Divorcio a la mexicana
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¿Por qué se divorcian los casados? La principal razón, creo yo, es porque se casaron. Decir eso no es perogrullada: si la gente no se casara tampoco se divorciaría. He ahí una de las pocas ventajas del amor libre, que es (dicho sea entre paréntesis) el menos libre de todos los amores.
Antiguamente se creía que la causa mayor de los divorcios son los problemas de la cama. Esa incorrecta idea derivó de las tesis pansexualistas de Freud. Este señor todo lo hacía residir en la región de la entrepierna: Napoleón se lanzó a conquistar Europa porque la tenía muy chica (la región); San Ignacio de Loyola fundó su Compañía porque una bala de cañón le voló los testes, y así.
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Tal criterio es muy elemental, lo mismo que casi todos los criterios, menos el de don Jaime Balmes. El Reporte Kinsey, fruto de una paciente investigación realizada en la Universidad de Indiana −de la cual soy exalumno−, puso de manifiesto que el motivo más frecuente de ruptura entre los casados es el dinero. (La falta de él, para decirlo con mayor exactitud). Las dificultades económicas originan más divorcios que los problemas relacionados con el sexo. Marx le atinó; Freud no.
Claro, hay excepciones a este principio general. Una señorita de muy buenas familias de Saltillo se casó con el hijo de un prominente empresario de la Ciudad de México, y se divorció de él al regreso de la luna de miel porque lo halló en la cama muy amartelado con un joven y guapo botones del hotel. ¡Qué mal! Si al menos hubiera sido con el gerente...
Me sé la historia de una pareja de ancianitos −95 años él; 90 ella− que acudieron ante un juez de lo familiar a pedir la disolución del vínculo matrimonial que los había unido durante 70 años.
-¡Setenta años de casados −exclamo boquiabierto el juzgador− ¿y ahora se quieren divorciar?!
Explicó la viejita:
-Es que estábamos esperando a que se murieran los muchachos.
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La Iglesia Católica no admite el divorcio. “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Admite sólo la anulación del matrimonio. Entonces sí lo que Dios ha unido el hombre lo puede separar. Entiendo que la única diferencia entre divorcio civil y anulación religiosa es el precio: la anulación sale más cara. Pero los efectos son los mismos. Me dicen −no me consta− que a una cierta señora de la sociedad local le anularon su matrimonio. Estuvo casada más de 30 años; tuvo cinco o seis hijos con su esposo... Sin embargo, la Santa Madre Iglesia −al fin madre− le otorgó la anhelada anulación. Bendito sea el Señor que nunca desampara a sus criaturas. Recordemos el caso de Vicente Fox y Marta Sahagún. Casados cada uno por su lado, un arzobispo los descasó en un santiamén y los casó luego. Qué bonita es la caridad cristiana.
En Italia, por influencia de la religión católica, estuvo prohibido el divorcio durante muchos años. Los italianos, que son tan ingeniosos −escribieron la Divina Comedia; pintaron la Capilla Sixtina; se les ocurrió la telegrafía sin hilos, la pizza y el helado napolitano, etcétera−, inventaron lo que se llamó “divorcio a la italiana”, que consistía en matar al cónyuge. Hay una película muy cómica de Marcello Mastroianni que así se llama: “Divorcio a la italiana”. La exhibieron en el Cinema Palacio allá por el año 63 del pasado siglo. Ya hace rato.
(Seguirá).
Encuesta Vanguardia
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