de la que ni siquiera el público mexicano (eminentemente “baladero” y cursilón) pudo permanecer indiferente.
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Unas piernas de un millón de dólares, una bocaza capaz de comerse a toda su audiencia, una explosión capilar coronándola como auténtica reina del género y, sobre todo, una voz de proporciones épicas, eso era Tina Turner.
Bueno, olvidaba mencionar el profundo sentimiento que le imprimía a cada uno de sus hits, que por aquellos años supo colocar en serie.
Lo curioso es que para entonces Tina ya era una veterana del rock y de los escenarios. No era una chamaca provocativa cautivando niños ingenuos o “viejos lesbianos”, era una señora en todo uso y ejercicio de dicho título: Una madre de familia enseñándole al mundo que se podía ser sexy después de los 40.
Hoy podría no parecernos la gran cosa, nada del otro mundo; son incontables las divas que llegaron a la edad de abuelear y hoy están en su “prime”, en su mejor momento. Y hasta en la vida diaria, podemos ver cómo las mujeres de 40, 50 y más se han adueñado de muchos espacios antes vedados para ellas. Pero créame, en aquel entonces era algo completamente inusual.
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La mujer de hace tres o cuatro décadas, luego de la maternidad, entraba en un declive de su poder de seducción, se despedía para siempre del glamour y se resignaba a perder todo brillo protagónico.
Por ello, cuando Tina llegó a los 50 y seguía siendo una bomba de sensualidad, una diosa del baile y un monstruo del canto, el mundo cambió aquel estúpido paradigma. Y entendimos que si las mujeres, al alcanzar la mediana edad comienzan un proceso de “abuelificación”, podrá ser por imposición cultural o quizás por elección, pero nunca porque ello esté así dictado por la naturaleza.
Y ahora sí, enlísteme a todas las divas que recuerde: maduronas, ‘MILF’, capaces de provocar las más deleitables fantasías; de Shakira a JLo; y de Salma Hayek a Maribel Guardia, la que me diga sin duda es un portento, sí... Pero primero fue Tina y quizás sin ella, el resto no habría tenido la ocasión de brillar como lo hacen hoy. Como ya le digo, el mundo era mucho más mojigato hasta antes de la Reina del Rock. ¡Alabada sea!
Cuando mi generación asimiló a esta diva con clásicos como “What’s Love Got To Do With It” o “The Best”, ella ya era una auténtica veterana de la industria renaciendo increíblemente de sus cenizas, tanto de las cenizas de su carrera como de su difícil vida personal.
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Yo no estaba muy al tanto de ello ni me interesaba demasiado. Me contentaba con su presencia dentro de la galería de ídolos vigentes del rock y del pop. Pero lo cierto es que si no atendemos a su historia como sobreviviente, no podemos jamás apreciar por completo el prodigio que era verla adueñándose de un escenario.
Afortunadamente uno madura (aunque sea un poco) y hoy contamos con mucha biografía fílmica y literaria sobre esta vida extraordinaria.
Pasa que en realidad, aquella Tina “mega star” de los años 80, era una reinvención de su versión de los años 60, cuando alcanzó el éxito y la fama por vez primera.
Su presencia en las listas de popularidad, así como en las postulaciones al Grammy ya eran una constante para una Tina veinteañera, al lado de su “descubridor” y luego pareja sentimental Ike Turner, quien también le dio el nombre artístico a la nacida Anna Mae Bullock.
Sin duda Ike refinó el talento natural de Tina y lo supo administrar para que ambos conocieran el estrellato; por desgracia también le procuró a ella una vida de abuso físico y tortura psicológica.
En 1967, Tina se convirtió en la primera mujer negra en aparecer en la portada de la mítica revista Rolling Stone. Y lo menciono sólo para que considere que ella ya estaba rompiendo paradigmas y tabúes desde antes de que The Beatles se separaran siquiera.
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El 1 de julio de 1976, en la ciudad de Dallas, Tina tomó sin embargo la que sería la gran decisión de su vida.
Los Turner habían llegado para dar un concierto, pero tras una pelea, Tina tuvo su epifanía, su “aha moment”, y decidió separarse en ese mismo instante. ¡Con sólo 36 centavos en el bolso!, sin importarle que su abusador era el artífice del éxito y en gran medida dueño de todos los derechos de su producción, Tina prefirió sacrificar todo lo ganado hasta entonces a cambio de su libertad. Sin tener ninguna seguridad sobre si volvería a actuar o si volvería a ver un céntimo de sus ganancias, prefirió abrazar la incertidumbre, antes que volver a permitir ninguna forma de maltrato.
Como ya sabemos, afortunadamente, su resurgimiento fue una de las mejores cosas que le pudieron pasar al rock, a la música en general, a la vida.
Sirva de inspiración su biografía, que ayer concluyó a los 83 años, para todas las mujeres que hoy soportan el abuso de cualquier índole, porque están condicionadas por la vida que construyeron en colaboración con alguien más.
Cualquier persona a merced de un tóxico o tóxica, sea consciente de que hay un mañana para brillar, ser sexy y enseñar las piernas. Pero hay que decidirse. Y si necesita algo para darse valor, ponga de fondo su canción preferida de la Reina del Rock, Tina.
Encuesta Vanguardia
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