Las 'dueñas' del pueblo
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Se adueñan de espacios públicos y de la vida de la gente. Son las lideresas que han impuesto su ley en los barrios. Aquí la historia
Saltillo, Coahuila. Surgieron como parte de la obra social del Ayuntamiento de Saltillo en pasadas administraciones.
Pero al cabo del tiempo se convirtieron en guaridas políticas, bodegas, nidos de malvivientes, basurales o, en el mejor de los casos, negocios particulares.
Al menos eso es lo que dice la gente de las colonias sobre los centros comunitarios, que hoy se disputan las autoridades municipales y las líderesas que, por años, han tenido el control de estos espacios públicos al grado de ostentarse â sin papales - como dueñas absolutas de los mismos.
Realmente los centros comunitarios estaban en manos de lideresas que los usaban en su beneficio, declara María de los Ángeles Salazar de Madrazo, a cargo de la Subdirección de Centros Comunitarios de la actual alcaldía.
Una historia de abusos y arbitrariedades que se repite en la totalidad de los salones, unos 45, diseminados por los más 800 sectores que conforman la ciudad.
En enero del año pasado, un poco después de que el nuevo edil Isidro López Villarreal, tomara posesión comenzó el rescate, que algunos inconformes y acaso perjudicados llamaron cacería, de estos inmuebles y estalló la bomba.
El día de la inauguración del Centro Comunitario de la colonia Emiliano Zapata, se presentó la lideresa, una tal doña Luz, que quería las llaves del centro, que porque era de ella y ella lo había hecho, dijo.
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Estábamos en el patio, todavía no llegaban las autoridades y entró la señora diciendo que venía a esperar al alcalde, para que le diera sus llaves porque este era su centro comunitario, era su salón, ella lo había hecho y nos dijo en varias ocasiones que era de ella.
Entonces le dije tráiganos las escrituras, si nos las trae desalojamos el salón, no pos se enojó, se dio la media vuelta y se fue. Ya no volvió, cuenta María Elena López Jaime, la administradora del lugar.
Porque para esto el municipio había designado a 10 administradoras de los 10 centros que hasta entonces se habían rescatado. Hoy son 22.
La municipalidad armó un programa de actividades recreativas y, previo estudio del perfil y necesidades de los colonos, el proyecto arrancó.
Pronto los salones, como el de la colonia Nogales 1, quizá el más grande y concurrido de la ciudad, que la mayor parte del tiempo se mantuvieron cerrados, comenzaron a atraer gente de los barrios aledaños que tomaron parte en talleres de manualidades, bisutería, piñatas, pintura, belleza, box, cocina, baile, eventos culturales y deportivos.
Cuando hacía sólo unos meses atrás que este lugar, como casi todos, era alquilado por la lideresa del sector, una señora llamada Chely, para la realización de eventos sociales, desde bodas, primeras comuniones, quinceaños, fiestas infantiles, graduaciones, despedidas de soltero, baby shower y algunos aseguran que hasta velorios.
Cuerpos fueron velados aquí, dice María Isabel Reyna, la administradora del centro comunitario de la colonia Nueva Libertad.
El costo de la renta, como en casi todos los centros, oscilaba entre 400 y mil 300 pesos, según el tipo del festejo y la facha de los contratantes.
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Después que los salones se recuperaron, las lideresas nos mandaban gente para que les rentáramos los lugares que porque ya le habían dado un anticipo, llegaban y decían es que yo ya pagué, présteme el salón, me lo tiene que prestar, ya di anticipo,
Que ya tenían sus invitaciones hechas, a lo mejor tenían razón, y que no podían cancelar el evento. En uno o dos casos tuvimos que ceder, cuenta María de los Ángeles Salazar, de la Subdirección de Centros Comunitarios.
Algo similar le ocurrió a María Isabel Reyna, la administradora del salón Nueva Libertad un día en que dos nenas llegaron a pedirle que les alquilara el centro para la celebración de unos quinceaños.
