Los riesgos para México por la crisis que se avecina
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Aún no han llegado a México los efectos de la actual crisis internacional, y los indicadores sociales ya están en niveles límite
CIUDAD DE MÉXICO.- Aún no han llegado a México los efectos de la actual crisis internacional, y los indicadores sociales ya están en niveles límite: 57.7 millones de pobres por ingresos, más de 2.5 millones de personas en paro laboral; 3.95 millones de trabajadores con ingresos por debajo de los 60 pesos al día, y 2.5 millones que, incluso estando ocupadas, no tienen ningún ingreso salarial. Según un estudio del Banco de México, aún en los hogares con ingresos por remesas, la crisis provocó un incremento del trabajo infantil y la deserción escolar, por lo que urge una nueva batería de políticas para reconstruir al estado de bienestar
Las crisis económicas siempre provocan, como una de sus primeras consecuencias, desempleo; éste a su vez lleva al empobrecimiento de enormes franjas de población y sitúa en enormes condiciones de riesgo a los miembros más vulnerables en el hogar, en particular niñas y niños, así como las personas mayores de 65 años.
Los efectos del terremoto financiero que se inició en septiembre de 2008 y que provocó la caída del 10% del PIB nacional en 2009, nos alertó sobre la necesidad de modificar las políticas de desarrollo que se habían asumido en los últimos 30 años, y de transitar rápidamente hacia un nuevo esquema de bienestar sustentado en la creación masiva de empleos dignos.
Lamentablemente, las decisiones de la administración federal se limitaron a instrumentar las "medidas tradicionales" que enseñan los manuales de econometría, sin comprender que la crisis es del modelo de generación de riqueza, el cual polariza a la sociedad, profundiza la desigualdad, es incapaz de generar empleos bien remunerados y con acceso a la seguridad social, e impide el fortalecimiento del mercado interno.
Por lo anterior, y ante el escenario de incertidumbre global en que nos encontramos, presentamos tres de los mayores riesgos que la crisis, que ya es evidente en todo el mundo, va a generar para nuestra población, y en particular para los más pobres y vulnerables.
Crecimiento del desempleo urbano
Las ya de por sí difíciles condiciones de desocupación que se viven en el país apuntan hacia su agudización en el corto y mediano plazo. De este modo, a las precarias condiciones de ocupación rural, caracterizadas por una creciente economía de autosubsistencia, magros salarios, informalidad y explotación laboral, se agregan ahora una creciente desocupación y precarización de los empleos en las zonas urbanas.
Lo anterior se sustenta en los datos que sobre desocupación ofrece la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (II trimestre de 2011), en los cuales se muestra que en las zonas urbanas la tendencia a la pérdida de plazas laborales es creciente.
En efecto, la tasa de desocupación promedio registrada en las zonas urbanas del país es de 5.91%; sin embargo, luego de una ligera recuperación en los meses de marzo y abril, en que se situó en aproximadamente 5.4%, en mayo y junio creció a 6.04% y 6.36% de la PEA, respectivamente.
Esta información permite pensar que, de continuar la incertidumbre global, así como la caída de las principales economías del planeta, lo esperable será una nueva pérdida de fuentes de trabajo, así como un repunte adicional en el número de pobres que hay en el país.
Deterioro de los ingresos
Asociado a la pérdida de los empleos, el segundo riesgo que puede identificarse es el de la pérdida del poder adquisitivo y del propio nivel de salario que se obtiene por el trabajo desarrollado. Esto implica que en México, aun teniendo empleo, la probabilidad de ser pobre es muy alta.
En efecto, según los datos de la ENOE, en el segundo trimestre de este 2011, el 7.5% de quienes trabajan en el ámbito urbano tienen ingresos por debajo de un salario mínimo; esto implica una cifra de 1.72 millones de personas con estos niveles de ingreso en las áreas más urbanizadas en el país.
Para el sector rural las condiciones son todavía peores: del total de la población ocupada en este ámbito geográfico, la cual asciende a 9.19 millones de trabajadores, hay 23.9% que perciben ingresos por debajo de un salario mínimo mensual, es decir, 2.20 millones de personas que no alcanzan más de un salario mínimo por su trabajo.
Como puede verse, en nuestro país hay, sumando las zonas más urbanizadas con la población que vive en el campo o en regiones predominantemente indígenas, 3.95 millones de trabajadores que ganan 60 pesos o menos al día por el trabajo que desempeñan.
Debe considerarse además que hay 4.98 millones de trabajadores que en las zonas más urbanizadas perciben más de un salario mínimo mensual, pero menos de dos; es decir, de los 23.14 millones de personas que trabajan en las zonas urbanas, 21.5%, es decir, uno de cada cinco trabajadores, gana entre 60 y 120 pesos al día.
En el ámbito rural la situación es similar: de los 9.19 millones de trabajadores del campo que hay en el país, 2.28 millones (equivalentes al 24.8%), es decir, uno de cada cuatro en ese sector, percibe entre 61 y 120 pesos diarios.
Siguen en esta escala quienes perciben más de dos salarios mínimos, pero menos de tres al mes. En esta situación se encuentra uno de cada cuatro trabajadores de las ciudades más urbanizadas; es decir, en números absolutos, 5.6 millones de personas que perciben entre 121 y 180 pesos al día. En el sector rural se encuentra 1.45 millones de personas en esta situación, equivalente a poco más del 15% de quienes laboran en actividades agrícolas.
En el peor de los mundos
Hay una circunstancia adicional que debe considerarse en este análisis, relativa al número de personas que teniendo empleo, no perciben ningún ingreso por las actividades que desarrollan. En esta situación se encuentran cientos de miles de niñas, niños yadolescentes, además de miles de mujeres y trabajadores agrícolas y urbanos que, laborando en negocios familiares, no perciben ingresos monetarios.
Así, en las ciudades con mayor grado de urbanización del país, hay 751 mil personas mayores de 14 años que no reciben ni un quinto por su trabajo (3.2%), mientras que en el sector rural la cifra llega a 1.74 millones, lo que equivale al 18.9% (casi uno de cada cinco) del total de los trabajadores del sector rural que aun trabajando no tienen salario.
Explotados y sin educación
Aun cuando el estudio de UNICEF y la SEP, presentado en 2010, muestra evidencia relativa a que, a pesar de la crisis, no hubo un incremento significativo de la mal llamada "deserción escolar", hay evidencia aportada por el estudio del Banco de México, titulado Remesas, Asistencia Escolar y Trabajo Infantil en México, a través de la cual se muestra que el impacto de la crisis sí tuvo una incidencia importante en el incremento de niñas y niños de hogares que reciben remesas, que ante la crisis tuvieron que salir de la escuela o incorporarse al número de perceptores o personas que laboran en el hogar.
El texto dice a la letra en sus conclusiones: "Se encontró que el choque negativo sobre las remesas causó un aumento importante en el trabajo infantil y una reducción en la asistencia escolar de una magnitud similar".
Con base en lo anterior, es posible asumir que una nueva fase de la crisis que comenzó en 2008, podría llevar a que el trabajo infantil se incremente de manera aún más grave a las condiciones actuales (hay tres millones de niños trabajadores), y que miles de adolescentes se vean privados de su derecho a la educación.
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