La bala que Zhang se niega a olvidar
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"Si puedo vivir quince años más, quizá pueda ver una investigación sobre lo que ocurrió". Zhang Xianling aún guarda esperanza, y fuerzas.
Pekín, China.- A Zhang se le acaba el tiempo. Tiene 76 años y lleva 25 luchando por no olvidar el día en el que un militar acabó con la vida de su hijo, un estudiante de instituto de 19 años, de un balazo en la cabeza. Ella tardó más de una semana en enterarse, pero desde entonces no ha pasado ni un solo día sin buscar justicia.
"Si puedo vivir quince años más, quizá pueda ver una investigación sobre lo que ocurrió". Zhang Xianling aún guarda esperanza, y fuerzas. Aquéllas que sacó cuando fundó la agrupación "Madres de Tiananmen", junto a otra madre coraje, Ding Zilin, quien también perdió a su hijo en las protestas que acabaron en cientos o miles de muertes la noche del 3 al 4 de junio de 1989.
La organización, que agrupa a más de un centenar de familiares de víctimas, nació pocos meses después de ese horror: la sangrienta matanza en Pekín de estudiantes y trabajadores de toda índole a manos del Ejército, que desplegó sus tanques y cargó sus escopetas contra sus propios conciudadanos.
Esa fue la respuesta del régimen a casi siete semanas de manifestaciones pacíficas, en las que se pedía al Ejecutivo que abrazara la democracia y que atajara la arraigada corrupción.
Un cuarto de siglo después, no se sabe aún quién dio la orden a las fuerzas armadas chinas, ni tampoco el número exacto de fallecidos. Tampoco ha habido un perdón: la masacre se silenció con represión. La misma que sufre desde entonces cualquier persona que se atreva a recordar este oscuro capítulo de la historia de China.
"El Gobierno tiene los recursos y la gente, para sobrevivir, no puede hablar de este tema en público", explica la anciana en una entrevista con Efe por teléfono desde su casa en Pekín, dada la imposibilidad de mantener un encuentro en persona.
"Estoy vigilada 24 horas. En mi casa hay policía, y si salgo, me acompañan. La conversación la están grabando", advierte la madre, quien, a pesar del férreo control, no siente miedo.
Se lo arrebataron cuando supo cómo murió su hijo, Wang Nan, un adolescente con vocación de fotoperiodista, quien decidió dedicar la hora del almuerzo en el instituto a documentar las manifestaciones en Pekín, cámara en mano.
En una de sus capturas, con su objetivo enfocado a las tropas que tomaron la emblemática plaza, una bala le tumbó en el suelo de la avenida Changan, la principal de la capital china que pasa por la puerta de la Ciudad Prohibida al norte de Tiananmen.
Varias personas acudieron a socorrerle. "Pero un militar, quien mostró un poco de pesar, les advirtió de que no podían llevárselo de allí ni atenderle", cuenta hoy su madre, quien movilizó a todos sus amigos para buscar a su pequeño por los hospitales.
Wang pereció en la acera y fue enterrado junto a otras víctimas frente a un instituto, un punto de la ciudad donde sigue instalada una cámara para disuadir a Zhang de acudir a llorar la muerte de su hijo en público.
"Cada año, al llegar el 4 de junio, el Gobierno se pone muy nervioso, pero con mentiras y opresión sólo causarán la inestabilidad de la sociedad. Sólo con una investigación objetiva y haciendo pública la realidad se puede solucionar el problema", opina Zhang, quien se ve a sí misma como una mujer fuerte, que "no llora demasiado".
Para ella, el "4 del 6" fue una oportunidad para que el país "cambiara hacia algo mejor". "Aunque las manifestaciones no triunfaron -subraya- sirvieron para exponer el problema del sistema", aún vigente.
"No se puede resolver en poco tiempo, pero se resolverá", afirma contundente la anciana, a pesar de que es consciente, como muchos de los miembros de las "Madres de Tiananmen" -cuya mayoría supera los 70 años-, de que lucha a contrareloj. La edad y las enfermedades derivadas de ésta llaman a su puerta.
De momento, su batalla, lejos de decaer, se ha intensificado. Este año las "Madres de Tiananmen" han decidido conmemorar el 25 aniversario más allá de Pekín: con un viaje de tres de sus miembros 'más jóvenes' por toda China para encontrarse con más víctimas que, hasta ahora, vivían en la sombra.
"Algunos de ellos no habían hablado con nadie sobre este tema -relata Zhang-, pero ahora están dispuestos a resistir juntos".
Su determinación la resumía uno de los padres con los que se encontraron: "No sabemos cuánto viviremos, pero nunca dejaremos de buscar respuestas... Si esta generación no triunfa, habrá otra".
Por Tamara Gil/EFE