Miscelánea política: una mirada general a México
Liminar: Muchas, demasiadas ollas en la lumbre. Pasa el tiempo, los días, las semanas e incluso las horas y nada se soluciona, y sí se acumulan pasivos en nuestra agenda cotidiana. Soy franco y usted me conoce, me gustaría ocuparme de lo realmente importante, lo que de verdad nos hace crecer como seres humanos hoy y para siempre, pero lo inmediato hoy es eso: de observancia inmediata. No admite dilación alguna, al menos para dejar testimonio de ello.
Aunque he titulado esta saga de entregas (espero sean sólo tres, para volver a lo de verdad importante) como “Miscelánea política”, vamos a escribir y abordarlo todo: la política, la cultura, el narcotráfico, la violencia bestial que no cesa y sí se ha incrementado; la sucesión presidencial, el gabinete de Manolo Jiménez, el pandillerismo creciente y las reyertas campales las cuales tienen un funesto desenlace siempre: la muerte de un joven o señorita. Vamos abordar, aunque sea a vuela pluma, las masacres a nivel nacional, las leyes punitivas que nos endereza Manuel López Obrador y que pasan desapercibidas para la población, digamos, “normal” −sí, aquellos que están atados a su celular “inteligente”−, los suicidios cotidianos, la migración brutal y masiva... en fin. Muchas ollas en la lumbre, poco espacio.
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Punto uno: Vamos a iniciar con un intangible, un presupuesto fuerte y demoledor, algo importante: nadie es feliz. ¿Hay alguien feliz? Pocos o nadie. Muchos que lo afirman, en la vida normal visten de “rosa” (esa futilidad, esa puerilidad que ha puesto de moda vacía, huera, la película de “Barbie”), en su fuero interno lucen un luto perpetuo. Creo, nadie es feliz. Creo, lo anterior está a la vista. Y sí, nadie es feliz y nadie lucha por ciertos ideales, criterios, doctrinas y valores, da igual todo y aflora lo que en el país entero es un grave problema social: “todo está permitido ya”.
Punto dos: Es la permisividad, tolerancia y hasta apapacho del Estado mexicano a cualquier estado o manifestación. Aquella vieja premisa de Federico Nietzsche hoy es letra muerta escrita en una piedra: “Dios ha muerto”. Y al morir Dios, se decretó la muerte del ente humano e inteligente como tal. Hoy importa más la vida de un perro (“pobres animalitos”, dicen) que la vida de un ser humano. Hoy importa más no molestar la revuelta (no vi un movimiento por ningún lado) estudiantil de tres o cuatro centenas de muchachos del Instituto Tecnológico de Saltillo, pero a nadie le importó que estos muchachos tuvieron como rehenes a una ciudad de más de un millón cien mil habitantes por espacio de 10 días.
Punto tres: Nadie cree en Dios, ni en el Estado ni en sus leyes y nadie es feliz. Diez días en los cuales los alumnos del ITS tomaron la decisión de cerrar una de las más importantes vialidades de la ciudad para expresar sus demandas. Dejaron escuchar su voz de una manera amarga y esto es una realidad asfixiante. Su realidad: lustros de abandono por parte de sus autoridades educativas (federales, vale la pena aclararlo), lo cual canalizaron y tomaron como mecha de explosión cuando su explanada se habilitó como restaurante/bar para la clase política y desde allí escuchar a un grupo musical de poca monta, “Frontera”. Cada quien sus gustos, pues.
ESQUINA-BAJAN
Punto cuatro: ¿Estuve de acuerdo con dicha revuelta estudiantil? Sí y no, no hay contradicción de por medio. Dentro del pliego petitorio, los muchachos pedían la destitución de su hoy exdirectora, María Gloria Hinojosa Ruiz. La acusaron de malos tratos, indolente, corrupción, malos manejos administrativos y poca o nula transparencia en el manejo de los recursos financieros de la institución. Lo lograron a los pocos días. Cosa curiosa: pedían también en esos días de furia, la destitución de la subdirectora, Ania Sánchez, quien ahora es... la encargada del despacho de la Dirección. Caray, así de contradictorios o manipulables son estos chavos.
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Punto cinco: Hubo muchas voces las cuales opinaron de dicha revuelta estudiantil. A favor y en contra. Con inteligencia o con ánimo destructivo. Pero hubo una de ellas la cual se hizo escuchar, la de mi amigo, el empresario y político Héctor Horacio Dávila. Héctor Horacio no es tibio. O es frío o caliente. A los tibios, usted lo sabe, Dios los expulsa y los vomita: es decir, ni Dios los quiere: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente... Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. (Apocalipsis 3: 15 y 16). El “HH” pidió algo sencillo: aplicar el estado de derecho, la ley, punto. Fuimos rehenes de los muchachos por diez días.
Punto seis: Los diez días que duró la revuelta y plantón estudiantil fui diario tres veces al día a verlos. Tenía curiosidad: ¿en qué iban a matar y combatir el tedio? Básicamente hacían tres cosas: veían su celular “inteligente”. Ellos dejaron de serlo. Jugaban a la pelota. No era softbol, beisbol, voleibol, no; simplemente se aventaba un balón. Y dos cosas abominables a mi juicio: cuando socializaban entre ellos, jugaban a la lotería y a las cartas... juegos de presidiarios. Ojo. Nadie, nadie traía un libro en la mano. Lo juro.
LETRAS MINÚSCULAS
Antes se peleaba por ideales, valores e incluso por un mundo mejor. ¿Hoy? Ninguno de los muchachos ha protestado o exigido justicia por los siete chavales levantados y ejecutados en Zacatecas o los 24 descabezados en Monterrey... Nadie. Voy comenzando. No deje de leerme.
Encuesta Vanguardia
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