Las tragedias se incuban y nos envían advertencias
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Como en el caso de la estación migratoria de Ciudad Juárez, el Cefereso de Ramos Arizpe representa una bomba de tiempo que en cualquier momento puede estallar
Lo ocurrido en la estación migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde murieron 39 personas que se encontraban allí presuntamente “bajo resguardo” de las autoridades mexicanas, es una tragedia que pudo evitarse porque no se trató de un suceso contingente, sino de la desembocadura de un cauce de acciones desarrollado largamente.
Las condiciones inadecuadas del lugar, el hecho de constituir más una cárcel que un albergue, la ausencia de protocolos de actuación y la impericia de quienes se encontraban a cargo de la seguridad son los factores que se acumularon para desembocar en los hechos ya por todos conocidos.
No estamos pues ante sucesos fortuitos o ante un infortunio de la vida, sino ante el resultado esperado de una actuación negligente y poco profesional por parte de los funcionarios a cargo del lugar.
Recordar lo ocurrido en Juárez resulta importante a la luz del reporte que publicamos en esta edición, relativo a la realidad que transcurre tras las rejas del Centro Federal de Reinserción Social (Cefereso) ubicado en el municipio de Ramos Arizpe, lugar donde se acumulan los señalamientos relativos a abusos en contra de los reos y una larga serie de insuficiencias en la operación general de las instalaciones carcelarias.
Un indicador sirve bien para retratar la situación en dicho Centro: el número de quejas que se han presentado ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos para denunciar abusos por parte del personal carcelario. De 26 en 2019, se pasó a 180 en 2021. En otras palabras, el número de quejas se multiplicó casi por siete en solo dos años.
Se trata, a no dudarlo, de voces de alerta que llaman a tomar medidas y corregir la situación del Cefereso. Se trata de advertencias de lo que puede sobrevenir en cualquier momento debido a la acumulación de agravios en contra de la población carcelaria.
Y no es un asunto de simples especulaciones: en múltiples ocasiones en el pasado hemos conocido de historias de centros penitenciarios a cuyas autoridades se les sale de control la situación y el epílogo es una crónica mediante la cual se da cuenta de un saldo trágico.
En este caso en particular, ya existe incluso una averiguación abierta por el presunto homicidio de un reo, Agustín Martínez Torres, quien murió en su celda en septiembre del año pasado, oficialmente por un golpe en la cabeza, pero a quien se considera víctima de asesinato, pues las investigaciones forenses habrían revelado que murió por asfixia.
Estamos ante un auténtico embrión de tragedia que puede eclosionar en cualquier momento. Si eso ocurre, quienes tienen responsabilidad en su administración no podrán alegar que ignoraban lo que ocurría o que todo es producto del fatídico azar.
Lo mejor, sin embargo, siempre será prevenir y eso implica intervenir ahora para corregir la situación actual y conjurar el riesgo de una tragedia en el futuro inmediato.
Encuesta Vanguardia
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