Les dije no, es que este salón no es pera eso hija, me dice una de las chicas antes sí lo rentaban, le digo no, es que no es para eso y otra me dice es que mi tía Paula, (la lideresa de esta colonia), era la dueña â o es la dueña â de aquí, le dije no, tu tía no es la dueña ni yo ni el alcalde, todas ustedes son las dueñas de aquí.
Guadalupe de Contreras, quien a menudo acude al taller de cocina nutritiva, era una de las vecinas que acostumbraba celebrar los cumpleaños de sus hijos en el centro comunitario de la colonia Chapultepec, dice que por económico.
Yo tuve piñatas, siempre he tenido piñatas de mis hijos y aquí rentaba. El beneficio que teníamos nosotros era, usted sabe que en otro salón cobran mucho, económico, lo rentaban barato, 250 ó 300 pesos.
La mañana que personal del Ayuntamiento de Saltillo llegó para tomar posesión del centro comunitario Nogales 1, se topó con la sorpresa de que el salón ya estaba comprometido por el resto año para fiestas particulares.
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Entra municipio, le pide las llaves a la líder y no, no quería entregarlas. Hablaron con ella y le dijeron que regresara el dinero, porque el centro comunitario ya no se iba a rentar más, narra Juanita Espinoza, la antigua administradora de este salón, que hoy cuenta con una chacha de usos múltiples, pista de zumba, juegos infantiles, áreas verdes y un teatro al aire libre.
Pero ahí no paró la cosa, personas afines a la lideresa de Nogales se apostaron por varias semanas en la puerta del centro comunitario para impedir el acceso de las autoridades municipales, hasta que de tanto un día se fastidiaron y se fueron.
Cada que llegaba era de que ya estaba ahí la lideresa y Javier Fuentes, de la colonia Universidad Pueblo, que me iban a golpear, que iban a cerrar el centro comunitario.
Llegaba y ellos estaban en la puerta y yo les decía, conpermiso, ¿me dejas abrir?, porque yo vengo a trabajar. Todos los días era lo mismo. Yo les decía pos si me quieres golpear, golpéame. Hasta que se fastidiaron, cuenta Juanita.
Luego de que los nuevos encargados de los centros comunitarios ingresaron a los espacios para verificar su estado y condiciones, los encontraron saqueados y complementa vacíos de mobiliario.
Cuando ya se les anunció que se empezaría a remodelar cada centro, estas personas sacaron lo mejor del mobiliario que había y se lo llevaron para sus casas.
Cuando estaban los albañiles trabajando llegaban las lideresas y decían que iban de parte de no sé quién y que iban por sus cosas y saquearon los centros, denuncia María de los Ángeles Salazar de Madrazo, de la Subdirección de Centros Comunitarios.
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Es el caso del salón ubicado en la colonia Peñita, de donde su lideresa, una mujer de nombre Margarita Pérez, presuntamente sustrajo equipo diverso entre computadoras, máquinas de escribir, máquinas de coser, un refrigerador, una estufa, mesas, una televisión y sillas, que había donado el Club Sertoma a este centro.
A la hora que le dijimos que tenía que devolver las cosas devolvió objetos que no eran. Metió una estufa desbaratada, máquinas de coser que no eran, el refrigerador nunca lo regresó. Esa persona nos saqueó el centro, se llevó las cosas
Le dijimos que íbamos a denunciar, pero no denunciamos porque quisimos llevar la fiesta en paz. Si ya estaba recuperado el centro nos interesaba más que estuviera funcionando , platica Salazar de Madrazo.
Loida Gallegos Luna, una vecina que diariamente asiste al taller de manualidades que ofrece el centro comunitario de la Peñita lo confirma:
Dijeron las compañeras que la antigua encargada de aquí se había llevado las cosas. Solicitamos que las devuelva para trabajar.
Y eso no es todo, la mayoría de los inmuebles estaban en condiciones deplorables: sin luz, sin agua, sin vidrios en las ventanas, los sanitarios destruidos, la fachada grafiteada, las paredes interiores despintadas, las áreas de canchas y juegos infantiles reventadas y la malla perimetral, en el caso de los que contaban con malla perimetral, rota o tirada.
