Mirador 14/02/2024
Este amigo mío con el que tomo la copa –varias– los martes por la noche tiene una virtud que a veces es defecto, o un defecto que en ocasiones puede ser virtud: es radical.
Cualquiera pensaría que su radicalismo lo mete en problemas, pero no es así, pues ya no hay otros radicales como él, y así no tiene con quién polemizar. Cuando intenta hacerlo conmigo le saco la vuelta, como dicen. Soy de natural pacífico y rehúyo las discusiones, que suelen traer consigo dispepsia y enemistades.
Anoche mi amigo me dijo de repente después de la tercera copa:
-Dios no existe.
Yo me dispuse a no discutir con él, por más que en mi interior se sublevó el Padre Ripalda. Nos tranquilizamos los dos, el Padre y yo, cuando añadió mi amigo:
-Dios es. Existir es ser en el tiempo, y el misterio al que llamamos Dios es intemporal, eterno, sin principio ni fin. Dios no existe: Dios es.
Bebí otra copa a fin de tranquilizarme más. Pensé que en adelante, cuando alguien me diga: “Dios no existe”, le responderé: “Tienes razón”. El Padre Ripalda no se mortificará, y yo no sufriré dispepsia.
¡Hasta mañana!...
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