Opera en México canta a media voz
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El país ha exportado a figuras del género, podríamos ser una potencia, pero en 2010 sólo 22 mil personas fueron a una función
México, D.F..- México ha dado al mundo voces de primer nivel para el arte operístico, sin embargo en el país no hay una política de producción de ópera que satisfaga a los talentos que aquí se forman y que emigran en busca de oportunidades.
En 2010, la Opera de Bellas Artes produjo sólo seis montajes, con una inversión de 25 millones de pesos, cifra que cubrió también el pago de honorarios de creativos y talentos en las obras. En ese año se ofrecieron 25 funciones, a las que asistieron 22 mil personas.
Las cifras son reveladoras. En un país de poco más de 100 millones de habitantes, la producción de ópera realizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la dependencia encargada del área, atendió 0.2% de la población.
Se ha dicho y se ha tomado como una verdad que la ópera es un arte elitista, pero este prejuicio parece diluirse en las funciones llenas que el Auditorio Nacional ha ofrecido de transmisiones en tiempo real de las óperas que produce el Metropolitan Opera House de NY.
La producción de ópera en México es superada por el Teatro Colón de Argentina, que en los últimos seis meses de 2010 produjo el mismo número que la Compañía Nacional de Opera de Bellas Artes en todo el año. Pero la cifra es abismal comparada con el Metropolitan Opera House de NY, que tan sólo esta semana ofrece cuatro producciones.
Los cantantes mexicanos de ópera que han logrado fama mundial deben todo a su propio esfuerzo; el país no les ha servido siquiera de plataforma. Las oportunidades son pocas para tener un currículum que luego los respalde en las principales casas operísticas del mundo. La espera para un protagónico aquí es larga e incluso permanente.
Presencia mundial
Francisco Araiza, Ramón Vargas, Fernando de la Mora, Rolando Villazón, son mexicanos que se han unido a la pléyade de cantantes de primer nivel en el mundo. Y Plácido Domingo, quien no es mexicano, pero se formó en el Conservatorio Nacional de Música. Los mexicanos están presentes en el mundo desde finales del siglo XIX, cuando Angela Peralta fue la primera mexicana en pisar el escenario del Teatro de la Scala de Milán, con "Lucia di Lammermoor", a los 17 años, en 1862.
El 17 de diciembre de 1910, otra mexicana se presentó ahí: "Fanny Anitúa" (Durango, 1887-México, 1968) interpretó, a los 23 años, a Erda en la ópera "Siegfried", de Wagner. Ella se convirtió en una de las mezzosopranos más reconocidas de entonces. Su carrera y fama la hizo fuera del país, adonde regresó e impulsó la fundación de la Opera Nacional. De sus presentaciones hay una placa alusiva en ese teatro de Milán.
Otros ejemplos son Oralia Domínguez (SLP, 1925), una de las mezzosopranos mexicanas más sobresalientes del siglo XX, quien tuvo varias temporadas en el Teatro de la Scala de Milán en los años 50; Pina Carrillo, quien alternó con Plácido Domingo en Adriana Lecouvreur, de Cilea; Gilda-Cruz Romo (Guadalajara, 1940), quien participó de 1972 a 1975 en la casa de la ópera de Milán; y el barítono Guillermo Sarabia (Mazatlán 1937-Amsterdam, 1985).
"México tiene voces extraordinarias para la ópera. En un reportaje, el periódico francés Le Figaro decía que México era campeón mundial en cantantes de ópera, no en el futbol... y decía que la mayor exportación de México al mundo, en cuestión de profesiones, eran cantantes de ópera y futbolistas", dice Manuel Vera, director de la agencia de representación de cantantes líricos Vera Artists Management.
Una oferta pobre
"Yo considero que para el tamaño de país que somos y el número de habitantes, se podría decir que no existe la ópera en realidad. Si nos comparamos, sin afán malinchista, sino en sentido objetivo con países como Alemania, Francia, Inglaterra o España, nuestra ópera prácticamente no existe", dice Vera.
El empresario dice que la Opera de Bellas Artes "hace lo que puede con el presupuesto que le asignan", por lo que es necesario insistir en que los gobiernos de los estados también impulsen, con presupuestos dignos, a la producción de ópera en cada ciudad para generar una nación operística a través de una política de producción coordinada entre estados y gobierno federal.