Así consta en varias de las fotografías que el departamento de Comunicación Social y algunos colonos hicieron llegar al Semanario.
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Esto sin contar los adeudos de agua y luz que heredaron a la nueve administración las lideresas priistas responsables de los centros.
Cuando llegamos no había agua, no habías luz, estaban colgados, tuvimos que pagar 10 mil pesos del adeudo que había de agua y de luz, detalla Virginia Hernández Torres, la administradora del salón de la colonia Oceanía.
Por eso es que las autoridades de la reciente administración municipal no entienden por qué estos salones, convertidos en muladares, eran alquilados por la gente para hacer sus fiestas.
No había baños, horrible que estaba y así lo rentaban para fiestas, yo no sé la gente cómo lo rentaba, comenta Juanita Espinoza, la encargada del centro comunitario Nogales 1, en el que se invirtieron 3 millones 840 mil 738 pesos, en su remodelación.
Remodelación que incluyó en la mayoría de los centros comunitarios la instalación de pisos, medidores de agua y luz, tinacos, luminarias, pintura, impermeabilizante, rehabilitación de sanitarios, restauración de canchas y juegos infantiles y reforestación, se sembraron árboles.
Así como el equipamiento de estos espacios con sillas, mesas, hornos de microondas, refrigeradores y, en el caso del salón Chapultepec, un consultorio médico que atiende todos los días.
O sea que aquellos ingresos que recibían las lideresas por la renta de los salones no los utilizaban en beneficio del centro, aclara Virginia Hernández Torres, la administradora del salón Oceanía.
Y algunos de los espacios como el ubicado en la colonia Gustavo Espinosa Mireles quedaron tan abandonados, tan en el olvido que en poco tiempo se transformaron en nidos oscuros de drogadictos.
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Francisca Hernández, una vecina de este sector, que habitualmente asiste a los talleres de elaboración piñatas que imparte el centro desde su reapertura el año pasado, dice de este salón que era utilizado como bodega por un líder del sector llamado Jesús López y quien por años se ostentó como dueño absoluto de este espacio público.
No había actividades, estaba abandonado el centro, estaba cerrado y se juntaban muchos pandillerillos, muchos malandrillos, mariguanillos.
Había puro pandillero, nadie se acercaba y menos en la noche. Con tanto pandillero no podíamos traer a los niños a que jugaran, a que entrenaran en las canchas de fútbol rápido ni en las de tierra.
Nadie que no fuera el encargado del centro, podría entrar y el acceso a los baños estaba prohibido.
El encargado traía la llave y aquí no entraba nadie. Nosotros le pedíamos el baño, pero decía que no, que estaba muy sucio, incluso había un cuartito donde se metían a hacer sus necesidades los niños y los pandilleros, olía horrible, relata Patricia Enríquez, otra vecina.
Olga Hidrogo Cantú, una habitante de la Unidad Francisco I. Madero, situada al poniente de la ciudad, dice que el tema del mal uso de los centros comunitarios, no es nada nuevo.
El 30 de septiembre de 2011 ella y otros vecinos de esta colonia de clase media, enviaron una carta, que obra en poder de Semanario, con 80 firmas al entonces alcalde, denunciando una serie de abusos cometidos por el que fuera encargado del centro, un tal profesor Santiago Flores Falcón.
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Según la versión de los vecinos de este sector, este hombre que es maestro jubilado y trabaja en el área de deportes de la presidencia municipal de Saltillo, alquilaba el comunitario los fines de semana, desde el jueves, para la realización de distintos eventos sociales en los que era permitido el consumo de alcohol y la música a todo volumen hasta altas horas de la noche.
Era un salón que se utilizaba como un negocio particular, incluso aquí en tono de broma la gente le decía Recepciones Santiago. Había pleitos y a pesar de que el salón cuenta con sanitarios, la gente tomada salía a orinarse afuera, en las inmediaciones.
