Contra ansiedad depresiva
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Hay mucho autodiagnóstico.
“Tengo depresión”, dicen algunos que, en realidad, lo que tienen es pereza que busca pretexto para evitar compromisos de acción y de servicio.
Ha servido el ansia depresiva como máscara que oculta una decadencia de valor existencial. Se usa como pretendido atenuante y endeble justificación de fallas éticas.
Se dejan en cofre cerrado todos los recursos espirituales y psicológicos para tender mano mendicante, desde el disfraz de enfermedad tratando de disimular mediocridades morales.
En el Día de la salud mental se revisan estadísticas y se comprueban también casos reales de heridas y desequilibrios emocionales, causados por falta de defensas suficientes contra las virulentas malas noticias y los efectos de pandemia, carestía y bajo salario y con recurrencia equivocada a alcoholes y drogas contraproducentes.
El servicio del psicólogo y hasta del psiquiatra es ayudar al paciente a reconstruir su sistema motivacional, a sacar del baúl los pensamientos positivos discriminados y oxidados. Pretenderá evitar los juicios parásitos repetitivos y extenuantes.
Buscará estimular una sana autoestima que se desechó confundiéndola con soberbia y prepotencia.
La sana espiritualidad, fruto de la fe infusa en cada persona bautizada, equivale a despertar un recurso sorprendente, como el que despliega la avecilla perseguida que, después de correr con patas frágiles, deja pasmada a la bestia perseguidora con el sorpresivo abrir sus alas y emprender vuelo...
JUEGOS DESHUMANIZADORES
El muchacho lleva el riesgo en el bolsillo. Es su almacén de juegos electrónicos en su teléfono celular. La pantalla absorbe toda su atención.
Su imaginación queda atrapada. La situación virtual lo envuelve hasta sustituir la realidad por un mundo de imágenes atractivas y coyunturas en que toma decisiones de violencia, de enemistad, de afán destructivo y aplastante.
Y se regocija con la hazaña de una aparente victoria que toma como real.
Después de muchos juegos no puede concentrarse, sufre una desubicación y quedan vivas las actitudes fomentadas por las aplicaciones lúdicas.
Busca lapsos, desocupaciones, oportunidades de meterse de nuevo en el entretenimiento adictivo.
Lo que podría ser un condimento sano se convierte en platillo fuerte que no nutre, sino intoxica con una alienación enfermiza.
Se requerirán limitaciones legales a esa industria millonaria que obtiene sus desorbitadas ganancias produciendo los virus digitales de una creciente pandemia cibernética.
¿MUERTE COMO PENA?
El Papa Francisco ha dicho: “La sociedad puede reprimir el crimen sin privar definitivamente a quien lo ha cometido de la posibilidad de redimirse”.
Las cárceles se llaman ahora “centros de rehabilitación social”. En largas condenas de privación de libertad tiene el sentenciado la oportunidad de purificación interior.
Se ha utilizado −en el pasado− la muerte dolorosa como pena. Pero el mandamiento de “no matarás” no permite a quienes tienen autoridad llevar la defensa propia de la sociedad al extremo de quitarle al criminal la vida en lugar de sólo aislarlo en un cautiverio rehabilitador...