La realidad es que no hay esfuerzos ni interés institucional para coordinar recursos y conseguir una producción de ópera que atienda a más mexicanos y ofrezca a los artistas líricos un medio para desarrollar carreras destacadas.
Por ello, Vera ha considerado que son las casas de ópera del mundo en donde los artistas líricos mexicanos pueden encontrar oportunidades.
"Mientras que en Europa y EU la condición para trabajar es tener una agencia, en México el problema es ser mexicano. Aquí siempre nos exigen más que a los artistas internacionales, pero nos pagan menos. Normalmente nosotros hacemos las negociaciones y se cometen abusos", dijo en su momento la cantante Ana Caridad Acosta.
Los mexicanos, jugadores en la banca
Un cantante de ópera, dice Vera, es quien canta óperas y resuelve un personaje en un montaje completo, con orquesta. Ese es un obstáculo para los mexicanos en el extranjero: sin experiencia en montajes profesionales, sus posibilidades son casi nulas.
"Para cantar roles completos, los cantantes tienen que irse de México. Es en el extranjero donde logran tener acceso a producciones profesionales y así construir un currículum que los respalde. En el país vivimos un círculo vicioso: al no existir una producción de ópera importante, no hay oportunidades para que los cantantes adquieran experiencia y así es difícil que se inserten en el ámbito internacional. Quienes tienen todo el crédito de la posición que ocupan en el planeta son los mismos cantantes, quienes se han ido al extranjero a picar piedra", explica.
Recientemente, la soprano María Luisa Tamez -quien recibió la Medalla Alfonso Ortiz Tirado, del gobierno de Sonora- insistió en las dificultades que atraviesan los cantantes de ópera en México. "Se hacen muy pocos títulos, hay un solo teatro de ópera y llevamos dos sexenios con un presupuesto cultural reducido. Hay cantantes que han sido favorecidos, pero la mayoría están descuidados. La vida de un cantante es muy dura porque dependemos de dos cuerdas milimétricas. Somos atletas y nuestras cuerdas son músculos, tenemos que trabajar incansablemente".
Las cuerdas, los músculos de los cantantes a los que se refiere la soprano, quien empieza una nueva etapa como mezzosoprano, necesitan mantenerse en ejercicio para estar en buenas condiciones, pero eso en México es difícil.
Jaime Ruiz Lobera, recientemente ratificado en el cargo de Coordinador Ejecutivo de la Compañía Nacional de Opera del INBA, dice que la política de la institución ha sido la de apoyar a las nuevas creaciones, pero también mantener el repertorio tradicional que, como Carmen, de Bizet, siguen garantizando una entrada segura de público.
Sobre la razón por la cual se producen pocos títulos de ópera y con pocas funciones, Ruiz no da una respuesta concreta: "Esto hay que leerlo desde diferentes ópticas, por un lado si es de interés que cada vez existan mayor cantidad de títulos, pero también hay que saber cuáles títulos, cuántas veces. En realidad depende del título, por ejemplo, una ópera como Carmen se puede realizar seis, siete veces; tiene un cartel que llama, y en cambio hay otras que a lo mejor tienen menos funciones satisfaciendo la demanda del público que quiere ver otro tipo de producciones. Hay que hacer un balance adecuado de qué títulos, cuántas funciones (sic)".
Los elencos
La Compañía Nacional de Opera no tiene un elenco estable, se contrata a los cantantes necesarios para cada producción. Muchas veces, dice, existen las voces en México, pero cuando no es así, se buscan en el extranjero. "Aquí tenemos buenas voces de tenores y sopranos, pero si piensas en bajos, pues a lo mejor te remontas al mundo eslavo, ruso, a los húngaros. Siempre hay que ver con mucho detalle para conformar elencos. Se tiene que escuchar a mucha gente... puedes buscar en el extranjero o a través del YouTube, de audiciones, para constituir los elencos".
El panorama de la ópera en México no es alentador. Las condiciones ínfimas de producción, la falta de oportunidades para las voces sobresalientes, la inexistencia de una política a nivel nacional que impulse el desarrollo del arte lírico y el poco interés en la formación de público para este arte siguen presentes en espera de una respuesta eficaz de las instituciones culturales del país.