Los vecinos estaban como secuestrados, no podía entrar a sus cocheras porque se llenaba de muchos autos de las personas que venían a los eventos, relata Olga Hodrogo.
Y el domingo este salón se alquilaba a una iglesia cristiana para la realización del culto. El ruido de la batería se escuchaba a varias cuadras.
Aparte de no rendir cuentas a la comunidad sobre los dineros que ingresaban como resultado del usufructo del salón, Flores Falcón mantenía ocupadas las instalaciones.
Él decía quién sí y quién no podía acceder al salón, era prácticamente el dueño y los muchachos de la colonia le tenían que pedir permiso para poder ocupar la cancha, si él no lo permitía no la podían utilizar.
Sin embargo los moradores de la Francisco I. Madero, nunca recibieron respuesta alguna a su carta.
Espacios, como el de La Peñita, eran usados incluso por las lideresas como punto de reunión para operar.
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María Esther Ortega era una de aquellas lideresas y aunque, dice sus vecinas de la colonia la miran feo, decidió integrase a las actividades de este centro comunitario, desde una mañana que llegó a comprar masa para tortillas en el molino de enfrente y vio que el salón estaba abierto.
Vi la actividad que había en el salón y me arrimé. Sí, antes se usaba este salón, para ponernos de acuerdo en lo qué íbamos a hacer durante las campañas.
Lourdes Gutiérrez, otra habitante de La Peñita, recuerda algunas de sus tardes en este salón, allá cuando asistía a tomar clases de belleza y no había agua ni electricidad.
No había en qué conectar las máquinas y cuando hacíamos los permanentes, los tintes, teníamos que andar pidiendo agua a los vecinos. Otra era de que la lideresa no nos dejaba entrar con niños, decía yo no quiero niños aquí.
Y en la Emiliano Zapata pasaba lo mismo, el grupo de mujeres de zumba tenía que ejercitarse en plena calle, todo porque la lideresa, una mujer conocida como doña Luz, les negaba las llaves para acceder el salón comunitario.
Dicen que batallaban, que su clase era a las 5:30 y el salón estaba cerrado. Iban por la llave, no se las prestaban, hacían la zumba en la calle, pedían la luz en las casas para el sonido, bailaban en la calle, sobre el pavimento, narra María Elena López Jaime, la administradora del centro comunitario de la colonia Emiliano Zapata.
De acuerdo con los registros de la Subdirección de Centros Comunitarios en el último año, y desde que se recuperaron los primeros 10 inmuebles, más de 169 mil personas, entre niños, jóvenes, madres de familia y adultos mayores, han asistido a las diferentes actividades de recreación que ofrece la municipalidad.
Gente que no salía, gente depresiva, ahorita tienen el centro como su segunda casa. En los centros comunitarios toda la gente es bienvenida sin distingos, no hay colores,, explica Alejandra Zamora de la O, de apoyo a la coordinación de Centros Comunitarios.
Sara Segura tiene 15 años viviendo en la colonia Nogales 1, pero conoció a sus vecinas hace apenas unos meses, cuando centro comunitario abrió sus puertas a la gente del barrio.
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Años de vivir y sin conocernos. Conozco a muchas vecinas que no conocía después de 15 años, dice.
Sin embargo, lo que hoy preocupa al Ayuntamiento es, dicen, que las lideresas han amenazado a la gente de las colonias con retirarles las despensas y otros apoyos, si acuden a estos centros impulsados por la administración actual.
Tal y como sucede en el centro comunitario del ejido Agua Nueva, al sur de Saltillo.
El problema es que la gente no se arrima Hay una promotora que ve a la gente que entra y sale. Ayer vinieron unas señoras y estuvieron comentando que ya no venían aquí porque les quitaban sus despensas y ya no les daban ningún tipo de ayuda.
Yo lo único que digo es que no se vale que amenacen a la gente. La gente es muy libre de andar donde ella quiera, dice Saira Sánchez Tovar, administradora del salón.
A Mayté Parra, una lideresa le llamó la atención cuando la vio regresar de la zumba en el centro comentario del pueblo.
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