MXT-R, auto deportivo mexicano, desaparecerá por socios y banca de desarrollo: Creadores
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Los poblanos Mastretta aceptan haberse equivocado con sus colaboradores
México.- Carlos y Daniel Mastretta responsabilizan a los administradores de su empresa (socios) y a la banca de desarrollo de que su proyecto y el coche que fabrican âel deportivo Mastrettaâ estén a punto de desaparecer.
Les iba bien a los hermanos poblanos Mastretta, creadores del único automóvil de alto rendimiento hecho en México; en enero del año pasado Mastretta Cars, junto con Lifestyle Automotive, distribuidor del Mastretta en Reino Unido, presentaban en el show anual Autosport International el modelo MXT-R, la primera variante del coche original surgido dos
años atrás.
El nuevo coche tenía notable potencia: 300 caballos de fuerza. Aceleraba de 0 a 100 kilómetros por hora en solo cinco segundos, tiempo muy competitivo en su segmento, pues, por ejemplo, el Bugatti Veyron 16.4 Super Sport, el coche más veloz del mundo, recorre esa distancia en 2.2 segundos. El Ferrari Enzo en 3.2 segundos.
Los hermanos Mastretta fabricaron 25 automóviles que vendieron en México (Distrito Federal, Querétaro, Veracruz y Baja California) y el extranjero (Francia e Inglaterra), en precios de entre 63 mil y 70 mil dólares, dependiendo del equipamiento; eso les generó ingresos mínimos de 1.5 millones de dólares. El valor de la empresa creció 60 por ciento entre 2010 y 2013, tenían 45 trabajadores en su planta y planeaban llegar a producir hasta dos autos por semana.
Todo marchaba viento en popa, pero en 2010, al buscar nuevos socios para potenciar su empresa, cometieron un error: "Nos equivocamos", reconocen en entrevista con MILENIO. Se equivocaron, dicen, al asociarse con los empresarios Miguel Ángel Dávila Guzmán y Humberto Zesati González, quienes manejaban el fondo de inversión denominado Latin Idea Ventures.
Lo comprobarían poco después: el año pasado, para expandir y consolidar su proyecto, fueron apoyados por el gobierno federal a través del Fondo México Ventures y la Corporación Mexicana de Inversiones de Capital (CMIC), instituciones que pertenecen a la llamada banca de desarrollo (Nafin, Bancomext y Banobras), pero sus socios de 2010 (Dávila Guzmán y Zesati González), y no ellos, fueron quienes quedaron al frente de la administración; "manejaron la empresa a su total discreción", se gastaron prematuramente la mitad del nuevo capital en solo nueve meses y provocaron âafirmanâ, con una "torpe, irresponsable y negligente gestión", que ya no recibieran la segunda partida de inversión (cinco y medio millones de dólares era la capitalización total) de parte de la banca de desarrollo y sus fondos de inversión, quienes optaron por suspender operaciones de la empresa.
Ahora, con el peligro de que desaparezca su compañía y el coche, se sienten "tristes, enojados, decepcionados".
El hecho es que en nueve meses de administración de esos fondos los recursos que estaban calculados para durar por lo menos hasta que se cumplieran una serie de condiciones suspensivas que permitirían el acceso a la segunda parte de los fondos, los agotaron mucho antes, y por lo tanto se quedó la compañía sin posibilidades de terminar el ciclo, explicaron.
Las instituciones que forman parte de la banca de desarrollo decidieron ya no continuar con la segunda parte de la inversión a consecuencia de los resultados de la empresa y de su situación.